El testamento.
“Esta
carta llevará mucho tiempo escrita cuando la recibas. Porque, de
hecho, lo más posible es que no la recibas nunca. Como ves, está
escrita a mano, cosa inusual en mí. En este momento, minutos antes
de verte, se me ha ocurrido escribirte. No, no te rías, es menos
ridículo de lo que piensas. Se me acaba de ocurrir la idea de que
incluso sería posible que un día esta carta fuese un relato, uno de
mis relatos. Esto sí es más ridículo de lo que parece. ¿Quién
sabe? Cuando recibas esta carta, aunque seguramente nunca la recibas,
porque es posible que nunca te la envíe, tal vez incluso esté
muerto. Por eso pensaba... ¡qué infinitamente necio es el ser
humano! Si yo te enviase esto y segundos después muriese... al
recibirlo, estarías escuchando (leyendo) el monólogo de un muerto.
No sé si me entiendes. Luego escribiré.
Bueno,
no soy tonto. Ya sé que escribir cartas para no enviarlas es una
tontería, pero qué se le va a hacer. A ver, según tú, cómo te
digo yo: “Te quiero, ¿sabes?”. Uno no puede andar por ahí
diciendo: “¡Te quiero!”. Si fueses en extremo tolerante y muy
educado, me dirías, por lo menos: “¡Ay, qué bonito y saleroso mi
niño!”. No; ni te enviaré esta carta, ni sabrás nunca que te
quiero. Decírtelo podría suponer, además, que te alejases de mí;
entonces ya ni siquiera podría verte. Verte siempre es grato a la
vista. Quizá sólo lo sea para mí, porque te amo. En fin. Así
es la vida. ¿Qué cosas tiene, verdad? Es una ramera, igual que la
suerte. No, no pienses mal, no soy nada intolerante, solo sucede que
a veces se me contamina el lenguaje; yo nada tengo contra las
rameras. Pero la vida es una puta, desde luego.
Estaba
pensando: ¡qué pareja haríamos! Tú guapo, musculoso (tienes un
torso que parece un tablao
flamenco), arrogante, sólo un poquitín, justo lo necesario;
arrojado... Yo feuchito, débil, tímido... Los dos somos muy
inteligentes, así que nada te digo de esto: sigo quedando por debajo
de ti, infinitamente por debajo de ti. Yo solamente aspiro a conocer
mejor al ser humano, contigo o sin ti, porque te juro que no lo
entiendo. ¡Qué bicho más complejo! El reloj da la hora. Me está
interrumpiendo y lo sabe. Es un alevoso. Esto último lo sospecha,
pero no acaba de creérselo.
¡Qué
sarta de tonterías puede uno escribir en una noche! No me creo que
esto sean tonterías. ¿Qué es esto, sino amor? Cuando ya desvarío
así, es que algo pasa. ¿Qué es esto, sino amor? Porque estoy muy
enamorado de ti, pero lo disimulo bastante bien.
Se
me acaba de ocurrir: ¿y si tú también estuvieses enamorado de mí?
I'm falling in
love with you, and you are falling in love with me.
Imposible, ¿verdad? Un momento. ¿Fuiste tú quien me dijo que le
gustaban los gatos de Angora? A mí me encantan. Sofisma: yo amo los
gatos de Angora; tú amas los gatos de Angora; luego tú y yo nos
amamos. Nos amamos ardientemente pero no nos atrevemos a expresarlo.
Esta situación es ridícula. Lo más ridículo a lo que me haya
enfrentado en mi vida. Las once menos veinte: ¿qué estarás
haciendo a estas horas? ¡Ay, en fin, ven en mi ayuda, oh, poderoso
Cupido, tiende tus redes sobre él, poderoso señor de los amores
humanos!
¡Qué
insensato soy! Nunca podrás amarme. Ni siquiera la mitad de lo que
yo te amo. Les voy a demostrar, le voy a demostrar al mundo, lo que
soy capaz de hacer con una maquinilla de afeitar. Y te enviaré la
carta. La carta. Esta carta. Mi declaración de amor. ¡Tiene que
llegar ante todo!
Francisco
de Basón, 26 de noviembre de 1998”
**********
La
mañana del 27 de noviembre de 1998, fueron hallados los restos de
Francisco de Basón, desangrado, en su habitación del prestigioso
Sanatorio Mental de Monte de Cristo. Este trágico suceso contribuyó
al desprestigio del famoso sanatorio. Su psicólogo declaró que el
paciente se hallaba en una etapa de fuerte depresión. Otros dijeron
que había muerto de amor, o por amor. Se le enterró en el
cementerio del sanatorio, por no tener familiares de ninguna clase.
La carta hasta ahora inédita que aquí presentamos nunca llegó a su
destino, y se desconoce su destinatario.
1998
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