viernes, 30 de enero de 2015

La sombra del silencio


Para oír o escuchar otras voces,

no es necesario huir a otros mundos.


Desearía azotarte hasta la muerte.


A esa niña parricida,

yo la perdonaré,

sumergiendo su cabeza en la más

bautismal y

redentora de todas las aguas.


La sobra del silencio cubrirá

toda fluorescencia televisiva;

bajas miradas de tristeza al sur:

las barrerá todas:

podremos seguir otros rastros,

pero ya nunca seremos los mismos.


Intentando recobrar / recuperar / recordar

todo aquello que he perdido,

distraídamente recorreré otros cuerpos.


Inútil sería recuperar mi dignidad,

que te pertenece:

inútil sería intentar recuperarla:

no voy a recuperarla:

voy a arrebatártela:

voy a arrebatarte hasta la última

gota de tu esencia.


Mira ese cielo de olas que cubre

nuestras cabezas,

que inunda nuestras cabezas:

¡qué plenitud / planitud!


Todo se observa desde esta atalaya.


Un resplandor azul entre tus

huecos más secretos,

me ofrece unas irresistibles

iridiscencias

que me elevan más allá de

todas las redenciones posibles.


Ese vapor que asciende silencioso,

no observa ninguna regla.


Es infernalmente curioso cómo uno,

en un segundo,

puede perderlo todo.


Y asciende la temperatura

de las lágrimas mientras descienden

ajando los rostros, estos rostros,

esos rostros

que nos miran fijamente: nada,

nada tienen que ver con nosotros.


¿Cómo hallar el camino a un final

que no me oscurezca?


Un segundo de olvido en una copa

de amor,

sólo un segundo,

y todo habrá pasado.


Un futuro nebuloso / luminoso

nos aguarda,

pero nosotros no somos sus dueños,

sino sólo sus depositarios:

plantemos hoy nuestras raíces

en este suelo estéril que no nos quiere,

que no nos pertenece,

que no nos lleva a ninguna parte,

que no nos conduce a ninguna parte.


Menos mal que hemos perdido

el calor,

este calor aún sobre nuestra piel,

porque de lo contrario,

nos habríamos perdido nosotros mismos.


¡Volver tras tanto tiempo

a los lugares olvidados!


¡A observar, tendidos,

un cielo que ya no nos espera!

¿Para qué aguardarnos?:

el infierno va en nuestro interior,

desde que por esta estación dejaron

de pasar los trenes.


Un paso más,

y el águila blanca del destino

habrá completado su curso.


La bifurcación del camino

se hace más patente ahora:

¿hacia qué lado avanzar?

¿debemos avanzar, acaso?


Un momento más, y acabarán

todos los dolores;

y sin embargo, no semeja

tan importante seguir arrastrándose,

en dirección a ese punto,

cubierto de sombra

—él y nosotros—.


La tinta sobre el papel

humedecido,

no puede por más tiempo

permanecer fija:

¿por qué no, deslizarse

en silencio, sin decir palabra,

abandonar la fiesta sin ser

o siendo visto por nadie,

terminar la farsa,

y retirarse a descansar,

sin más generoso esfuerzo?


Bien sé que en ti

acaban todos los caminos,

siempre en ti,

eternamente en ti,

aunque miré a la fresca noche,

con ojos de pregunta,

mas no estabas tú,

no permanecías tú,

inmutada esencia del edén

que todo lo cubrías.


Se va acabando el tiempo,

y llegan

silencio y sombra cogidos de la mano.


Un ínfimo segundo,

antes de dejar de ver,

de sentir, de respirar,

antes de abandonar

los confines de esta limitada

existencia

y alcanzarte, y abarcarte, o no

abarcarte nunca

y mirarte con ojos sumisos,

arrullados por la nada,

en momentos afuera de ti

a todo color:

no parece tan importante

como oír a los árboles hablar,

acceder a su memoria,

a los ángeles,

y también a los abrasados

diablos,

que te forman sin mácula,

ni pecado,

sin respiración contenida,

sin raciocinio o cosa parecida

a la cualidad de desvirtuar

las cosas.


Ofrecerte un nuevo cáliz

que valga todas las penas

que has pasado;

¿a dónde nos conduce esto?

A la venganza más irremisa

que podamos abortar y vomitar por

nuestra pequeña boca,

a ofender a dios pecando contra

todos los mandamientos

de su ley,

y a cometer una y otra

vez las mismas

torpezas

que ayer ya cometimos.


Una vez siempre

la misma roca milenaria

que impone su criterio:

¡cómo hemos escapado a todo!

¡Adónde hemos llegado!

¡No era esto lo que esperábamos!

¿O si lo era, acaso?


Despidamos a la vida,

visitante que ya se va,

pronto vendrán a sustituirla

la coyuntura, la apariencia,

la demagogia, el absurdo…

más los demás acólitos y

fierecillas

de la sangre:

no hemos descubierto aún que toda

vida es igual de valiosa.


Otoño de 1999 - Primavera de 2004

jueves, 29 de enero de 2015

Lamento dulce


Rosas de otoño:

su hermosura no es de ninguna otra.


Su delicadeza es inmisericorde.


Deliciosas son como el viento sobre el mar.


¿Por qué hacer, entonces,

que derramen lágrimas?


La luz dorada del sol crepuscular me llega,

ahora,

y la comparto con las rosas de otoño,

que no tienen espinas.


Con ellas bajaré hasta el arroyo,

donde se refleja el sol,

y en mis rodillas las meceré.


Rosas de otoño: conocéis el secreto

de la vida,

mas nunca lo reveláis: al final

vosotras seréis eternas,

mientras los demás mortales

pasamos a formar parte de la inmensidad.


Ahora os traigo como presente

este lamente dulce.


¡Ah, las rosas de otoño:
deliciosas cual ninguna!


Otoño de 1999 - Primavera de 2004

martes, 27 de enero de 2015

Sobre la raya del oscuro monte


Sobre la raya del oscuro monte

trepando viene el verano con cansancio;

y más alejada, por el horizonte,

viene la paz, avanzando con trabajo.


Felices nosotros que el sol aún vemos

y la más pura agua aún bebemos.


Cuando todo lo partan con certero tajo

los vientos feroces del desastre,

el pútrido aliento de la guerra,

verás rebosantes las fosas que cavaste,

ausente verás del orbe la esfera.


Cuando desate la ira lo que ataste

y compruebes que la lluvia no riega,

sino empobrece las semillas que plantaste,

abandonarás (no la del campo) la siega

atroz que tan alegremente comenzaste.


Si la mano del hombre no te castiga,

murmura deprisa las oraciones que callaste

ya que de toda tierna espiga

deberás responder, de cuanto tronzaste

justo precio pagarás enseguida

ante dios, a quien acaso olvidaste.


Sobre la raya oscura del horizonte

cabalgando viene, lento, el verano:

yo te saludo desde el desnudo monte

con alegría, como amigo, como hermano.


Otoño de 1999 - Primavera de 2004

lunes, 26 de enero de 2015

Hago tu retrato


Miseria es tu nombre,

y, aunque tienes rostro propio,

no lo muestras nunca,

pues no te es posible quitarte

la careta que llevas,

conocida como tristeza.


Ir o volver, una puerta o la otra,

ya no te importan estas decisiones:

el clavo del dolor

tan hundido en tu carne llevas

que has preferido ocultarte en un paraíso perdido

que observas con la mirada eterna

hija de tus enormes ojos.


¡Ah, sí, la soledad; cómo olvidarla!

Compañera tuya es de tantos años,

que ya te has acostumbrado a su rostro

de gesto terrible.


Sentiste como si te despertasen de un sueño,

mas ya te sentías despierto antes,

o lo que es lo mismo:

aunque creíste despertar,

en realidad continuabas durmiendo.


Dónde estás ahora

y cómo fue tu vida desde que nos separamos,

lo desconozco,

y probablemente no te vuelva

a ver ya nunca

y la pena y el remordimiento

que ello provoca en mi alma culpable,

es diferente a cualquier otra pena

y a cualquier otro remordimiento

sentido antes.


Mi intención de ahora, sin embargo,

no es tan mezquina como parece,

y andado el tiempo,

y si todo sale según lo previsto,

iré a buscarte por los caminos

que hayas andado,

y si te encontrase,

no esperaré de ti ni aprobación

ni palabras:

tan sólo que aceptes el regalo que te llevaré,

y esperaré que de él

sepas hacer buen uso.


Mas si no te encontrase,

entonces rezaré una oración por tu alma,

para su salvación eterna,

y portaré para siempre

esta pena y este remordimiento

nunca antes sentidos,

bajo los caminos que alumbra

la noche con ojos atónitos.


Otoño de 1999 - Primavera de 2004

viernes, 23 de enero de 2015

¡Qué discreta era!


No se lo contó al jardín

pues su temor era ser conquistada por él;

pero se subió al tejado

para huir de la montaña.


Ignoró el zumbido de la abeja,

pues para decírselo a ella

tampoco tenía fuerzas;

en cambio se encerró en su habitación

para que no se lo sustrajera el libro.


Ni osó después susurrarlo por las calles

por miedo a que la criticaran;

sin embargo, tomó la estilográfica

fuertemente, con las dos manos.


Se lo calló a los bosques y laderas

de su infancia:

no debían saber que partía a un viaje eterno.

Mas se deslizó bajo la roca

con la mirada callada.


Ni, aun seducida por el vino,

lo reveló en la mesa:

hacia el interior del acertijo alguien va

todos los días.

Pero destapó el mantel

y lo tachó con rabia;

la grapadora retrocedió unos pasos,

y avanzó corriendo velozmente

para poder quitárselo.


Otoño de 1999 - Primavera de 2004

jueves, 22 de enero de 2015

Para estas cosas desearía yo


Para estas cosas desearía yo

tener poder y voluntad:

para reventar la cuadratura del círculo

con tan sólo lanzar un suspiro;

para desbaratar los argumentos más sólidos

con sólo levantar una ceja de duda;

para demoler los muros de piedra

con sólo señalarlos con el dedo;

para…

********************

¡Más qué importa, al cabo!

El crepúsculo se cierra,

cada vez más abatido por la lluvia,

y yo me encaminaré al país del

Círculo de Fuego,

y allí me olvidaré de cuanto deseaba.


Llevaré mis látigos-cilicios eternos

atados a mis dedos,

y dejaré de pensar en el saber,

en la comprensión, en la ignominia,

en el pecado…


¡Dejaré de pensar, a secar, y desapareceré

para siempre!


También yo he de emprender un

Viaje de Invierno:

me llamaré El Desaparecido,

y pondré otra sangre

donde estuvo mi sangre


Me encaminaré al país del

Círculo de Fuego

viajando en invierno bajo la lluvia fría;

nadie notará mi huida,

nadie me echará en falta;

y cuando cese la lluvia y puedas

salir de casa (tal vez para buscarme),

yo te digo: no me busques ya, ahora,

no me encierres en tus manos,

que me rompes las alas;

ni vayas a buscarme a otros países,

a otros reinos que no son de este mundo:

ya no deseo que me encuentres,

pues he abandonado,

he abandonado el Amor, la Alegría,

y he tomado dos nuevos

compañeros de viaje:

el Silencio, la Amargura,

que me son más fieles, más dóciles,

más comprensivos y comprensibles

que nadie en este mundo.


Otoño de 1999 - Primavera de 2004

miércoles, 21 de enero de 2015

Desde el cielo nos vigilan



Pensar, en ocasiones, me duele,

—ideas tan terroríficas

me recorren la mente—,

tan extraños parajes y reacciones,

laberintos tan interminables,

que no ha nacido aún

mortal que soportar los pueda.


Tantas certezas han anidado en mí,

con tal claridad conozco

lo que va a suceder,

que no puedo ya recordar

los círculos del tiempo

que en mí se inscribieron:

sé ahora que el tiempo,

circular,

para detenerlo no,

para cambiarlo

(pues no existe, o no se detiene)

hay que atravesarlo

de un lado a otro.


¡Qué mal se nos han contado

las cosas!

¡Creemos haber conseguido tanto,

y continuamos aún haciendo

lo mismo!


Puede ser que hayamos cambiado

el envoltorio,

pero la esencia es idéntica.


Tratan de convencernos,

y nos dejamos convencer alegremente.


La desgracia golpea

siempre

a los mismos.


Golpea tal vez a los que lo

merecen, en la promesa

de una vida mejor.


Los que recuerdan el mal permanecen,

no existirán entonces.

El tiempo ha girado,

ha vuelto a empezar:

herrumbrosos nos quejaremos,

y todo será igual

siempre.


Otoño de 1999 - Primavera de 2004

martes, 20 de enero de 2015

Una reclamación de la noche


Una reclamación de la noche

me ha llegado;

un impuesto que tendré que pagar contigo,

aunque al pagarte

pierda cuanto tengo,

la dignidad, el amor, la desdicha,

también todos los bienes materiales.


Desde entonces, desde que te hallé

sin buscarte,

o buscándote quizá sin saberlo,

o por el cielo me fuiste entregado,

y viniste a mí,

desde entonces,

mi moneda de cambio has sido tú,

con la que pagué deudas a la belleza,

la prenda que con dolor se entrega

para recuperarla después con felicidad,

la cual repudia la alegría

cuando una entrega nueva

nos arrastra con sus hojas delicadas,

como aquella mendiga

que recordaba mi rostro vacío

porque entregué cierta moneda que eras tú,

aunque una moneda no pague

el recuerdo,

pero quizás aquel día comieron

sus hijos gracias a ti,

que te vas ahora por mí entregado,

aunque no sé qué pudieron comer

en un mundo que en su opulencia

no es capaz de dar alimento:

las cosas que compras tú, y que vendes,

no son para el cuerpo,

sino para la mente de la hierba,

o del sueño,

o de los mares y la niebla,

o quizás no seas tampoco

nada concreto,

aunque me acompañes cerca,

precioso y eterno,

tú.


Otoño de 1999 - Primavera de 2004

lunes, 19 de enero de 2015

El corazón es un electrodoméstico


 El corazón es un electrodoméstico
que consume mucha electricidad;
pues cuando él se enciende,
pierde potencia la luz del sol.
Podría atar dos muertes
y aprender de la lluvia;
escribir dos silencios con tinta verde
y entrecerrar los ojos ante la luz;
pero el corazón continuaría
gastándome las fuerzas,
robándome las energías para vivir.
Preciso será, pues, buscar
un combustible nuevo, ecológico, potente,
o bien prescindir
de una maquinaría tan poco económica.
¡Pedirle a alguien que me haga
la vida
agradable!
No es pedir poco, sin duda.
Más fácil fuera pedir una estrella;
la luz del sol por la noche,
o que el mar lanzase sus olas
en silencio
contra las rocas.


Otoño de 1999 - Primavera de 2004