(Foto: Richard Tuschman)
Nunca sabrás por qué lo hice. Te quedarás ahí, lanzando
improperios al aire, masticando tu furia. Zarandeando tu lengua rosada como una
bandera que ondea al viento, frunciendo tanto los labios que se te mancharán un
poco los dientes con el carmín. Yo seguiré callado, aflojándome la corbata,
mientras tú te quitas las medias, enrollándolas pierna abajo, y aguantaré el
chaparrón poniendo una atención exagerada en cada movimiento. Tú dirás que lo
sabes todo (porque eso te tranquiliza), y yo lo seguiré negando, y nunca te
diré la verdad. Hasta que ya no sea posible sostenerse por más tiempo las
miradas.
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