Inmerso en sí mismo
el cantar se escapa.
No conoce razón, ni servidumbre,
ni obligación que se lo impida.
Principio ni fin no tiene,
ni voz para hablar que no sea la tuya.
Utiliza todo cuanto de sí
inmutable parezca,
y su duradera ilusión
no pertenece ni al mundo real
ni a aquel otro más inmerso en la realidad
que bien pudiera ser el imaginario.
Se han dado todo tipo
de explicaciones,
mas ninguna ha sido satisfactoria
en cuanto a poder delimitar
los ámbitos de su participación.
Explosiones burdas se oían a lo lejos
mientras sucedían estas cosas,
pero el día que naciste tú se callaron
todas.
No podía ser de otra manera,
pues ante un ser
como tú
o de tu naturaleza
no hay palabras posibles.
Otoño 1999 - Primavera 2004
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