Con un sonido espléndido (bien que un poco
crudo en algún punto en la sección de viento-metal, por lo demás estupenda),
esta vibrante segunda integral grabada entre 1975 y 1980 que Jochum dedicó al
sinfonismo del genio de Ansfelden, es considerada por muchos como LA integral
(*) bruckneriana por antonomasia.
Jochum, que no era ya ningún mozo, sorprende
no solo por su entendimiento sin giros estrafalarios del repertorio, sino por
el vigor y pulso de sus idiomáticas lecturas, y por su capacidad para mantener
la tensión sin renunciar (antes bien al contrario, acentuándola) a la esencial
componente contemplativa o ascética de esta música, indispensable para
comprenderla; adscribiéndose, al mismo tiempo, a la tradición germana que prima
o destaca los elementos estructurales o arquitectónicos, algo tan necesario en
estas composiciones que son el puente entre el sinfonismo realizado desde
Beethoven hasta la fecha, y que miran ya a Mahler y posteriores (aun si para
algún movimiento concreto, dependiendo del humor, uno podría agradecer algunos
días unas aproximaciones más incisivas). Aunque esto siempre es discutible, la
8ª y la 9ª, en particular, me parecen fuera de serie.
El desempeño de la Staatskapelle Dresden es
tan sobresaliente que permite comprender por qué después de más de 450 años de
existencia, la formación sigue ocupando los primeros puestos en el ranking de
orquestas mejor valoradas del mundo, con una pulcritud y dinámica de conjunto
que es modelo de virtud.
(*) Conviene decir que no se incluyen las
sinfonías 0 y 00; salvo que la adquiera en la reedición hecha por Brilliant, en
cuyo caso contiene la primera en versión de Skrowacewski.
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