martes, 27 de agosto de 2013

Madame de La Fayette, "La princesa de Clèves" - LIBRO DEL MES

 
 
La recomendación literaria de este mes recae sobre una pieza clásica clave de la literatura francesa, La princesse de Clèves, escrita anónimamente en el s.XVII por la condesa de La Fayette. Como, de acuerdo a su relevancia, ha sido una obra exhaustivamente estudiada por filólogos y escritores, no daré más que cuatro o cinco notas dispersas sobre ella con la esperanza de que inviten a su lectura, tratando de no desvelar los episodios esenciales de la trama.

Partiendo de las reglas de la composición clásica, que interpreta a su manera, la novela de Mme. La Fayette ha sido justamente aclamada por su modernidad, al considerarse la primera novela psicológica de las letras francesas, y una de las primeras del mundo. Supone una ruptura radical con el preciosismo imperante en la época, en el cual la autora se incardinaba meramente por su condición de mujer escritora, y no tanto por el contenido de su obra, que supone un alejamiento radical de dicha estética. Se trata, de hecho, de una novela corta (en contra de las inacabables historias exitosas en su siglo), de lenguaje accesible, simple aunque cuidado, y de apariencia sencilla. Y esta, la apariencia, es una de las cuestiones cruciales del libro, ya que la magra acción, que tiene lugar durante un año entre el final del reinado de Enrique II y el principio del de Francisco II (1558 – 1559), se desarrolla en un ambiente cortesano plagado de intrigas y partidos.

Sin embargo, la relevancia de este aspecto viene dada por su influencia en el comportamiento de la protagonista, que es el único personaje ficticio de la novela (aunque pudiera estar lejanamente inspirada en algunas damas de la corte, singularmente Françoise de Rohan). Se considera novela psicológica a este libro porque la autora se aplica, más que a desarrollar tramas y subtramas múltiples desempeñadas por personajes más o menos arquetípicos, como se lo habría impuesto la tradición del diecisiete francés, a destripar los pensamientos y personalidad de los diversos personajes, sobre todo de la protagonista, si bien a veces se impone leer con atención para no dejarse enredar por la sutileza de La Fayette. En este sentido, puede considerársela como una Jane Austen avant-la-lettre, si bien menos ingeniosa que esta, fuerza es reconocerlo.

La princesa de Clèves, que no tiene experiencia previa en estas lides (cosa que no sorprende, pues hay que tener en cuenta que tiene tan solo quince años), cae perdidamente enamorada de un hombre que no es su marido, y la práctica totalidad del libro se dedica a retratar cómo la princesa se debate entre ceder a su pasión o mantenerse virtuosa, incluso después de desaparecido el obstáculo que le impedía lo primero. Sin embargo, el quid de la composición estriba en el móvil de la protagonista: ¿qué impulsa a actuar a Mme. de Clèves, y qué pretende conseguir con ello? Haciendo una lectura atenta del libro, a pesar de que ella trae a colación constantemente su virtud y su deseo de actuar correctamente, uno se siente más bien tentado a pensar que es el orgullo y la ambición del honor lo que mueve a la heroína, el deseo de distinguirse de las demás mujeres y ser alabada por ello (pues, cuando le hace falta, no duda en mentir y disimular); en definitiva, la aspiración de convertirse en su sabia, austera y rigurosa madre. Este es un punto que se ha resaltado con frecuencia.

Sin embargo, tampoco hay que perder de vista, y yo creo que quizás juegue un papel incluso más importante, lo dicho en su discurso final por el esposo, y repetido también por Mme. de Clèves en su última conversación con el duque de Nemours: el temor de la protagonista a descubrir un día, como su esposo se lo anticipa, que Nemours no es más que un donjuán y que, una vez conseguido su trofeo, quizás debería afrontar la desaparición de su afecto, pudiendo entonces contrastar la pureza incólume de su amor marital con el que es mero fruto de la codicia y la negación. Así, la protagonista, después de justificar su decisión en el cumplimiento de su deber, acaba confesando que es muy consciente de que se trata de una obligación que no existe más que en su cabeza; lo cual oculta, a mi entender, una implícita confesión de auténtico terror a no saber juzgar las apariencias, tan genuino que la impulsa a actuar en contra de su deseo mismo, precisamente para no descubrir que consideraba digno a un hombre que en realidad no lo era.



JJJLL
 
 

sábado, 10 de agosto de 2013

LA integral

 
 
Con un sonido espléndido (bien que un poco crudo en algún punto en la sección de viento-metal, por lo demás estupenda), esta vibrante segunda integral grabada entre 1975 y 1980 que Jochum dedicó al sinfonismo del genio de Ansfelden, es considerada por muchos como LA integral (*) bruckneriana por antonomasia.
Jochum, que no era ya ningún mozo, sorprende no solo por su entendimiento sin giros estrafalarios del repertorio, sino por el vigor y pulso de sus idiomáticas lecturas, y por su capacidad para mantener la tensión sin renunciar (antes bien al contrario, acentuándola) a la esencial componente contemplativa o ascética de esta música, indispensable para comprenderla; adscribiéndose, al mismo tiempo, a la tradición germana que prima o destaca los elementos estructurales o arquitectónicos, algo tan necesario en estas composiciones que son el puente entre el sinfonismo realizado desde Beethoven hasta la fecha, y que miran ya a Mahler y posteriores (aun si para algún movimiento concreto, dependiendo del humor, uno podría agradecer algunos días unas aproximaciones más incisivas). Aunque esto siempre es discutible, la 8ª y la 9ª, en particular, me parecen fuera de serie.
El desempeño de la Staatskapelle Dresden es tan sobresaliente que permite comprender por qué después de más de 450 años de existencia, la formación sigue ocupando los primeros puestos en el ranking de orquestas mejor valoradas del mundo, con una pulcritud y dinámica de conjunto que es modelo de virtud.
(*) Conviene decir que no se incluyen las sinfonías 0 y 00; salvo que la adquiera en la reedición hecha por Brilliant, en cuyo caso contiene la primera en versión de Skrowacewski.