Título: Os ángulos da brasa / Los ángulos de la brasa
Autor: Manuel Álvarez Torneiro
Editorial: Kalandraka / Visor
Año: 2012 / 2014
Valoración: 2 / 5
Noso
foi o momento que hoxe volve
ao espazo
seguro que é a memoria:
esa
consumación que nunca acaba
—Manuel Álvarez Torneiro,
Os
ángulos da brasa—
Premio Nacional de Poesía en 2013 precisamente por el libro
que hoy nos ocupa, el poeta gallego Manuel Álvarez Torneiro (A Coruña, 1932) persigue
en Os ángulos da brasa —disponible en
edición bilingüe en Visor— un empeño totalizador manifiesto ya desde el propio
título de la obra: de un lado, tenemos la brasa,
es decir, lo que queda después del fuego pero que todavía quema —el recuerdo y
la evocación van a ser un tema esencial de este poemario, en esa perpetua
repetición que la memoria supone—; y, de otro, encontramos el término ángulo, alusivo a un intento de observar
su objeto “de estudio” —la vida toda, en realidad— desde cualquier perspectiva
posible —de ahí las alusiones a todas las disciplinas imaginables, artísticas o
científicas, a todo tipo de situaciones vitales, etc., en un esfuerzo
integrador que hace que Os ángulos da
brasa funcione como un caleidoscopio catalizador de la realidad misma—, que
explica la evidente tendencia a concentrar la atención es microimágenes, con
versos que funcionan como células independientes y dotados de gran intensidad expresiva.
Hay una obsesión del autor por lo que queda del tiempo, por
el desgastarse de la memoria y del mundo, por lo poco del pasado que queda a
flote en la vejez, pero siempre con una intención protectora, preservadora:
“Busco
un pórtico, ás veces, un licor
que vigorice
o ánimo ou recollo
a
memoria do efémero durando”
e incluso una invectiva contra la complacencia con el poder
—este es un tema recurrente, no siempre evidente pero constante como una
corriente subterránea—.
La realización se verifica en un ejemplo de poesía pura, en
el sentido más juanramoniano de esta expresión, que, sin bien exquisita desde
un punto de vista técnico-formal —la técnica empleada es el versolibrismo,
aunque con tendencia a la regularidad métrica, con empleo de un léxico preñado
de ciertas recurrencias (las imágenes lumínicas, por ejemplo, y, por supuesto,
los fenómenos naturales, sobre todo aquellos que contribuyen a desdibujar la
realidad y a transformar lo visible
en lo posible, como la bruma) y
guiado por un esfuerzo sintetizador que tiende a eliminar lo superfluo—.
He de confesar, sin embargo, que cada vez me resulta menos
atractivo este entendimiento de la Poesía: el nivel de abstracción al que suele
trabajar —variable entre unas piezas y otras, como es lógico— determina que a
menudo resulte difícil entender de que están hablando las piezas compuestas
según este canon, de tan puras y abstractas, puesto que en realidad podrían
estar hablando de cualquier cosa.
Llega un momento en el que es tal la catarata de metáforas e imágenes que el
lector fácilmente pierde el hilo léxico e incluso sintáctico del discurso.
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