Como ya anuncié hace unas
semanas, en la reseña de Casa de muñecas,
tengo intención de diversificar un poco los géneros de los libros que trato en
este blog, acorde con los diversos géneros que leo. Así que hoy le toca el
turno, por primera vez, a una recomendación poética, que lo será doble, además:
un poemario clásico, llegado casi de la antigüedad, y otro actual.
BAI JUYI Y LA DIGNIDAD HUMANA
En el mismo año en que Carlomagno
se coronaba emperador en occidente, un joven proveniente de una familia de poca
fortuna pero perteneciente a la élite intelectual, pasaba sus exámenes
oficiales en la primera meritocracia
del mundo, China. Su nombre para la posteridad es Bai Juyi, aunque durante su
vida conoció algún otro, y es uno de los poetas asiáticos más queridos y más
universales. Fue funcionario, ocupando diversas posiciones, y llegando a ser
gobernador de varias provincias, donde emprendió acciones para mejorar las
condiciones de vida del campesinado, por lo cual el pueblo parece que le tenía
en gran estima, otorgándole fama de sabio, prudente y justo. Su vida, con todo,
no estuvo exenta de tumultos políticos, provocados más por cuestiones
protocolarias que por traición o arribismo: su serena pero dura crítica contra
el estilo de vida ostentoso de la aristocracia y la corrupción de la corte
imperial, que llegó a convertirse en una constante de su poesía, se extendieron
hasta su vejez, granjeándole algunas enemistades, por lo cual fue “desterrado”
en dos ocasiones (entiéndase, enviado como gobernador a provincias remotas,
alejadas de la corte y consideradas destinos ingratos).
En este sentido, puede
considerársele un poeta social avant-la-lettre,
puesto que declaradamente usó numerosas composiciones para inducir una
reflexión sobre las condiciones de vida de las clases humildes, y en especial
de los agricultores, promoviendo así el progreso social. También se revela en
sus poemas como un pacifista decididamente contrario a la guerra (ya en su
niñez se había visto forzado a huir a casa de unos parientes por su causa), y
sobre todo a las campañas bélicas prolongadas, tan costosas en términos de
recursos como en vidas.
Su obra supone una peculiar
mezcla de poesía lírica con narración de eventos personales. Yo destacaría,
sobre todo, su mesurada pero sólida defensa de la dignidad humana (como buen
budista que era). Este poema, en el que puede verse este carácter que comento,
titulado “Amargo invierno en la aldea”, me ha impactado, entre otras cosas por
lo que tiene, casi 1200 años después, de actual:
En el octavo año de este reinado,
en el duodécimo mes lunar,
nevó copiosamente durante cinco días; incluso
los bambúes y los pinos murieron;
¿y qué fue de la gente sin
ropa? Recorrí los alrededores para verlo,
averiguando que de cada diez familias,
ocho o nueve eran pobres; el
viento del norte les cortaba
como una espada, y ninguno tenía suficiente
para cubrir su cuerpo; los aldeanos quemaban
hierbajos y rastrojos, hoscamente
encorvados sobre el fuego esperando a que el sol
saliera; en un invierno tan amargo como este,
es el campesino quien más sufre;
me miro a mí mismo, a mi puerta que
cierra tan bien, a mis ropajes de piel,
a mi edredón de mullida seda;
no importa si me siento o me acuesto,
siempre estoy cómodo; ni
el hambre ni el frío me incordian; no
tengo necesidad de salir a trabajar
la tierra; pero entonces, pensando en todo
esto, me avergüenzo de mí mismo y
me pregunto, “¿Qué clase de hombre
soy yo?”
Poéticamente, Bai fue siempre un
conservador, con gran querencia por las formas clásicas. Por las experiencias
comentadas más arriba, en su poesía el desarraigo ocupa un lugar importante, la
sensación permanente y angustiosa, afrontada con cierta resignación, de no
pertenecer a ninguna parte, de estar siempre lejos del lugar al que uno
pertenece, de estar constantemente en
camino. Su estilo llano y accesible, plagado en muchas ocasiones de una
sugerente sensualidad, se reviste de una engañosa sencillez, que se adentra
incluso en las cuestiones más profundas y variopintas: desde la condición de la
mujer hasta las condiciones de vida de la gente llana; desde poemas políticos y
sociales hasta otros donde reflexiona sobre la amistad y la parentela; desde
poemas en los que habla de sí mismo hasta otros donde refleja pensamientos
aleatorios promovidos por la contemplación de su amada naturaleza …
De su copiosa producción, he
leído en este caso la generosa antología (en inglés) preparada por Rewi Alley
para New World Press en 1983, bajo el título Bai Juyi. 200 selected poems. Como señala el prologuista, el
traductor tomó la decisión de no encorsetarse por las formas poéticas de Bai,
algo que no habría tenido ningún sentido en dos lenguas tan distintas como el
chino y el inglés, además de prácticamente imposible. Tiene gran éxito, sin
embargo, al decir de Mao Dun, en conservar el espíritu de la poesía de Bai, centrándose
en lo que él quería transmitir, más que en cómo lo transmite.
ROCHI NOVÓA Y LA DELICADEZA
La segunda recomendación de este
mes recae sobre la poeta orensana Rochi Novóa, y su libro en gallego Farrapos de boneca (Harapos de muñeca). No conocía a esta autora y este pequeño volumen
es mi primer contacto con su obra, que, he de decir, me ha sorprendido muy
favorablemente. El libro se compone de 37 piezas, y plantea una experiencia
artística múltiple, pues aparte de los textos, incluye numerosas fotografías,
así como un cd con varios poemas recitados por la propia autora y canciones con
letra suya. La alternancia blanquinegra de la edición es impresionante, con
predominio absoluto del negro.
Como características de la poesía
de Rochi Novóa creo que ha de destacarse sobre todo un carácter profundamente
femenino, en el sentido de explorar la experiencia de la mujer en el mundo casi
desde todos los ángulos y desde todas las posiciones que puede ocupar: madre,
hija; amante, esposa; valiente, sumisa; luchadora, resignada; … Pero, a partir
de ahí, como toda la buena literatura, va de lo particular a lo general, de lo
íntimo a lo colectivo, y empieza a tratar sentimientos universales como el
deseo, la desolación, el amor, el abandono, la entrega, o incluso el propio
impulso artístico … La delicadeza, la sensualidad, el poder de evocación, la
intensidad, el recogimiento, son elementos que fluyen e inflaman los versos de
esta poeta.
“Engullo recuerdos
bebo morriña
y escupo sangre”
Mil grazas pola delicadeza do trato, non deixa de asombrarme estes calificativos. Demasiado tímida para seguir comentando, grazas, grazas, grazas.
ResponderEliminar