La perfección.
Poco
hemos de fijarnos, y no hace falta ser un observador muy sagaz, para
darse cuenta de que la Historia no sucede por suceder, que las cosas
no ocurren porque sí. Las cosas suceden para nosotros, como si
alguien se preocupase por enviárnoslas para entretenernos, con una
intención muy precisa. No estamos predestinados. Todos podemos
manipular nuestro destino. Porque ese alguien... somos nosotros.
A lo lejos se oía una canción.
Sí, alguien cantaba. Era una voz femenina, muy clara, muy aguda, muy
precisa. Algún despistado se había dejado la radio del coche
encendida, y una música estruendosa resonaba por todas partes,
reverberaba contra las paredes del aparcamiento. ¿Quién cantaba?
Sí, era la mujer de la limpieza. Llevaba su walk-man
a todo volumen, y una bata azul, con una tarjeta identificativa que
colgaba de su bolsillo izquierdo. Con movimientos rítmicos manejaba
su escoba. No, no era una escoba. Era una mopa. Movía la mopa hacia
adelante y hacia atrás. Adelante, atrás, adelante, atrás,
adelante, atrás. Ya casi no quedaban coches. El más llamativo era
el que tenía la radio encendida. La señora de la limpieza cantaba
muy fuerte, y subió aún más el volumen de su walk-man.
Pisadas de varias personas resonaron, y dos hombres y una mujer se
dirigieron cada uno a su coche. Se marcharon, ante la mirada
rencorosa de la interrumpida mujer, que veía cómo los tres coche
pisaban todo lo que ella había limpiado.
Pensó:
-(La Perfección es patrimonio
de unos pocos. Sólo los Elegidos podemos dominarla y utilizarla.
Estos estúpidos no saben lo que es. No pueden saberlo. No pueden
sentirlo).
Y con rítmicos movimientos,
volvió a manejar diestramente su mopa. ¡Qué elevados eran sus
pensamientos! ¡Cuán elevados su sentimientos! Aquel dominio que
tenía sobre la Perfección, aquel dominio que creía tener la
llevaba, inexorablemente, a menospreciar a los demás.
Después de todo... ¡qué cruel
había sido la vida con ella! ¡Qué cruel, negándole las delicias
del conocimiento! Ella, con su mísero sueldo, trataba de paliar su
ignorancia comprando libros y más libros, de todas las disciplinas,
de todos los géneros, en todos los idiomas que había conseguido
dominar con tiempo y esfuerzo...
Su mente se empapaba de
conocimientos, al igual que una esponja se empapa de agua.
Se oyeron pisadas.
El hombre del coche que tenía
la radio encendida ya se marchaba a su casa. Su pequeña hija y su
amorosa mujer esperaban con ansiedad su llegada.
Entretanto, la señora de la
limpieza veía nuevamente destruido su trabajo.
Un objeto muy contundente golpeó
la cabeza del hombre, que cayó, inerte, al suelo.
La señora de la limpieza pensó:
“Esto es la Perfección”, mientras seguía sonando fuertemente la
música de la radio y ella fregaba rítmicamente.
1995 - 1998
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