Tronaron los mares y los cielos,
y se conmovió la tierra
cuando nació la fuente de todas
las luces.
Veinticuatro mil rayos surcaron
las atmósferas.
Por primera y única vez se pudo
escuchar la música
de los dioses.
Con los ojos de la sopresa
acudías tú a todo esto.
Recordaré siempre lo que dijiste
entonces:
“Benedicta tu in mulieribus”,
y todo, como el agua clara,
y la verdad fue revelada.
Otoño 1999 - Primavera 2004
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