miércoles, 24 de febrero de 2016

Comentario-homenaje a Rosalía de Castro en su aniversario

 

No hay muchos artistas que trasciendan la posteridad para alcanzar el grado de símbolo que con respecto a Galicia ha alcanzado Rosalía de Castro, una especie de identificación entre la nación de la que provienen y el sentimiento que expresan. En el 179 aniversario de su nacimiento, quiero homenajear a una de mis autoras favoritas de todos los tiempos, a la que leí y releí muchísimo, en mi adolescencia sobre todo. Con Rosalía sentí por primera vez esa extraña comunión que apenas te ocurre con un puñado de autores, en la que pareciera que el artista hubiese abierto tu cráneo y tomado puntual cuenta de lo que allí se encuentra. Ese recordatorio de que, por muy individuales que seamos, lo que nos asemeja es mucho más que lo que nos distingue, y que, por tanto, siempre hay alguien cuyas experiencias son tan similares, y su forma de expresarlas tan parecida, que podríamos haber empleado las mismas palabras para expresarla. También fue Rosalía la que me enseñó por primera vez la ambivalencia y contradicción que simultáneamente puede darse en los sentimientos, coloreando con una gama de todos los tonos posibles el lienzo del alma humana:

(…)
mas donde la gracia me falta
el sentimiento me sobra,
aunque este tampoco basta
para explicar ciertas cosas,
que a veces por fuera uno canta
mientras que por dentro uno llora

(Cantares Gallegos, cantar 35)

(…)
desde mis ventanas veo
el templo que quise tanto.

El templo que tanto quise...
pues no sé decir ya si le quiero,
que en el rudo vaivén que sin tregua
se agitan mis pensamientos,
dudo si el rencor adusto
vive unido al amor en mi pecho.

(En las orillas del Sar, “Orillas del Sar, I”)

Consistirá mi pequeño homenaje en un simple comentario personal y subjetivo de uno de sus poemas más conocidos. No es mi favorito —eso me costaría dios y ayuda decidirlo—, pero sí me parece representativo de las dos vertientes más destacadas de la obra rosaliana —por cierto, ¿alguna vez habéis reparado en que cuando hablamos de autorAs, tendemos a nombrarlas más por su nombre de pila que por su apellido? Algo que no sucede con sus colegas varones—: la expresión emocional desatada —uno de los elementos grandiosos de su poesía es la capacidad que nuestra autora tenía para transformar en colectivo, en universal, su sufrimiento personal, que, de esa manera, trasciende el ámbito de la mera queja, dada su (...) natural disposición (que no en balde soy mujer) a sentir como propias las penas ajenas”—, y la preocupación social.

El texto, “A xusticia pola man” (“La justicia por la mano”) es el siguiente (la propia Rosalía hizo una adaptación al castellano, pero en aras de la literalidad, tanto como esta es posible, doy mi propia traducción):

Aqués que tén fama d' honrados na vila
roubáronme tanta brancura qu' eu tiña;
botáronme estrume nas galas dun día,
a roupa de cote puñéronma en tiras.
Nin pedra deixaron en dond' eu vivira;
sin lar, sin abrigo, morei nas curtiñas;
ó raso cas lebres dormín nas campías;
meus fillos... ¡meus anxos!... que tant' eu quería,
¡morreron, morreron ca fame que tiñan!
Quedei deshonrada, mucháronm' a vida,
fixéronm' un leito de toxos e silvas;
i en tanto, os raposos de sangre maldita,
tranquilos nun leito de rosas dormían.

Salvádeme ¡ouh, xueces!, berrei... ¡Tolería!
De min se mofaron, vendeum' a xusticia.
Bon Dios, axudaime, berrei, berrei inda...
tan alto qu' estaba, bon Dios non m' oíra.
Estonces, cal loba doente ou ferida,
dun salto con rabia pillei a fouciña,
rondei paseniño... (ne' as herbas sentían)
i a lúa escondíase, i a fera dormía
cos seus compañeiros en cama mullida.

Mireinos con calma, i as mans estendidas,
dun golpe ¡dun soio! deixeinos sin vida.
I ó lado, contenta, senteime das vítimas,
tranquila, esperando pola alba do día.

I estonces... estonces cumpreuse a xusticia:
eu, neles; i as leises, na man qu' os ferira.

Trad.:

Aquellos que tienen fama de honrados en la villa
me robaron tanta blancura que yo tenía;
me echaron estiércol en las galas de un día,
la ropa buena me la hicieron trizas.
Ni piedra dejaron en donde yo vivía;
sin lar, sin abrigo, moré en las fincas;
al raso con las liebres dormí en las campiñas;
mis hijos... ¡mis ángeles!... que tanto yo quería,
¡murieron, murieron con el hambre que tenían!
Quedé deshonrada, marchitaron mi vida,
me hicieron un lecho de tojos y silvas;
y en tanto, los zorros de sangre maldita,
tranquilos en un lecho de rosas dormían.

Salvadme ¡oh, jueces!, grité... ¡Locura!
De mí se mofaron, me vendió la justicia.
Buen Dios, ayudadme, grité, grité todavía...
tan alto que estaba, buen Dios, no me oía.
Entonces, cual loba rabiosa o herida,
de un salto con rabia cogí la hoz,
rondé despacio... (ni las hierbas sentían)
y la luna se escondía, y la fiera dormía
con sus compañeros en cama mullida.

Los miré con calma, y las manos extendidas,
de un golpe ¡de uno solo! los dejé sin vida.
Y al lado, contenta, me senté de las víctimas,
tranquila, esperando por el alba del día.

Y entonces... entonces se cumplió la justicia:
yo, en ellos; y las leyes, en la mano que los hería.

Como sucede con todos los poemas de Follas novas (Hojas nuevas), 1880, no está claro el momento de composición de esta pieza. Al momento de aparecer el libro, la autora llevaba en un misterioso silencio editorial nada menos que trece años; a pesar de lo cual, parece que debía gozar de cierta reputación, pues fueron “viejos compromisos” los que la obligaron a dar la obra a la estampa, a petición de la Sociedad de Beneficencia de los Naturales de Galicia en La Habana, de la cual era socia honoraria, a pesar de que, como indica en el prólogo, no tenía intención de publicar más, ni de volver a escribir en gallego después de esta obra. Además, poco después de su aparición tuvo lugar un escándalo relacionado con la inminente publicación —que nunca llegó a tener lugar, ni se conserva el texto de la discordia— de un artículo de Rosalía que desató una viva polémica y acabó saldándose con el destrozo de la editorial; episodio que, muy probablemnte, no habría tenido lugar de no haberse tratado de una escritora conocida.

En relación a esto último, es importante tener en cuenta que Rosalía manifestó siempre una clara conciencia de ser mujer —obvio—, de ser una mujer casada y madre —con todo lo que ello implicaba en su época—, de ser una mujer casada que escribía, y del papel que, como mujer, esposa, madre y escritora le cabía esperar. En concreto, Rosalía tenía un idea exacta de cuál era el tratamiento que los artistas reciben, y cuál debería ser este en su opinión. Este factor constituye una constante de su obra, desde sus primeros escritos —el panfletario Lieders—, pasando por muchos de sus poemas o artículos —Las literatas o los prólogos de sus obras—, hasta llegar a su correspondencia privada. El artista gozaba de proyección política y social. Lo que pensaba al respecto podemos leerlo en una carta a Murguía 1 —quien, dicho sea de paso, no sé si fue el mejor esposo, no me compete a mí decidirlo, pero indudablemente fue el mejor mánager— fechada en Lestrove, el 26 de julio de 1881, un año después de la aparición de Follas Novas.

“A xusticia pola man” es una de las piezas más salvajes de Rosalía. Describe una escena tan tremenda que incluso hoy —¡y sigue teniendo vigencia!— pone los pelos como escarpias, y permite evaluar el alcance del irónico epigrama que abre Follas novas:

De aquellas que cantan las palomas y las flores
todos dicen que tienen alma de mujer,
pues yo que no las canto, Virgen de la Paloma,
¡ay!, ¿de qué la tendré?

Como es bien sabido, el poemario, insualmente extenso, tiene una peculiar estructura en cinco libros que transita gradualmente desde el intimismo subjetivo del primero hasta la reivindicación social del último. Pues bien; lo peculiar de “A xusticia pola man” es que se inserta en el segundo libro, títulado “¡Do íntimo!” (“¡De lo íntimo!”), un compendio de poemas donde, en principio, cabría identificar la voz lírica con la de la propia Rosalía. Sin embargo, o poco conocemos la biografía de la escritora, por muchos puntos oscuros que tenga, o lo que en el poema se cuenta dista mucho de ser autobiográfico. Por ello nuestro poema es un buen ejemplo de esa identificación con el dolor del mundo de la que era capaz la poeta.

La primera cuestión que cabe plantearse, pues, sería, ¿quién es la mujer que habla en el poema? Obviamente, no se trata de ponerle nombres y apellidos, sino de definir las circunstancias personales y sociales de la misma. Para ello, la autora ha dejado pistas en su texto. Sabemos, para empezar, que la mujer vive en una aldea. El uso de la expresión “a roupa de cote” nos permite suponer que se trata de un campesina pobre: la “roupa de cote” era una dádiva que los patrones campesinos daban a sus trabajadores fuera del jornal ordinario; impresión que parece reforzada por el arranque, “aqués que tén fama de honrados”, que sin duda alude a una posición social ventajosa de los atacantes. Sin embargo, ¿es posible que se oculte más información analizando esos dos versos y los que le siguen? ¿Cuál es la situación personal de la protagonista? ¿Está casada? ¿Quién es el padre de sus hijos? ¿Tiene parientes? En mi opinión, es muy posible que los abusos a los que la mujer es sometida hayan sido reiterados en el tiempo. Cuando busca ayuda, sólo recurre a los jueces y a Dios. Por tanto, no creo descabellado suponer que la mujer es soltera y sin familia, y su progenie, el fruto de reiteradas violaciones. La, a mi parecer deliberada, ambigüedad en ese punto, permite ampliar las interpretaciones posibles.

El siguiente rasgo que llama la atención de “A xusticia” es su métrica. La poesía rosaliana se caracteriza por la variedad en este campo —sus detractores la acusaron a menudo de falta de armonía—, con frecuentes combinaciones inusuales de versos cortos y largos. Sin embargo, aquí se decanta por mantener una férrea estructura de versos dodecasílabos. Para acentuar esta estructura, añade una machacona rima asonante no alternada a versos pares, como suele, sino en todos y cada uno de ellos, lo que imprime al texto un pesante ritmo de marcha.

Ya adentrándonos en el contenido, destaca la contraposición entre el individuo y la sociedad, y, más concretamente, los poderosos: en este poema relativamente breve, el pronombre “eu” (“yo”) se repite nada menos que cuatro veces, en fuerte contraste con el “Aqués” (“Aquellos”) que abre el poema.

Es difícil saber qué le ha pasado exactamente a la protagonista de “A xusticia pola man”. Por lo referido en la primera estrofa, parece haber sufrido una violación (“roubáronme tanta brancura”, “a roupa decote puñéronma en tiras”, “quedei deshonrada”). Siempre me llamó la atención la potencia de la imagen “botáronme estrume”: no es nada frecuente la referencia a algo tan prosaico como el estiércol en la poesía, en general, y menos en la escrita por mujeres, así que aquí nuestra autora se aproxima tanto cuanto le era posible a decir “mierda”. Pero es que, por si esta agresión no fuera poco, sorprende la inquina con que la mujer es tratada: la segunda estrofa se abre con la afirmación de que destruyeron su casa —tal vez en un caso de lo que hoy podría ser un desahucio, o bien especulación urbanística—. La agredida se ve forzada a dormir al raso y, momento más terrorífico del poema, sus hijos mueren de hambre.

La tercera estrofa contiene dos elementos importantes: primero, opone el metafórico lecho de tojos y silvas de la protagonista con el lecho de rosas de sus agresores; segundo, “aqués que tén fama de honrados” se transforman en “os raposos de sangre maldita”. Esta animalización se va a mantener durante el resto del poema.

El recurso de la protagonista es acudir a los jueces en primer término. Pero la justicia no sólo es inoperante, sino que se representa como corrupta. Es interesante resaltar que, sacado el título, el término aparece dos veces en el poema, manteniendo una vez más la dualidad que ya hemos visto respecto a otros elementos. En este caso, la justicia oficial es una charada: será la justicia indivual, la ley del talión ejecutada por la propia ofendida (“as leises na man que os ferira”, que concluye el poema), la que redima la afrenta. Como curiosidad, también puede destacarse que la única vez que emplea el vocablo “víctima” es para aludir al sangriento destino de los agresores, pero nunca referida a sí misma.

Abandonada por los jueces, la mujer recurre entonces a Dios, es decir, a la religión, pero aquel no la oye porque se encuentra “tan alto”. El zascazo en toda la cara de Rosalía es importante: su posición respecto a la religión siempre fue muy ambivalente, y más bien tendía al ateísmo que a la fe. Pero aquí parece censurar el hecho de que la Iglesia, ocupada en menesteres encumbrados, no se cuida de las cuestiones terrenales.

Abandonada por todos, el recurso final de la protagonista es la venganza. No son pocas las escenas de la obra rosaliana que debieron de escandalizar a sus contemporáneos; pero entre todas, quizás la de la sexta estrofa de “A xusticia pola man” es la que se lleva la palma: la mujer, armada con una hoz, entra sigilosamente en la casa de sus agresores —que, curiosamente, parecen dormir juntos o próximos— y los mata. Es interesante que la luna se haya ocultado: acostumbra ser esta una presencia benéfica en los poemas de nuestra autora, que a menudo la mira y le habla, como podemos ver en fragmento III de “Campanas de Bastabales”:

(...)
Y sentada estoy mirando
cómo la luna va saliendo,
cómo el sol se va acostando.

Cual se acuesta, cual se esconde,
mientras tanto corre la luna
sin saberse para dónde.

Para dónde va tan sola,
sin que a los tristes que la miramos
ni nos hable ni nos oiga.

Que si oyera y nos hablara,
muchas cosas le dijera,
muchas cosas le contara.

Así que no es raro que, a punto de perpetrar una sangrienta matanza, la luna desaparezca (final de la quinta estrofa).

Una vez cumplida la justicia, la auténtica justicia en la concepción que de la misma en el poema se maneja, y que requiere una expiación para poder restaurar el orden quebrantado, sobrevienen a la ultrajada dos sentimientos: contento y tranquilidad. En la óptica que del mundo tiene Rosalía, la vida se conceptúa, a grandes rasgos, como algo enojoso, lleno de obstáculos y penurias, que no obstante se ven relativizados por la inconstancia humana y por el descanso que la muerte representa. Para la autora hay cosas mucho peores que la muerte, la mezquindad y la ambición entre ellas. Por tanto, no sorprende que, ante tamaña concatenación de desmanes, la poeta considere el asesinato un castigo no sólo merecido, sino proporcionado y justo.



1“Mi querido Manolo: Te he escrito ayer, pero vuelvo a hacerlo hoy deprisa para decirte únicamente que me extraña que insistas todavía en que escriba un nuevo tomo de versos en dialecto gallego. No siendo porque lo apurado de las circunstancias me obliguen imperiosamente a ello, dado caso que el editor aceptase las condiciones que te dije, ni por tres, ni por seis, ni por nueve mil reales volveré a escribir nada en nuestro dialecto, ni acaso tampoco a ocuparme de nada que a nuestro país concierna. Con lo cual no perderá nada, pero yo perderé mucho menos todavía.
Se atreven a decir que es fuerza que me rehabilite ante Galicia. ¿Rehabilitarme de qué? ¿De haber hecho todo lo que en mí cupo por su engrandecimiento?
El país sí que es el que tiene que rehabilitarse para con los escritores, a quienes, aun cuando no sea más que por la buena fe, y entusiasmo con que por él han trabajado, les deben una estimación y respeto que no saben darles y que guardan para lo que no quiero ahora mentar. ¿Qué algarada ha sido ésa que en contra mía han levantado, cuando es notorio el amor que a mi tierra profeso? Aun dado el caso (que niego) de que yo hubiese realmente pecado, por lo que toca al artículo en cuestión, ¿era aquello suficiente para arrojar un sambenito sobre la reputación literaria grande o pequeña de cualquier escritor que hubiese dado siempre probadas muestras de amor patrio, como creo yo haberlas dado? No; esto puede decirse sencillamente mala fe, o falta absoluta no sólo de consideración y gratitud, sino también de criterio. Pues bien: el país que así trata a los suyos no merece que aquellos que tales ofensas reciben vuelvan a herir la susceptibilidad de sus compatriotas con sus escritos malos o buenos. Y en tanto, ya que tan dañada intención han encontrado en lo que narré, para dar a conocer (y no para alabarla ni censurarla) una costumbre antiquísima, y de la cual aún quedaba algún resto en nuestro país, pueden consolarse leyendo la estadística por lo que toca a cierta cuestión que han sacado a relucir ciertos periódicos escandalizados con mi artículo. Si así arremetiesen contra la estadística sería mejor, a ver si así lograban borrar lo que es peor mil veces que lo que en mí han censurado tan bravamente.
Hazle, pues, presente al editor que, pese a la mala opinión de que al presente gozo, ha tenido a bien acordarse de mí, lo cual le agradezco, mi resolución de no volver a coger la pluma para nada que pertenezca a este país, ni menos escribir en gallego, una vez que a él no le conviene aceptar las condiciones que le he propuesto. No quiero volver a escandalizar a mis paisanos.”

3 comentarios:

  1. ¡Qué maravilla el texto de “A xusticia pola man”!

    Si me hubiesen explicado así a Rosalía en el instituto seguro que me habría interesado por su obra :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Caray, ¡gracias! ☺☺ Me alegra conseguir ese efecto. Pues te invito a que la leas, sobre todo sus dos últimos libros de poemas, te sorprenderá. Eso sí, mejor en días que no estés de bajón, jeje

      Eliminar
  2. Hoy, la justicia sigue siendo un desafío político y ético.
    Una belleza continuar leyéndola.
    Muchas gracias.
    https://www.youtube.com/watch?v=X1UTtohxQFQ

    ResponderEliminar