jueves, 21 de abril de 2016

Yo, que soy de roca

Yo, que soy de roca,
ya no puedo mirarte por más tiempo,
por no malgastar
los años que te quedan de la escarcha.

La verdad nos presta muchas cosas,
mas nos arrebata otras tantas
hasta impedirnos ver, quizás,
lo más íntimo,
lo más obvio.

Bañado en mares de soberbia púrpura
el corazón se va ahogando,
hasta convertirse en un breve resquicio
de la desesperación
iluminado con los sonidos
más terribles de la noche
como bramidos de la tierra,
respirando en la agonía del humo
hasta que el corazón muere,
a pesar de estar vivo.

El viaje por las catacumbas
no acaba en ningún lugar,
se adentra en la oscuridad
hasta topar conmigo:
esto lo descubro
al pasar bajo las vigas del pensamiento,
ensartadas en el alma
como espadas en la carne.


Lejano se oye el aleteo de la muerte.

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