Título: Todo lo zurdo Autor: Víctor Díez
Editorial: Varasek Ediciones Año: 2016
Valoración: 4 / 5
“Como una baraja mezcla la
memoria. Cortas tú.”
—Víctor
Díez, “Grieta Cruz Roja”—
Siempre es difícil hablar de un libro de poesía sin que la
reseña acabe siendo más poética que lo reseñado y, por tanto, difícilmente
inteligible y completamente inútil. Esto es así porque, como afirma la poeta
Juana Corsina, cada poema contiene toda una novela. En consecuencia, se hace
complicado escribir algo al mismo tiempo informativo, riguroso, entretenido y
medianamente breve cuando tenemos ante nosotros una obra con más de cuatro
docenas de poemas, valga decir, de cuatro docenas de novelas.
Los intereses del poeta leonés Víctor Díez no se
circunscriben sólo a la escritura —con más de media docena de libros a sus
espaldas—, sino que se presenta también como agitador cultural, actor, performer, miembro del cuarteto SIN RED
y colaborador con músicos improvisadores. Y, añado yo, si es que no quedaba
incluido en lo ya dicho, excelente declamador. Todo lo cual da cuenta de la
mirada desde múltiples perspectivas que vamos a encontrar también en lo que
escribe.
En Todo lo zurdo,
Díez nos pone ya sobre aviso desde el propio título del carácter “siniestro”
del poemario, es decir, del interés por mostrar el reverso de las cosas, lo que
queda a desmano pero está ahí, asumir que “todo
instante es moribundo” y adoptar esa moribundia
también como materia poética valiosísima a la hora de completar un retrato fiel
de la realidad fragmentaria y hacerla más fidedigna y comprensible.
La obra se estructura en seis partes autónomas pero relacionadas
por la premisa del título. Más exactamente, consta de cinco partes propiamente
poéticas —la última incluye algunas prosas—, con una cuarta insertada en el
centro, “Del diario imaginario de Denardo Coleman”, consistente en un texto en
prosa relativamente extenso donde el hijo de compositor/músico de free jazz —la elección ya dice mucho por
sí misma— habla de su padre, pero que en realidad constituye una auténtica arte
poética que informa y justifica precisamente el intento artístico de Díez en Todo lo zurdo, con un énfasis particular
en el carácter trascendente de los detalles nimios en apariencia en los que
sólo el artista parece reparar —“Ya no
llueve sobre cualquiera”, dice en la quinta parte, “Poemavudú”— y que, sin
embargo, como la última gota, como el último gramo, tienen poder bastante para
desbordar la taza o inclinar el fiel de la balanza, dicho de otro modo, para
modificar la realidad de forma sustancial e incluso catastrófica.
En unos casos por el fondo, en otros a través de la
desarticulación sintáctica —y a pesar de ello, o mejor dicho, por esa misma
causa, exigentes con el lector para su comprensión—, Todo lo zurdo se convierte en un inventario de desorientaciones
hondamente humanas donde el autor se presenta como “poeta soldador” que procura “meter
la mano en el avispero de las palabras”, que observa entre las grietas —como denomina alguna de las
prosas aquí recogidas— de la memoria, entre “las
rendijas los huecos los vacíos
las junturas” con “la angustia
de no encontrar” aquello que busca o, lo que es peor, de no lograr
expresarlo, de tropezarse con “la lengua
hinchada que no deja pronunciar / el sentido”. Que esgrime
“La mano que amenaza con abrirte la nuez
para que salga, para que caiga
lo indecible.”
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