Ir al cine un día de frío.
Siempre
me ha gustado ir al cine. Sin embargo, casi nunca veo la tele. La
noche es muy fría. Yo no lo sé, porque estoy ante la estufa, dentro
de casa. Salgo. Voy a llamar a mi mejor amigo para que vaya conmigo a
ver una españolada. La película promete ser tremendamente mala.
Cierro tras de mí la puesta del edificio. En efecto, la noche es
fría, muy fría. Al poco rato casi empiezo a tiritar. Hace mucho
frío. Tarareo la obertura de Nabucco
mientras me dirijo a casa de Julio. El camino está bastante oscuro,
como siempre. Si alguien quisiese atacarme ahora sería presa fácil.
¡Pero qué frío hace! Corro el riesgo de ser rechazado, por
supuesto, sobre todo porque sólo falta media hora para que empiece
la función. Subo la escalera. Timbro. Julio baja hasta el portal.
-Hola.
¿Vienes al cine?
-Hoy
no tengo ganas.
-Bueno...
—estoy pensativo, cara de bobo—. ¿Y mañana? ¿Vienes al cine?
-Vale.
-Adiós.
-Hasta
luego.
Corría
el riesgo de ser rechazado: ¡hace mucho frío! Después de todo,
bien pensado, tiene razón: yo tampoco tengo ganas de ir al cine.
Hace demasiado frío.
1995 - 1998
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