miércoles, 26 de junio de 2013

Adiós, preciosa


 
 
Aunque este bien podría ser el título de algún temazo de música country (*), o de un libro de Mary Higgins Clark o, ya en plan decididamente chungo, de una novela romanticona o una canción de Justin Bieber, el caso es que es literal: ayer perdí a mi perra Cosita (a la que cariñosamente llamaba “trapito” u “ovejita”), que compartió conmigo los últimos catorce años (casi la mitad del tiempo que llevo en este planeta). Y aunque con el tiempo se irá haciendo menos evidente, también para mí mismo, la pena de mi alma y se irá limando el regusto metálico que siento en la lengua; aunque dejaré de tener la garganta agarrotada y el aire volverá a fluir por mis pulmones como si algo en mi interior no los estuviese apretando, el mundo es ahora un lugar un poco menos grato.
Es importante, sin embargo, no dejarse arrastrar por la pena, pues, como dice la canción, y como también sabe el autor del I wrote this for you, “uno puede volverse adicto a cierto tipo de tristeza”. Uno puede acabar criando el deseo de regodearse en sus propias miserias, como forma secreta de retener la última sensación de algo muy querido que se ha marchado, una forma enfermiza de tener presente lo que ya no está.
Así que aprovecho hoy para hablar brevemente del duelo: al principio, conviene no ceder al desaliento, y no alterar, en la medida de lo posible, las rutinas, para tratar de mantener la normalidad. De entrada será raro, habrá cierto aturdimiento, parecerá que hubiera ocurrido una alteración más o menos sutil dependiendo del impacto que tenga la ausencia del ser al que hayamos perdido, como si los colores fueran menos brillantes o los alimentos, de pronto, carecieran de sabor. Tendremos incluso cierta impresión de farsa al sonreír, de estar actuando mecánicamente, notaremos cierta antinaturalidad en la voz. Hay incluso quien necesita ensayar la evasión antes de poder afrontar la pérdida. Pero, al final, la repetición acaba deviniendo hábito – todo aprende a fingirse, incluso la felicidad, y, al final, la ficción se vuelve costumbre –. Hasta que un día, de pronto, uno descubre, no que ha olvidado (para mí, desde ahora, Cosita será siempre un cúmulo extraño de imágenes y sonidos: será, p. e., sus ladridos demandado las bolitas de pan en las que le daba sus medicinas, pero será también sus orejitas rosadas poniéndose azules a medida que la vida se iba escapando de su cuerpecito todavía caliente), pero sí que ha aprendido a vivir con el recuerdo, sin que este le dañe, primando lo bueno. ¿Por qué lo sé? Sencillamente, porque no es el primer ser querido al que pierdo.
Aquí dejo la última pieza musical que escuché antes de que Cosita se fuera, que para mí, desde ahora y para siempre, será el “aria de Cosita”: Verdi prati, selve amene, de Handel. Adiós, preciosa.
   
Verdes prados, amenos bosques,
perderéis la belleza.
Hermosa flor, ríos corrientes,
el encanto, la belleza
pronto en vosotros cambiará.
 
Y cambiado el hermoso objeto,
al horror de la primera apariencia
todo en vosotros regresará.
 
(da capo)
 
(*) “Bella, ciao” es, de hecho, el título del más importante canto partisano de la resistencia contra los nazis y fascistas en Italia.
 

lunes, 24 de junio de 2013

Manuel José Díaz Vázquez, "Apuntes y memorias" - LIBRO DEL MES


 
 
El mes pasado, tras tres años de espera endulzada por la aparición, en junio de 2012, de la traducción ampliada al gallego de la segunda parte, llegó por fin la cuarta parte de la innominada serie (de cuyo primer volumen ya hablé hace unos meses, buena parte de lo cual es aplicable en el presente caso) que el escritor ferrolano Manuel José Díaz Vázquez está desarrollando, convirtiendo en material novelado sus recuerdos de infancia, pasados por el tamiz de la imaginación y el humor.

Es imposible agotar todos los significados profundos de estos Apuntes y memorias del peor estudiante del mundo (el gusto por la hipérbole es un rasgo definitorio del estilo de este autor) en esta breve reseña que pretendo centrar en cuatro ideas generales que, con un poco de suerte, inviten a la lectura de la obra (que es el objetivo final de que cada mes seleccione un libro acerca del cual hablo y el cual recomiendo), tal es su poder de evocación, tal la riqueza de su escritura. El novelista, al mismo tiempo que recuerda, va dando pinceladas de la realidad actual, de lo que hace y, por ende, reflexiona sobre la creación literaria en sí y sobre la naturaleza del lenguaje, sobre su relación intrínseca con el pensamiento y con la construcción de este, pues, como él afirma, “(...) lo fundamental se realiza en lo abstracto y lo intrascendente en la realidad”.

Así, esta que podríamos considerar profusión de hilarantes notas, que constituyen en realidad un extenso monólogo interior y en el que nunca falta una esplendorosa ilación, genera aquí y allá interesante metaliteratura en la que asistimos o vislumbramos el proceso creativo, y que recuerda por momentos a Gonzalo Torrente Ballester, cuando novelaba supuestos diarios de escritores ficticios (o quizás no tanto: dicho sea de paso, Fragmentos de apocalipsis, obra suprema, es la que personalmente recomendaría de este autor).

Otros elementos dignos de mención serían la siempre esmerada justeza de la sorprendente adjetivación, tan natural que no puede por menos de resultar llamativa, así como los juegos de palabras prodigiosos, y los calambures en diversos grados de pureza, como “(…) la lista surrealista de los reyes godos”, o “¡Váyase de una vez, percebe! Pero él no se apercibía (…)”. También el gusto por lo estrafalario, con una innata capacidad para convertir en maravilloso o portentoso lo corriente o cotidiano, como puede verse, p. e., en la pág. 37, 2º pár.: “No obstante, un mal día, ya entrado en años, por poco no vuelven, porque mi abuelo, de temperamento sanguíneo y carácter apasionado, hastiado de un mal actor que no daba pie con bola, le gritó a este en plena representación, a oídos de todos los circunstantes: “¡Eres un petardo!”, y el petardo estalló en cólera y se fue en dirección a mi abuelo bajándose del escenario al patio de butacas con intenciones nada buenas (…). Se armó una colosal trifulca y el bueno del señor Marín, ¡quién lo iba a decir!, de usual continente, pacífico y manso, blandió su bastón y le dio dos cogotazos al mal actor, no por salir en defensa de su amigo (…) sino porque el mencionado le había pisado un callo que tenía en el pie izquierdo durante la refriega (…) y al grito de ¡alcornoque! comenzó a darle de sablazos descomedidos al petardo, aunque, según cuentan las crónicas, solo atinó con dos, de los diecisiete que descargó al aire y al azar. ¡Nunca se había visto al señor Marín tan excitado y alborotado! Rejuveneció treinta años de golpe y se le cayeron trescientas sesenta y ocho canas de un plumazo, pero aun así, era rematadamente viejo, como salido de los primeros libros del Antiguo Testamento”.

Pero el elemento más destacado de este escritor es su candoroso humorismo, el benigno sentido del humor que hace que el innominado protagonista nos conquiste desde la primera página: sabemos que, cuando toma una decisión firme e irrevocable, inexorablemente se aproxima el desastre: la comicidad derivada de sus cursos de pensamiento absurdos, pero, a pesar de ello, comunes, nos hacen su psique próxima y comprensible.
 
   APUNTES Y MEMORIAS DEL PEOR ESTUDIANTE DEL MUNDO  
[El volumen puede también adquirirse en Central Librera]


JJJJJ

jueves, 20 de junio de 2013

Algunas adquisiciones recientes

Me encanta coleccionar libros. Es, creo, una consecuencia natural de que te apasione la literatura. Y, por ello, una de las cosas que más me gusta es ir a tiendas de segunda mano, mercadillos, despieces, etc., que es una excelente forma de encontrar auténticos tesoros (incluidos libros difíciles de encontrar o directamente descatalogados) a precios irrisorios y a veces en muy buen estado (o incluso, en alguna ocasión, sin tan siquiera haber sido desembalado). Aquí os dejo algunos de los hallazgos que he hecho durante los últimos meses.
 
 
 
Los cuatro volúmenes de la derecha, que obviamente pertenecen a la misma colección, contienen obras de premios Nobel que no requieren presentación, excepto quizás la distinguida en 1938, la autora estadounidense Pearl S. Buck (que, no obstante, vivió buena parte de su vida en China), que, a pesar de tener en aquel momento una carrera todavía breve (había empezado a publicar "solo" diez años antes), había ya dado a la estampa unas cuantas obras. El volumen a ella dedicado contiene las novelas Viento del este, Viento del oeste, La buena tierra y Peonía. Quienes me conocen, saben que hay tres categorías de libros con las que tengo un "fetiche" literario: obras póstumas o últimas obras (sobre todo cuando han quedado inconclusas), obras escritas por mujeres (sobre todo cuando se trata de autoras anteriores al s.XX, cuanto más desconocidas, mejor), y obras "exóticas", raras o escritas por autores pertenecientes a minorías o colectivos marginados (p. e., puesto a escoger entre dos libros de un mismo autor, invariablemente adquiriré primero el más desconocido). Si, además, dos o más de esas condiciones se unen en un solo volumen, entonces eso ya es una fiesta. También me gustan mucho, como es el presente caso, los volúmenes que aúnan varias obras (los cuales, no obstante, tienen la desventaja de que a veces pueden resultar físicamente bastante pesados).
 
Los otros tres libros recogen novelas de Thomas Mann (La muerte en Venecia, Las tablas de la ley, Doktor Faustus), Heinrich Böll (Billar a las nueve y media, Opiniones de un payaso, la archiconocida Retrato de grupo con señora y El honor perdido de Katharina Blum), y Hermann Hesse (Bajo la rueda, Gertrudis, Rosshalde, Demian y Historia de las mocedades de Emil Sinclair).
 
En la primera fila pueden verse, también, El primer amor, de Ivan Turgueniev; Abajo las armas, de Bertha von Suttner; y El 93, de Victor Hugo. Asimismo, está la nueva novela, de reciente aparición, de Manuel José Díaz Vázquez, Apuntes y memorias del peor estudiante del mundo, cuya lectura estoy finalizando y de la que espero en breve escribir una reseña más extensa, aunque la recomiendo sin ambages.
 
En la fila intermedia pueden apreciarse las Poesías completas, de Antonio Machado (un poeta de una hondura que no requiere de artificios [su poesía cuenta apenas con recursos estilísticos notables] y de un ascetismo hipnótico, casi asiático] que leí mucho durante mi adolescencia, y que he aprovechado ahora para adquirir en edición mucho mejor que la que tenía, puede decirse que gratuitamente, ya que la cambié por otro libro), así como El doctor Zhivago, de Boris Pasternak (otro premio Nobel), no en la pionera traducción directa de reciente aparición, la cual, no obstante, tengo intención de comprar también en el futuro, por la curiosidad bibliográfica de comparar los dos resultados finales.
 
Atrás, por último, pueden verse Purga, de Sofi Oksanen, una joven autora finlandesa que ha recibido críticas muy positivas por este libro; así como Olvidado rey Gudú, de la veterana española Ana Mª Matute, un enorme cuento de mil páginas por el cual debería recibir el Nobel aunque nunca hubiera escrito ni una página más, y que compone una de las historias más trágicas y emotivas que he leído nunca. [En este caso, aunque ya tenía el libro, aproveché para comprar esta edición grande en tapa dura en condiciones óptimas, que me costó solo 3 €, frente a los 26 que me costaría en tienda, con el aliciente de que todos los libros aquí presentes, excepto Apuntes, fueron adquiridos en un mercadillo solidario cuya recaudación íntegra iba destinada a un refugio de animales].
 
 
 
Aquí maté dos pájaros de un tiro, aunque los libros están bastante trallados (y el precio acorde): para practicar mi inglés y que no se me oxide, adquirí algo de literatura africana (fundamentalmente de Zimbabwe, pero también nigeriana, ghanesa, keniata o senegalesa), en la cual estaba interesado en adentrarme (ahora mismo estoy leyendo una excelente novela de la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, Medio sol amarillo). Tres pájaros si tenemos en cuenta que, a excepción del recientemente desaparecido Chinua Achebe (primero por la derecha, No longer at ease), se trata de autores inéditos, o casi, en castellano: Our sister Killjoy, de Ama Ata Aidoo; Tales of Amadou Koumba, de Birago Diop; Shadows on the horizon, de Stephen Mpofu; The house of hunger, de Dambudzo Marechera; A grain of wheat y The river between, de Ngûgî wo Thiong'o; y A son of the soil, de Wilson Katiyo.
 
 
 
 

Algo de literatura estadounidense: de Ernest Hemingway, la póstuma e inconclusa Islands in the stream; de Norman Mailer, la icónica The naked and the dead; y de Ralph Ellison, la no menos crucial Invisible man. Ya en traducción, dos tochitos, uno de Carson McCullers, conteniendo La balada del café triste, Reflejos en un ojo dorado y Frankie y la boda; el otro, de John Dos Passos con su obra principal Manhattan Transfer, así como Primer encuentro y Calles de la noche.
 
 
 
Y la contraparte británica: The grass is singing y African stories, de Doris Lessing (se acumulan los Nobel); los sonetos de Shakespeare, que, seguramente con poco o ningún aprovechamiento, leí traducidos hace bastantes años (unos quince); A passage to India, de E. M. Forster, autor de enorme sensibilidad y perspicacia; Animal farm, de George Orwell, la cual, aunque la leí dos veces, una en original y otra traducida, no tenía en mi biblioteca; y Sons and lovers, de D. H. Lawrence.
 
  

Un irlándés que vivió la mayor parte de su vida en EE.UU.; un ex-nazi alemán traducido al inglés y un ruso expatriado que escribía en la lengua de Shakespeare tenían, por fuerza, que acabar en este cajón de sastre: el otro día me dormí con la súbita urgencia de encontrar una copia de Las cenizas de Ángela, el best-seller autobiográfico que catapultó a la fama a Frank McCourt, lo cual me ocurrió al día siguiente por 1 €. The night of the generals, de Hans Hellmut Kirst, también muy conocida, sobre todo por su adaptación cinematográfica, fue un regalo de Esther Val, a la cual le doy las gracias desde aquí. Lolita, por último, parece un principio lógico para alguien que nunca ha leído a Nabokov.

 

 
Aquí dos compatriotas: por un lado, la escritora del s. XVII, María de Zayas, de la que apenas se sabe nada excepto que existió y que dejó escritas unas cuantas "novelas" en el formato y estilo de las ejemplares de Cervantes; y, por otro, el que probablemente fue el mejor escritor español de su tiempo, aunque lamentablemente descuidado por la crítica y el público hasta una época bastante tardía: nunca ganó el Nobel, pero pienso que el que le dieron a Camilo José Cela llevaba escrito su nombre. Se trata de Gonzalo Torrente Ballester, con Off-side, una novela más o menos experimental en la que elimina la acción.
 
 
Para desoxidar mi francés un texto clásico, La princesse de Clèves, de Mme. de Lafayette; así como otro de Rousseau más informal y ligero que otros suyos, Les rêveries du promeneur solitaire. Bai Juyi, por su parte (aquí en amplia selección de su obra poética traducida al inglés), poeta chino de los ss.VIII - IX, solo ha sido editado una vez en castellano, según creo.

 
Y, para acabar, como no podía ser menos, otro premio Nobel, en este caso el más reciente: el chino Mo Yan, a cuya novela La vida y la muerte me están desgastando, que cuenta las desventuras de un hombre que sufre sucesivas reencarnaciones, a cada cual más degradante, tenía ganas de incarle el diente desde hace tiempo.


 

lunes, 10 de junio de 2013

Letras Galegas, 2013, Perlío

El pasado 9 de mayo (sí, ya sé que voy requetetarde), con ocasión de las Letras Galegas 2013, un grupo de poetas fuimos invitados a dar un recital en el Centro Cultural y Recreativo de Perlío (abajo pueden verse los textos que leí). Además, realizamos la lectura de parte de una obra teatral, Rastros, del homenajeado este año, el dramaturgo Roberto Vidal Bolaño. Me parece muy de destacar la calidad no solo literaria, sino también humana, de mis compañeras, autoras de unos textos de una exquisitez, una sensibilidad y un vigor que no se encuentra todos los días.

 
 
(De izquierda a derecha: Carme Romero, Esther Val, Andrés C. M. Riveira,
Aurora Varela, Mariola Hermida y Jesús Ares de la Fuente)
 
 
 
(Preparándome antes de la intervención, con el cartel del nombre
de mi personaje, un nombre dramático donde los haya, Iago)




 
(La introducción corrió a cargo de Jesús Ares de la Fuente)


 
(Luego, Mariola Hermida, que fue una de las organizadoras del evento, 
hizo una completa y amena semblanza del homenajeado) 

 
(Teníamos unos carteles sobre el pecho para ayudar al
público a identificar a cada personaje)

 
 
 
(La poeta Aurora Varela)
 

 
(Carme Romero, poeta y exquisita ceramista,
perfeccionista hasta el último segundo)
 


 
(Por supuesto, también hubo espacio para las risas:
el humor es uno de los mayores signos de inteligencia,
solo un tonto se toma a sí mismo demasiado en serio)
 

 
(En conciliábulo, para leer Rastros)

 
(Aurora Varela y, de azul, la narradora y
poeta Esther Val)
 
 
(El momento del "beso romántico" ...

 
... causó gran hilaridad, no solo entre el público,
sino también entre los participantes)
 
 
(Preparándonos para el recital)
 
 
 
(Mariola, que tiene una voz preciosa, muy radiofónica, 
concluyó su parte con un sobrecogedor poema sin título)


 
(Esther Val leyó un cuento titulado "O mal das mareas",
con algún momento de humor amargo, pero,
en general de tristeza contenida)


 
(Además de una refinada poeta, muy cuidadosa en la
elección de los términos, Aurora Varela es una excelente recitadora)


 
(Servidor hizo lo que pudo, abrumado por tanta calidad)


 
(El público, al que esperamos haber entretenido y emocionado)
 
Al acabar el acto, los organizadores, extraordinariamente amables, nos obsequiaron con unos recordatorios del evento, así como con unos deliciosos pinchos y un rato de amena conversación).
 
 
 
He aquí los textos que leí: primero, el poema inicial de mi poemario inédito Memoria das cousas perdidas:
 
 

as tebras da noite

morren no aro da lúa -

as tebras solápanse coma mil paxaros

escachados

mil escombros voadores

mil sináis infindas   acabadas -

de súpeto   na noite estrelecida

o vento barre as follas novas

e por riba do eco da choiva

por riba da raia do monte

reventa de luz o sol -

entón apréixote nas miñas mans baleiras

e na rúa suceden tódalas traxedias

do mundo -

a rúa é invadida por centos

de cogomelos

toda a soidade do mundo bota a voar

pero ti detesme tódolos sofrementos

ti chámasme tódolos nomes -

 

por iso lle son alleo á calamidade

por iso repenican en min

as gorxas mudas daqueles que foron

boca pechada

mortos en vida   fillos da noite -

 

fixen para min esta escolma de lembranzas

de peitos doutros extraídas

para gardarlle-lo respeto

ós que levan en si

angurias agochadas
 
Luego, leí la versión original de mi relato "El secreto de Elsa". Y, como remate, este poemita, sacado de un poemario que, aunque iniciado en 2005, todavía no he acabado y que, quizás por eso, muy apropiadamente lleva el título de Tentativa inconclusa do fracaso:
 
  Volveuse a alma túa
cunha ollada de fondo de espello;
ergueuse a miña man
para acariña-lo baleiro dos teus ollos:
así de sinxelamente resumido
todo o amor do mundo.