Título(s): O mesón dos Ermos Autor(es): Ramón Otero Pedrayo
A xente da Barreira Ricardo Carvalho Calero
Editorial(es): A nosa Terra Año(s): 1997
La Voz de Galicia 2002
Valoración: 3 / 5
Aparecida en 1950, A
xente da Barreira fue la primera novela del ferrolano Ricardo Carvalho
Calero, que se destacó más como poeta y, sobre todo, como dramaturgo.
Ejemplo de economía narrativa, casi el esqueleto de una
novela, relata la vida de tres generaciones que sirven al autor para retratar
la evolución de la sociedad rural gallega a lo largo del siglo XIX —aunque no
se ofrece una fecha concreta, hay alusiones a varios eventos históricos,
singularmente la primera guerra carlista, que sirven para centrar el tiempo del
relato—, desde la época de esplendor de la fidalguía
—un estamento distinto por su importancia de su homónima castellana, cuyos
señoríos locales tanto impacto tenían en todos los aspectos de la vida, incluso
política, a través del trasiego de votos para las cacicadas de turno, o las
paternidades abusivas de los señoritos; aspectos que Carvalho no pasa por alto
en su novela— hasta la decadencia de la misma y su disolución en otras clases
sociales, coetánea con el auge de la burguesía, solapada en la tierra gallega
con el de nuevos ricos medrados gracias a negocios que, si bien aprovechaban
las oportunidades que el hueco dejado por los fidalgos les granjeaban, no por ello resultaban menos turbios.
No son extraños en la Literatura gallega los ejemplos de
narrativas donde el espacio geográfico y sociológico viene constituido por el
pazo y sus alrededores, con las relaciones entre sus habitantes como ambientación
central —ejemplos tan eminentes como buena parte de la novelística de Otero
Pedrayo, que el erudito ferrolano conocía bien—, tradición con la que entronca
la obra de Carvalho. Y en este ámbito A
xente da Barreira muestra una influencia clara y directa precisamente con
otra breve de Pedrayo aparecida sólo catorce años antes, O mesón dos Ermos: amplias son las deudas estilísticas, temáticas e
incluso morfológicas entre ambas obras, ya desde el propio título. Por citar
sólo uno de múltiples ejemplos, incluso figuran en ambas obras sendos
secuestros del señor, resueltos en las dos mediante la intervención de un
prelado, episodio en el que el préstamo carvalhiano alcanza tal extremo que
llega a emplear el mismo término que Pedrayo para referirse a los secuestradores,
“xurafás”.
Sin embargo, un aspecto donde el discípulo se separa del
maestro es en el punto de vista, algo que también se deja ver ya desde el
título de las obras: si en el texto de Pedrayo el territorio de importancia es
los Ermos —una naturaleza agreste que coprotagoniza el relato, más que servirle
de mero tapiz, dominando y moldeando las circunstancias y temperamentos de sus
habitantes—, donde surge y se alza desde la nada un muerto de hambre que a
través de su ambición de abrir una posada protagoniza la historia —que en la
obra del ferrolano tiene su remedo en el personaje del Rosende—, en la obra de
Carvalho el peso de la acción transcurre en la Barreira, el espacio de los
señores —que por supuesto figura también en la novela de Pedrayo, y donde
encontramos tipos perfectamente asimilables—.
En este sentido no sea tal vez excesivo afirmar que por su relativamente
tardía fecha de aparición y su temática ya un poco trasnochada —por mucho que
estos aspectos puedan atribuirse a la intención del autor de escribir una obra
“inocua” en un momento en que la Literatura gallega era prácticamente
inexistente por culpa de la uniformadora apisonadora cultural dictatorial—, la
obra de Carvalho tenga más la naturaleza de un afortunadísimo ejercicio
literario donde, aunque con aspectos muy personales, el autor intenta un remedo
del estilo oteriano, que de una obra con verdadera ambición narrativa. A pesar
de todo lo cual se trata de una lectura muy amena y agradable que, leída junto
a su modelo, proporciona no poca diversión a la hora de buscar paralelismos
entre una y otra.
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