Pensar, en ocasiones, me duele,
—ideas tan terroríficas
me recorren la mente—,
tan extraños parajes y reacciones,
laberintos tan interminables,
que no ha nacido aún
mortal que soportar los pueda.
Tantas certezas han anidado en mí,
con tal claridad conozco
lo que va a suceder,
que no puedo ya recordar
los círculos del tiempo
que en mí se inscribieron:
sé ahora que el tiempo,
circular,
para detenerlo no,
para cambiarlo
(pues no existe, o no se detiene)
hay que atravesarlo
de un lado a otro.
¡Qué mal se nos han contado
las cosas!
¡Creemos haber conseguido tanto,
y continuamos aún haciendo
lo mismo!
Puede ser que hayamos cambiado
el envoltorio,
pero la esencia es idéntica.
Tratan de convencernos,
y nos dejamos convencer alegremente.
La desgracia golpea
siempre
a los mismos.
Golpea tal vez a los que lo
merecen, en la promesa
de una vida mejor.
Los que recuerdan el mal permanecen,
no existirán entonces.
El tiempo ha girado,
ha vuelto a empezar:
herrumbrosos nos quejaremos,
y todo será igual
siempre.
Otoño de 1999 - Primavera de 2004
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