jueves, 14 de noviembre de 2019

Kent Haruf, "Nosotros en la noche" - LIBRO DEL MES

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Autor: Kent Haruf   
Editorial: Random House Mondadori
Año: 2016
Valoración: 4/5


Tras una larga ausencia de actividad semivoluntaria es hora de retomar este blog, y lo hago hoy con una delicia breve. Sabedor de su cercana muerte a causa de una enfermedad pulmonar, el escritor estadounidense Kent Haruf tuvo aún tiempo y voluntad en el verano de 2014 de rematar una última novela, traducida como Nosotros en la noche.

Podríamos describir este libro como una historia de seres solitarios, necesitantes, que habitan en los espacios de penumbra —“Las noches son lo peor”, dirá Addie—: la literalidad del título original, Our souls at night —“Nuestras almas de noche”— nos da una pista interpretativa, pues si el término “soul” puede figuradamente traducirse por persona, su significado primario de “alma” avisa ya al lector de que en este libro las almas van a quedar al descubierto, pero al amparo de la noche. Donde, de hecho, empieza y termina la historia.

Ambientada en la ficticia Holt (Colorado), pequeña ciudad de provincias, estos seres —un improbable grupo de personas: dos vejestorios, un niño y un perro— en busca de la construcción de una nueva normalidad exponen sus deseos con sencillez y claridad, solo para estrellarse con la incomprensión de la sociedad y el egoísmo de los hijos, plasmando así Haruf la vieja dicotomía individuo vs. sociedad / libertad vs. deber, y contraponiendo la naturalidad de las pulsiones individuales y enternecedoramente humanas, de un lado, con modelos sociales encorsetados e hipócritas, de otro.


“Todo se reducía al instinto y los modelos con los que habíamos crecido.”


Addie, Louis y Jamie replicarán el esquema de una familia “normal” que paradójicamente se topa con los prejuicios familiares y sociales, los cuales dan por sentado que el amor es algo indebido alcanzada la senectud, manifestando una total incomprensión hacia la pulsión de afectividad ajena que sin embargo esa misma sociedad reclama para sí. Y más aún alcanzará su punto álgido cuando Addie se encuentre con la incomprensión total de su hijo, un botarate egoísta incapaz de ver más allá de sus narices ni de cuidar de su propio hijo que sin embargo se permitirá el lujo de alzarse en censor del bienestar ajeno.

Y nada mejor para desnudar el alma que desnudar también el texto, presentando al lector casi el esqueleto de una novela, con los recursos estilísticos adelgazados al mínimo, hasta la práctica inexistencia, rasgo que se extiende incluso a una parquedad de puntuación tal que por momentos no se sabe si los personajes hablan o piensan o es el narrador quien está describiendo. El texto se estructura en párrafos y frases muy breves donde las acciones más que las explicaciones serán las que den lugar a la reflexión, en una muestra llevada al extremo del axioma show, don’t tell. Y, como todos los textos bien formulados, a pesar de su parquedad estilística, dejará el poso de las preguntas resonando durante mucho tiempo en nuestra cabeza, que es lo que consiguen los grandes libros.


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