Autor: José Carlos Carmona Editorial: Punto de Lectura Año: 2008
Valoración: 4 / 5
“… se refugiaron en la derrota, en la nostalgia
y en la perplejidad de vivir una vida que nunca
pudieron imaginar y que, sin embargo,
estaban viviendo”.
—José Carlos Carmona, Sabor a chocolate—
En 2008 vio la luz la
muy exitosa Sabor a chocolate,
primera parte de una trilogía más estilística que narrativa obra del malagueño
José Carlos Carmona, una de esas personas con talento todoterreno que abarca
desde la docencia universitaria hasta la dirección orquestal, pasando por la
política y la creación literaria.
Con anterioridad había ya publicado en formato electrónico
varias novelas y libros de relatos. La obra que hoy nos ocupa llegaba precedida
por el XIII Premio Literario de la Universidad de Sevilla. Destaca en ella, en
primer término, en el aspecto formal, la brevedad, incluso extrema, del
centenar de capítulos en que se estructura. Con recursos propios del cuento y
de la oralidad, singularmente la repetición —en ocasiones exagerada—, cuenta lo
mínimo imprescindible (en ese aspecto, me ha recordado a Seda), como en fotografías o postales que resumen una existencia en
frases sucintas dominadas por la parquedad estilística.
Entrelazándose inextricablemente con la historia íntima de
los personajes —cuya psique, si bien no es objeto de un gran desarrollo, sí
queda bien definida— están los eventos históricos (motines nazis, la llegada
del cine sonoro, el reconocimiento de los derechos a los afroamericanos…) que
van jalonando, casi imperceptible pero determinantemente, sus existencias, sin
que uno llegue a decidir si los mayores dramas de estas vidas se deben a sus
tragedias particulares o al horror impuesto desde fuera.
En este aspecto, hay un sentido de denuncia que vertebra y
recorre todo el texto y que, con el sorprendente “giro” final y su cambio de
voz, da sentido, por si no lo tuviera por sí misma, a toda la narración previa.
Versa Sabor a
chocolate sobre perder el tiempo, los trenes que se nos escapan, las
oportunidades que dejamos escapar, sobre la melancolía nostálgica de las segundas
oportunidades y, finalmente, sobre la esterilidad de los esfuerzos humanos para
pervivir contra un entorno hostil
donde el poder cercena esa supervivencia.
Cabe decir, por último, que se aprecia en el tramo final un
exceso de aceleración y el acaecimiento de “demasiadas” muertes, que si bien se
explican por la gran extensión del arco temporal —casi ochenta años—, no acaban
de empastar del todo bien dada la concentración formal regida por la economía
de medios elegida para el texto.
Aspectos estilísticos los enumerados, dicho sea de paso, muy
de moda últimamente, con representantes como Mathias Malzieu o el propio
Baricco antes aludido; que responden a un interés por las historias intimistas
y con cierta ingenuidad en el contar que las hace muy queribles, incluso si en
puridad estamos hablando más de cuentos que de novelas propiamente dichas.
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