“A promesa nunca debera xogar co recordo”
—Ismael Ramos, Os fillos da fame—
Dice la poeta Juana Corsina —ya lo he dicho en este blog
varias veces, pero merece la pena repetirlo e insistir en ello— que un buen
poema no necesita más de dieciséis versos, pero que, a pesar de ello, en él se
contiene toda una novela. Pues eso es lo que sucede con la poesía de Ismael
Ramos: que uno tiene la vívida impresión no sólo de leer sino de presenciar lo descrito en los poemas.
Pocas cosas hay que me den más repelús que las reseñas de
libros [de poemas] que son más “poéticas” ellas mismas que el propio libro
reseñado, así que intentaré por todos los medios mantener a raya las metáforas.
Autor: Ismael Ramos Editorial: Concello de Outes (edición no venal)
Año: 2013 Lugar: Santiago
Valoración: 4 / 5
El poeta, nacido en Mazaricos (A Coruña) en 1994, se estrenó
editorialmente en 2013 con Hábitat /
Interferencias, una plaquette
merecedora del XVI Premio Francisco Añón de Poesía. En ese texto se prefiguran
ya algunas obsesiones del autor, como la casa, la incomunicación o la muerte, y
también algunos rasgos estilísticos, como la aparente desarticulación entre versos
y estrofas, que a menudo se construyen con una estructura más o menos cíclica y
que, tras una primera impresión de divagación, introducen una escena analógica
intermedia, casi a modo de parábola, para regresar a continuación a la inicial,
pero con sutiles matices en ella; así como la tendencia a la repetición léxica
y estructural, de tal forma que encontramos versos leit-motiv que aparecen y reaparecen dotando a las piezas de un
sentido ondulante pero muy coherente.
En Hábitat /
Interferencias topamos, como su título indica, con una voz lírica asfixiada
dentro de los confines de la casa
“(…) A casa
come metralla. A casa
come. (…)”
y que trata de adueñarse del medio. El yo poético muestra a
cada instante su extrañeza ante lo que le rodea y ante la inoperancia de sus
esfuerzos, ejecutando la taxidermia de un entorno hostil donde la muerte impera
(referencias a pájaros en formol, el luto, cadáveres sujetos con alfileres,
etc.).
Aunque Ramos trabaja con símbolos de todo tipo, la presencia
simbólica de animales, que también se repetirá en su siguiente obra, es otro de
los elementos que destacan en este primer poemario, a menudo como presencias
más bien inquietantes (ovejas que invaden la habitación y se ponen a comer pan,
pájaros que mueren en el jardín, insectos que caminan sobre el cuerpo, …) que
representan ese entorno brutal en el que el yo apenas logra respirar.
El otro eje que vertebra Hábitat
es la incomunicación, simbolizada por el teléfono roto, que acaba de componer
el retablo oscuro en que se desenvuelve la voz lírica, que no en vano (ex)clama
con insistencia “Óelo? Óesme? Óesnos?”. La casa, así, está muda, y esa mudez se
contagia al yo poético, que no tiene más alternativa que el silencio.
Autor: Ismael Ramos Editorial: Xerais
Año: 2016 Lugar: Vigo
Valoración: 5 / 5
Tras su debut, pasarían tres años —lo que ya da prueba de la
poca prisa y la concienzuda labor creativa de Ramos— hasta que apareciese, en 2016,
el novedoso poemario del autor, Os fillos
da fame, preludiado por su victoria en el XVIII Premio Johán Carballeira.
Respecto a la obra anterior, aquí encontramos varias
novedades, aunque se mantengan ciertas “marcas de la casa”. El primer elemento
novedoso que salta a la vista, es la mutación en la forma poética: la
disposición versal más o menos “clásica” de Hábitat
se ve sustituida aquí por una extensión de la línea hasta rozar en algún
momento la frontera —formal— entre poesía y narrativa.
Así, materia y forma poéticas se amalgaman aquí, con
momentos que están a caballo entre la poesía y la narración —si es que, en el
fondo, una y otra cosa son distintas—, en una feliz combinación que extiende el
verso hasta casi diluirlo, pero sin que llegue a ser prosa del todo.
El aspecto escénico —la narratividad, si se quiere— del
contenido del poema, que ya estaba en el volumen anterior, alcanza pleno desarrollo
en Os fillos da fame, donde se
contagia a la estructura global de la obra. Así, podemos seguir perfectamente,
a través de los mini retablos propuestos por Ramos (la espera en el puerto por
la llegada del padre, la compra de ropa nueva, la interpelación al mar, e
incluso una noche de S. Juan), la historia de una familia marinera en un pueblo
costero, con singular incidencia en los efectos de la lejanía del padre en la
dinámica familiar. Los diversos estadios de la maduración vital y emocional de
los personajes implicados (el padre-marinero, la esposa-madre-viuda, los hijos
en diversas edades y experiencias) que van asumiendo por turnos la voz lírica y
que, en sucesivas pasadas, informan de la desolación con que su
disfuncionalidad les embarga. O, en las palabras del poeta, “o territorio da ferida”. El yo poético
—en una técnica muy faulkneriana al estilo de Mientras agonizo— asume muchas formas, aunque todas habladas en
primera persona.
Temáticamente las cuestiones elegidas por el poeta no están
muy distantes de las de su primer libro, destacando la muerte, la
incomunicación, o la revisión crítica de la familia como institución. Pero en
esta segunda entrega se instila en las piezas una cierta aspiración épica, como
de epopeya coral, que no estaba en los versos primeros del autor.
A nivel simbólico, el mar —aunque no se trata en absoluto de
un poemario sobre el mar— le gana
aquí terreno a los animales y reina soberano en ese aspecto, condicionando
ominosamente, como siempre lo hace la naturaleza, la existencia de las
personas, que parecen ancladas en una suerte de repetición obsesiva de los
mismos rituales —las estructuras cíclicas y paralelismos de que ya hablamos son
cruciales para conseguir ese efecto—, tal cual las olas se repiten
incesantemente, yendo a morir a la playa —como la esperanza, quizás—, pero
nunca son del todo iguales.
Otra novedad de Os
fillos da fame es la introducción del tema del amor, que apenas estaba
presente en Hábitat. Y hay que decir
que el retrato del amor que se opera entre estas páginas no es demasiado
halagüeño: encontramos una fuerza desfalleciente, devoradora y estéril:
“(…)
Decátaste, nunca terei fillo con que enche ese
cuarto.
Nunca sangue dabondo para volver pintar
as
paredes”.
Por lo que toca a la adjetivación, es muy parca, y sobre
todo, caracterizada por ciertos rasgos abstractos que raramente se concretan
(los colores aparecen mencionados varias veces, pero normalmente no se
especifican, salvo en el recurrente blanco). En cambio, sí encontramos, sin
excesos, metáforas trabajadas (como “a potencia que encerra calado o cereal”, “como
se fabrica a morte no interior dos pulmóns do pan”, etc.).
Aunque quizás lo que más sorprenda de este volumen sea un
dato biográfico, ya que, a diferencia de quien esto escribe, Ismael Ramos no es
hijo de marinero, ni se crio junto al mar, sino tierra adentro, aunque nadie
podría decirlo a partir de estas páginas: su habilidad y su “fame” —ese
sustantivo omnipresente y tan relevante en el libro— le condujeron a explorar
algo para él desconocido, para descubrir finalmente que el ansia —de todo, cualquier ansia— es lo mismo en un sitio
que otro.
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