Título: La novela de Pepe Ansúrez Autor: Gonzalo Torrente Ballester
Año de publicación: 1994 Editorial original: Planeta
Valoración: 3/4
El novelista ferrolano Gonzalo Torrente Ballester fue de
esos autores que escriben incansablemente hasta el último día. Para cuando
logró superar el ostracismo a que su obra venía siendo sometida y le llegó el
éxito de público durante los años ochenta —gracias en buena medida a la
adaptación televisiva de una de sus creaciones, la saga Los gozos y las
sombras, y la concesión con Filomeno, a mi pesar del Premio Planeta—, podemos
decir que su obra ya estaba cerrada: acumulaba a sus espaldas docena y media de
novelas que gozaban del beneplácito de la crítica, media docena de obras
teatrales, dos manuales de literatura de referencia —entre otros ensayos—, una
amplia obra periodística…
Sin embargo, disfrutando de esa curiosa posición que otorga
el sobrevivirse a uno mismo, en su última década de vida Torrente, lejos de
apoltronarse, conoció una sorprendente segunda juventud, casi un auténtico
fervor creativo, publicando nada menos que otras ocho novelas en diez años. Es
cierto que se percibe con claridad en su novelística de vejez que ya no tenía
fuerzas para ejecutar aquellos prodigios arquitectónicos e ideológicos como La
saga/fuga de J.B., cosa que tampoco es de sorprender, puesto que estamos
hablando de un sector de su producción creado entre los setenta y nueve y los
ochenta y nueve años. Sin embargo, el autor gallego seguía conservando muchos
de los rasgos característicos de sus creaciones anteriores, pero más que ningún
otro la gracia en el contar: todas esas obras tienen en común la naturalidad
con que el discurso fluye, salpimentado con el ácido humor que le era propio.
La mayoría de novelas tienen partes más narrativas, donde la
acción avanza, y otras donde el autor permite que sus personajes o la voz
narrativa se detengan algo más en la reflexión. Pero en el caso de Torrente
Ballester no es así, pues uno y otro aspecto se funden, a través de su peculiar
uso del lenguaje transido de esa singular gama de la ironía que en las tierras
gallegas se denomina retranca, dando lugar a una terrible profundidad de idea
expresada con un permanente tono de humorismo escéptico.
Haría falta, para hablar de su literatura, densa, no sólo la
extensión de un tratado, sino echar mano de una Historia Universal, un
Compendio de Literatura y, sobre todo, una Historia de la Filosofía, puesto que
sus libros engloban la realidad tal cual es, es decir, en su forma de no ser,
dependiente de la percepción del ente observante, inaprehensible, difusa, y,
peor aún, cambiante incluso para él mismo.
Torrente puede y debe ser considerado como un novelista
filosófico, autor de una literatura de tipo crítico o indicativo que, en este
caso, con La novela de Pepe Ansúrez
(Premio Azorín, 1994), compone un tratadillo sobre el arte de escribir novelas,
desde el planteamiento del germen hasta las vicisitudes de la edición o
publicación —cuyos cambios a lo largo del tiempo Torrente, que vivió más de
cincuenta años en ese mercado, conocía bien—, pasando por las múltiples
decisiones durante la composición, influidas a veces por el peso del entorno
del escritor.
Como en casi toda la producción del gallego, el protagonista
es un mindundi rodeado de otros mindundis en una ciudad pequeña —sólo sabemos
expresamente que no es Ferrol, podría
ser cualquier capital de provincia con zona militar—, poeta local reconocido que
anuncia que va a escribir su primera novela, y rival del prosista oficial de la
villa, a través de quien se introduce el asunto de la esterilidad de la teoría
literaria “en exceso” —ya que, aunque da muchas vueltas al asunto, nunca llega
a ser capaz de escribir ni la primera frase—. Esto da lugar a múltiples
suspicacias entre sus conciudadanos, que especulan sobre cuál será el asunto o
materia de la obra y, sobre todo, si ellos saldrán o no retratados —algo que
dan por sentado—, y si serán víctimas de escarnio. En este sentido, es gracioso
pensar que la novela que Ansúrez se propone escribir podría ser La boda de Chon Recalde que, de hecho,
fue la siguiente obra de Torrente.
Hace poco una escritora compañera del club de lectura al que
asisto mencionaba que esta es una parte de la novelística torrentiana que está
envejeciendo mal, que se nota, por sus modelos y lenguaje, anticuada. En 1994
el mundo que refleja no estaba tan alejado —datos como la introducción en la
Caja de las primeras computadoras nos hacen deducir que la acción transcurre
entre fines de los años setenta y principios de los ochenta, aproximadamente—.
Sin embargo, poco más de veinte años después lo narrado aquí suena extrañamente
ajeno, antediluviano, por ejemplo en la representación de “la querida” y la
moral sexual que se refleja en la relación entre Elisa y Leónidas, que parece
más propia del cine de los años sesenta que del momento que realmente describe.
En este caso concreto, sin embargo, da la impresión de que
fue un aspecto forzado por el escritor, ya que ese ambiente y estilo
efectivamente trasnochados sirven al autor para incidir sobre el asunto de la
vanidad literaria —los modelos ideales del tal Ansúrez son nada menos que
Campoamor y Zorrilla— y la esterilidad de sus enemistades, con un lenguaje
cómicamente envarado, un poco actuarial, y situaciones ridículas.
Podríamos definir La
novela de Pepe Ansúrez como una comedia de enredos donde la vida y la ficción se van entrelazando o
superponiendo, con un punto fantasioso en el que todos los personajes se
comportan como personajes novelescos y con conciencia de ello, por lo cual
también resultan un poco absurdos, lo cual da pie a Torrente para apuntar el
tema del impacto del Arte en la vida.
“—En la
novela se contará mi matrimonio.
—Es lo que
quiero evitar, el ridículo de ese tipejo que va a ser tu marido. ¿Cómo va a
contar el matrimonio después de haber contado mi aventura contigo?
—Precisamente
por eso. ¿No quieres ser el malo de la historia?
—Lo puedo ser
de muchos modos, sin que ninguno de ellos exija el matrimonio. ¿No te das
cuenta de que, contando el matrimonio, me dejáis en ridículo? Porque,
lógicamente, yo tengo que oponerme.”
A pesar de la habitual profusión de personajes, hay pocos
principales. Para meter toda una ciudad en una novela bastan ejemplos
significativos, no es necesario incluir a cada uno de sus habitantes, por eso
con economía y eficiencia Torrente consigue en La novela de Pepe Ansúrez que nos hagamos una imagen perfectamente
determinada de la capital de provincias donde transcurre. Además, encierra en
estas ciento sesenta páginas varios tipos de novela, siempre en un tono
burlesco, como la novela romántica —entre Aurita y Perico—, la novela erótica
—entre Elisa y Leónidas—, o la comedia —en la propia novela en sí—.
Hay que decir que en esta novela breve el autor apunta más
que desarrolla elementos de crítica. Algunos de ellos son: la vanidad de los
artistas y la rivalidad entre ellos; el influjo de la opinión ajena sobre la
propia valoración; la libertad creativa del artista; las dificultades y
disyuntivas de la creación literaria… Todo ello, por supuesto, marcado con el
sello de la socarronería habitual en Torrente.
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