Aunque raro, a veces ocurre que
un artista llega a captar con tal exactitud el alma de un país que se acaba
convirtiendo en símbolo del mismo, en una marca de identidad nacional. Esto le
ocurrió a cierta joven diminuta hoy conocida mundialmente por el sobrenombre de
“Gorrión”, que desde los más humildes orígenes, consiguió elevarse a las más
altas glorias del estrellato planetario, perseguida siempre por un destino
trágico de película que acabó con ella a los 47 años.
Edith Gassion, ya para siempre
Piaf, plasmó como nadie el espíritu de Francia, a tal punto que es difícil no
ponerle su banda sonora al skyline de París, con su tremolante voz de contralto
narrando historias de amores frustrados, de fiestas callejeras, de criaturas arrabaleras
cuyo destino podía tanto inclinarse al éxito social como al desastre, desafortunadas
jóvenes traicionadas … Edith Piaf representa como nadie ese género único que es
la canción francesa, en el cual, lejos de todo artificio vocal, lo que se busca
es el gusto (hoy bastante perdido) por contar una historia. A lo largo de estos
veinte CDs se desgranan hasta 413 canciones (no pocas veces con múltiples
versiones alternativas) que, en aras a la completitud, incluyen incluso ensayos
caseros de relevancia más que dudosa.
El principal talón de Aquiles de
esta caja es el sonido de los primeros registros (digamos que más o menos la
mitad de los discos), que, como no podía ser de otra manera, dado que se
remontan a 1935, está avejentado y con ruidos ostensibles, aunque raramente
resultan inaudibles (es difícil reparar grabaciones casi centenarias). Su
calidad mejora progresivamente, y del ’50 en adelante, es esplendoroso. La
edición, acompañada por una biografía y portafolio ilustrados con numerosas
fotografías, así como una relación de pistas y créditos, está dominada
absolutamente por el negro (incluso la cara inferior de los CDs lo es, detalle
que me ha parecido elegantísimo), que tanta importancia tenía en la presencia
escénica de la diva, adornado por detalles rosas: Piaf sabía como nadie que es
el amor, es decir, las pasiones humanas, las que hacen que veamos la vida de
colores, a pesar de que no sea, en muchas ocasiones, más que un escenario negro
y solitario que tratamos de llenas con nuestra voz que le canta al vacío.
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