El
secreto de confesión.
La noche extendía su manto
misterioso sobre el pueblo. La beata caminaba deprisa, algo
alborotada. Creía sentir pasos tras ella. Cuando se volvía, no
había nadie; seguía caminando y le parecía oír pasos de nuevo;
pasos misteriosos que nadie daba. Y la noche continuaba cerniendo una
negra espesura sobre las casas. Ya estaba subiendo la cuesta que
conducía a la iglesia. La farola que iluminaba aquel punto estaba
rota y no funcionaba, dejando completamente oscuro el callejón que
desembocaba allí. Al pasar justo por delante, miró hacia la negra
profundidad del callejón sin distinguir nada y aceleró el paso.
Por fin, llegó a la iglesia,
que estaba totalmente iluminada. El organista ensayaba unas piezas de
relativa dificultad con el coro y el órgano. En los solos del
órgano, los ecos se perdían misteriosamente por las naves laterales
del edificio. La idea de que hubiese gente la tranquilizó.
Se dirigió al confesionario,
murmuró y escupió sus pecados, se le impuso una penitencia y
fue absuelta.
Se arrodilló la beata en un
reclinatorio cerca del altar y allí despachó,
en un periquete la penitencia como quien tiene práctica. Casi
corriendo, se dirigió a su casa.
Alguien salió del oscuro
callejón embozado. Le tapó la boca y la arrastró hacia el
callejón.
La violó.
La beata intentaba gritar y
desasirse de él, pero no lo consiguió. Cuando el criminal estuvo saciado le propinó un tremendo
bofetón que la dejó inconsciente y se marchó corriendo.
Tres días más tarde,
encontraron a la beata en su casa, dentro de la bañera, con el agua
corriendo y las venas de las muñecas cortadas, muerta. ¿No sabía,
acaso, que el suicidio es un pecado?
*********
El eco del órgano se hundía en
las profundidades de las oscuras naves laterales. Las pisadas de
aquel hombre con botas resonaban misteriosamente en todo el edificio.
Se quitó el sombrero y la capa
y se arrodilló en un reclinatorio para orar. Estuvo rezando cerca de
media hora. Luego, se levantó y se dirigió al confesionario.
-Ave María purísima.
-Sin pecado concebida.
-Dime, hijo, ¿cuáles son tus
pecados?
-He violado a una mujer, padre.
-¡Jesús! ¡Jesús! ¡El cielo
nos asista!
-Y estoy muy arrepentido, padre.
-... siendo así, reza veinte
Avemarías y quince Padrenuestros, y reza ahora el Acto de Contrición
mientras yo te absuelvo.
El criminal rezó toda su
penitencia. Cuando salió del templo, iban tras él el organista y el
sacerdote, que cerraron las enormes puertas del edificio. Todo estaba
en silencio, y no había nadie por la calle; todo sumido en una
oscuridad sepulcral.
El criminal bajaba la cuesta de
vuelta de la iglesia. Se oyó el sonido de un coche que pasaba. De
pronto, el coche lo arroyó, tan brutalmente que lo partió por la
mitad. Tres días después aún encontraron una mano presa en un
seto, a medio kilómetro de donde había ocurrido el accidente.
1995 - 1998
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