Título: También esto pasará Autora: Milena Busquets
Editorial: Anagrama Año: 2015 Lugar: Barcelona
Valoración: 4 / 5
“Me duelen todos los caminos recorridos
con mi madre. La muerte, tan cabrona,
nos expulsa de todas partes.”
—Milena Busquets, También
esto pasará—
Podríamos afirmar, como dice Víctor Díez en un poema de Todo lo zurdo, que “todo lo que queda atrás, lo que voy / perdiendo, me compone. No hay
fortuna / en esta ligereza de restos”. Y de eso va esta novela. Si es verdad,
como afirmaba Rafael Chirbes, que somos aquello de lo que carecemos, las muchas
carencias de Blanca, la protagonista-narradora de También esto pasará, constituyen la materia novelesca fundamental
de esta obra delicada y a la vez punzante.
Y, entre todas esas carencias, ocupa un lugar central la
carencia de la madre, y el vacío que se va sellando poco a poco. Un duelo hasta
cierto punto lúdico donde también se investiga la “normalidad” de la depresión
—la gente deprimida no deja de hacer cosas, incluido reír—, pero más que nada
se plantea una revisión crítica del papel de la maternidad y de las marcas que
deja en sus vástagos.
No fue hasta hace poco, leyendo otra estupenda novela de
María Reimóndez, que reparé en el hecho de que, así como hay muchos libros
hablando de la relación de los hombres con sus padres —bueno, en realidad hay
muchos libros hablando de la relación de los hombres prácticamente con
cualquier cosa—, no es hasta hace poco que empiezan a abundar los libros que
hablan de la relación de las mujeres con sus madres —por contraste con la
cantidad mucho más numerosa de libros que tratan de la relación de las mujeres…
con los hombres, precisamente—.
Hija de la casi legendaria Esther Tusquets, Busquets comenzó
a escribir También esto pasará
después del fallecimiento de la editora en 2012 —aunque insiste en que no le
sirvió como terapia ni como catarsis, todo lo más para poner un poco de orden
en sus pensamientos—.
Si bien mi lectura de El
amor es un juego solitario me pilla ya muy lejos y no sabría decir hasta
qué punto hay reminiscencias estilísticas de la madre en la hija, creo recordar
que tienen en común el empleo de la prosa poética y un gusto por los ambientes
estáticos, no demasiado agitados, donde la palabra encuentra tiempo y espacio
para explorar las emociones sin la ocupación excesiva que el trajín constante
impone a la mayoría de los best-sellers
del día. Lo que, en el fondo, es casi tanto como decir que se parecen en el
blanco de los ojos. ¡Como si fueran las dos únicas autoras que comparten ese
rasgo!
A mí, que leí el libro sin saber que la autora era hija de
Esther Tusquets, me ha sorprendido descubrir en alguna entrevista que, según su
creadora, la madre novelesca no es, o al menos no se menciona, escritora, ya
que, por alguna razón, en todo momento me la figuré como tal, sobre todo al
principio, aunque hacia el final me daba más la impresión de ser una mujer de
negocios. En fin, ¡a saber! Misterios de la lectura.
En todo caso, esto se relaciona con la siempre manida
pregunta de si una novela es autobiográfica: obviamente, sí… y no: si un autor
quisiese reflejar puntualmente su
percepción de su propia vida, escribiría una autobiografía, no ficción.
Pero es imposible que la ficción no esté todo el tiempo permeada por la
experiencia de quien la escribe, sencillamente porque es imposible recomponer
la realidad literaria sin cimentarla en la realidad real y, lo que es más, en la realidad real según el escritor la percibe. Entre otras
cosas porque resultaría por completo irreconocible, tanto para los lectores
cuanto para su propio autor.
Una de las cosas que más se agradecen de esta novela es el
no ser pretenciosa: expone las ideas con claridad, en un estilo elegante y
recortado, fluido sin esfuerzo, lleno de frases “clavo”, con intervenciones
dialógicas muy naturales en general. Una escritura delicada y a ratos un punto
decadente
“La ligereza es una forma de elegancia”, decía yo, “vivir con ligereza y
alegría es dificilísimo”
sirve muy bien de medio a la tristeza serena, la melancolía
que invade estas páginas de principio a fin, en un ambiente que por momentos
puede resultar cómico y casi ridículo que progresivamente se va iluminando
según Blanca vuelve a retomar la vida en Cadaqués y se encamina a la asunción
de ese “también esto pasará”, una
frase extraída de una fábula china en la que el emperador solicita de un
consejo de sabios que le dé una frase que sirva para todas las ocasiones.
Busquets ha definido la novela como una carta de amor a la
madre muerta, (“Durante mucho tiempo, la
única historia de amor que me preocupó fue mi historia de amor contigo”) y
precisamente el grueso de las reflexiones que se presentan en ella versa sobre
el amor,
“(…) me quiere con un
amor irracional y desproporcionado, que tal vez sea el único tipo de amor que
vale la pena, el que no nos merecemos (…)”.
en todos los niveles y dimensiones: desde el omnipresente
amor materno-filial hasta el amor romántico y la paradójica relación con los
hombres:
“No es que el hombre
que tengo delante sea feo, al contrario, pero no es el hombre del que me
enamoré, ya no es un todo, es un conjunto de cualidades y defectos, un hombre
como tantos otros, que mi amor ya no protege ni inventa, a la intemperie”.
Y también levanta testimonio de los “restos” que la hija
encuentra de la madre y la abuela en sí misma, en los nietos, en la casa, el
pueblo y la vida en general
“Yo me hice mayor, los hippies se hicieron viejos y los apartamentos se
llenaron de gente moderna, respetable y rica de los años noventa. Pero los que
tuvimos la suerte de poder vislumbrar (…) los últimos coletazos del espíritu de
los años sesenta, la libertad sexual, la libertad a secas, las ganas de
divertirse, el poder para los jóvenes, el atrevimiento, no salimos indemnes.
Todos tenemos paraísos perdidos en los que nunca hemos estado”.
tratando de evitar la idealización, pero sin lograrlo
siempre
“Sigo
queriendo a toda la gente a la que un día quise, no puedo evitar ver, a través
de todas las deserciones y de la mayoría de las deslealtades propias y ajenas,
a la persona, prístina y clara, de antes de que todo se convirtiese en ceniza”.
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