Autora: Juana Corsina Editorial: Alfasur Año: 2011
Lugar: Pinto (Madrid) Valoración: ♥♥♥♥♥ +
♠
En
el año 2011 vio la luz el tercer poemario de la ferrolana Juana
Corsina, Una mujer sabe. En
cierta medida, puede considerarse el título una declaración de
intenciones, pues pone ya sobre la pista del hilo conductor y
principal eje del libro: la reivindicación del papel femenino en
todos los ámbitos, y de esos valores asociados —no entraré ahora
a discutir si justificadamente o no— a
la mujer. No
puede decirse que se trate de una obra plenamente programática, pero
una tendencia de esa índole es innegable.
Componen el
volumen nada menos que 74 piezas más bien breves
—la poeta considera que entorno a dieciséis o dieciocho versos son
la extensión idónea para expresar algo poéticamente— en
las que impera el versolibrismo e
incluso la
prosa poética,
vertebradas en
tres partes, llamadas respectivamente “Una mujer sabe”, “Una
mujer habla” y
“Una mujer grita”, que recuerdan a la famosa estructura en cinco
libros de Follas novas,
y no sólo por la similar división, sino por la parecida e
intencionada distribución del material poético, y
su análisis de la situación femenina:
también en Una
mujer sabe vamos a encontrar esa
progresión desde la expresión lírica intimista —desde
ese “saber” que es individual pero aún no ha sido comunidado—
hasta la reivindicación social, centrada en el repudio de la
violencia en toda forma posible —pero
muy en especial la dirigida hacia mujeres y niños—, incluida
la derivada de la pasividad o la omisión,
con una clara defensa del pacifismo (“He decidido que no iré a la
guerra”) —que cristaliza
en
ese “gritar” de denuncia, pero
también de desesperación ante la injusticia—.
Tal
vez el primer aspecto a
resaltar sea el raro
equilibrio entre lirismo y
poesía combativa. La extrema
delicadeza de los versos —cuajados
de metáforas, sobre las que Corsina
tiene un
pleno dominio, entre
las cuales destacan las
relacionadas con la maternidad, que resaltan ese valor de la mujer
como portadora de vida, como constructora, como hacedora, en suma—
se encuentra de frente con la sólida defensa de los valores de la
paz, el entendimiento y la concordia, o,
a escala individual, del amor, la consideración y la comprensión;
lo que permite a la poeta
expresarse con contundencia, pero sin caer en lo escabroso,
como en el poema “Puñaladas
al cuerpo y al alma”, donde la voz poética habla en tercera
persona de una mujer víctima de violencia machista —se deduce del
contexto general en que se
inserta, pero sobre todo del
uso del adjetivo “enamorado” que concluye la quinta estrofa—,
pero sin embargo introduce metáforas tan sutiles como “Siquiera
pudo el trigo proteger a la amapola”.
También
es interesante dilucidar qué
concepción de la vida se
maneja en Una mujer sabe,
y la respuesta es que se trata de una visión
ambivalente, compatible con
el estoicismo, que recuerda en
cierta medida a la de Rosalía
de Castro, o a la de la poesía clásica —de la que Corsina es
declarada admiradora—: la vida se conceptúa implícitamente como
un proceso de aprendizaje, de adquisición de “saberes” y
“sentires” —casi nunca aparecen esos dos sustantivos en
singular—, pero un aprendizaje que resulta arduo y con frecuencia
doloroso. De tal manera que se sintetiza en la visión de la vida
como algo que merece ser vivido, pero donde la muerte es una
presencia constante que supone un descanso final:
“En esta condición de
ser mortal
vivo y muero en cada nuevo
instante;
y me defino, como la novia
de la vida que me abraza,
amante inquieta del alma
que me habita”.
(“La novia de la vida”)
“La muerte es útil, pero
no tengo prisa, la espero sin llamarla”.
(“Mi oración, no es moneda
de cambio”)
A
pesar de los elementos programáticos antes mencionados, no es menos
cierto que la autora ha querido dotar de universalidad a su obra, y
por esa razón, si bien cabe interpretarlas según las coordenadas
apuntadas al principio, la mayoría de las piezas que componen este
poemario es posible leerlas en términos más amplios, tratando temas
como la soledad, la identidad (“¿Quién quiere ser otra?”), la
muerte, el amor —llama la atención que este nunca se presenta
consumado o pleno, sino siempre incipiente (“Contraseñas de
deseo”, “Aún no nos amamos”) o roto (“Noche de los
impares”)—, la dignidad en la desventura —rara vez se insinúa,
a diferencia de lo que vimos en el comentario sobre “A xusticia
pola man”, una concepción de la justicia como venganza, aunque
tampoco está plenamente ausente, como puede verse en “Insomnio
perpetuo”—, la agotadora tarea de vivir (“El tiempo de los
cansancios”), y quizás por encima de todo, el anhelo de libertad
—las metáforas o símbolos relacionados con el vuelo o las aves
son legión—.
La
densidad y amplitud
del material poético impide
hacer un estudio pormenorizado del mismo en esta reseña, así que no
me queda otra que invitar a la lectura de la obra concernida, que sin
duda sorprenderá al lector por su extraordinaria
calidad, le sacudirá por su valor humano, y no le dejará
indiferente por su toma de partido.
Mi querido, Andrés:
ResponderEliminarCon azoramiento, sorpresa y gratitud; leo tu extraordinaria critica a mi poemario.
Sin duda, tus palabras superan a las mías, lo cual solo puedo agradecerte y compartirlas con todo el honor que para mí supone.
Con mi agradecimiento te dejo, también, mis biquiños.
GRACIAS, muchas gracias, amigo mío.