En este libro asistimos a la última misión, a la última aventura del capitán Darman, que, como ocurre muchas veces, no es una aventura que nos mueva por lugares geográficos (que también) y nos conduzca al futuro, sino de esas que nos adentran en lugares del recuerdo, que nos arrastran al pasado y nos ponen frente a frente con nosotros mismos, con nuestra imagen en un espejo cuya aberración tal vez nos transforme en monstruos. Un viaje que nos devuelve a una existencia cuya remembranza (y cuyo remordimiento) ha ido aniquilando poco a poco nuestro ser, como los trozos desgastados y carcomidos de un mueble dejado a la intemperie.
Se trata de una novela de un lirismo y una melancolía arrebatadores, extremadamente bien escrita, con una prosa hipnótica y gran riqueza de adjetivación, comparaciones, metáforas y demás recursos literarios. Es interesante, además, la estatura entre mitológica y alegórica que a lo largo del libro van adquiriendo los personajes, particularmente el comisario Ugarte, con su capacidad, no se sabe si real o más bien imaginada por quienes le temen, de verlo todo.
UN EXTRACTO: “Sé quién eres, pensaba, sé lo que has visto y lo que has perdido, tu vida y tu país, tu biografía inmolada en nombre de una estéril heroicidad que nadie te agradecerá nunca, tu deseo y todos los espejismos que su consumación exaltó, y no me importa si te has vendido porque lo que pagaste es mucho más valioso que todo lo que imaginaste que recibirías y nadie te dará”.
Una novela, pues, plenamente recomendable, en la que “el arte de narrador de Muñoz Molina, su vigorosa maestría técnica y su estilo preciso y envolvente alcanzan un grado extremo de plenitud y de tensión expresiva cuyo logro admite escasos parangones en la narrativa española contemporánea” (de la contraportada).
JJJJJ
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