No
hay muchos artistas que trasciendan la posteridad para alcanzar el
grado de símbolo que con respecto a Galicia ha alcanzado Rosalía de
Castro, una especie de identificación entre la nación de la que
provienen y el sentimiento que expresan. En el 179 aniversario de su
nacimiento, quiero homenajear a una de mis autoras favoritas de todos
los tiempos, a la que leí y releí muchísimo, en mi adolescencia
sobre todo. Con Rosalía sentí por primera vez esa extraña comunión
que apenas te ocurre con un puñado de autores, en la que pareciera
que el artista hubiese abierto tu cráneo y tomado puntual cuenta de
lo que allí se encuentra. Ese recordatorio de que, por muy
individuales que seamos, lo que nos asemeja es mucho más que lo que
nos distingue, y que, por tanto, siempre hay alguien cuyas
experiencias son tan similares, y su forma de expresarlas tan
parecida, que podríamos haber empleado las mismas palabras para
expresarla. También fue Rosalía la que me enseñó por primera vez
la ambivalencia y contradicción que simultáneamente puede darse en
los sentimientos, coloreando con una gama de todos los tonos posibles
el lienzo del alma humana:
(…)
mas
donde la gracia me falta
el
sentimiento me sobra,
aunque
este tampoco basta
para
explicar ciertas cosas,
que
a veces por fuera uno canta
mientras
que por dentro uno llora
(Cantares
Gallegos,
cantar 35)
(…)
desde
mis ventanas veo
el
templo que quise tanto.
El
templo que tanto quise...
pues
no sé decir ya si le quiero,
que
en el rudo vaivén que sin tregua
se
agitan mis pensamientos,
dudo
si el rencor adusto
vive
unido al amor en mi pecho.
(En
las orillas del Sar,
“Orillas del Sar, I”)
Consistirá
mi pequeño homenaje en un simple comentario personal y subjetivo de
uno de sus poemas más conocidos. No es mi favorito —eso me
costaría dios y ayuda decidirlo—, pero sí me parece
representativo de las dos vertientes más destacadas de la obra
rosaliana —por cierto, ¿alguna vez habéis reparado en que cuando
hablamos de autorAs, tendemos a nombrarlas más por su nombre de pila
que por su apellido? Algo que no sucede con sus colegas varones—:
la expresión emocional desatada —uno de los elementos grandiosos
de su poesía es la capacidad que nuestra autora tenía para
transformar en colectivo, en universal, su sufrimiento personal, que,
de esa manera, trasciende el ámbito de la mera queja, dada su “(...)
natural disposición (que no en balde soy mujer) a sentir como
propias las penas ajenas”—, y la preocupación social.
El
texto, “A xusticia pola man” (“La justicia por la mano”) es
el siguiente (la propia Rosalía hizo una adaptación al castellano,
pero en aras de la literalidad, tanto como esta es posible, doy mi
propia traducción):
Aqués
que tén fama d' honrados na vila
roubáronme
tanta brancura qu' eu tiña;
botáronme
estrume nas galas dun día,
a
roupa de cote puñéronma en tiras.
Nin
pedra deixaron en dond' eu vivira;
sin
lar, sin abrigo, morei nas curtiñas;
ó
raso cas lebres dormín nas campías;
meus
fillos... ¡meus anxos!... que tant' eu quería,
¡morreron,
morreron ca fame que tiñan!
Quedei
deshonrada, mucháronm' a vida,
fixéronm'
un leito de toxos e silvas;
i
en tanto, os raposos de sangre maldita,
tranquilos
nun leito de rosas dormían.
―Salvádeme
¡ouh, xueces!, berrei... ¡Tolería!
De
min se mofaron, vendeum' a xusticia.
―Bon
Dios, axudaime, berrei, berrei inda...
tan
alto qu' estaba, bon Dios non m' oíra.
Estonces,
cal loba doente ou ferida,
dun
salto con rabia pillei a fouciña,
rondei
paseniño... (ne' as herbas sentían)
i
a lúa escondíase, i a fera dormía
cos
seus compañeiros en cama mullida.
Mireinos
con calma, i as mans estendidas,
dun
golpe ¡dun soio! deixeinos sin vida.
I
ó lado, contenta, senteime das vítimas,
tranquila,
esperando pola alba do día.
I
estonces... estonces cumpreuse a xusticia:
eu,
neles; i as leises, na man qu' os ferira.
Trad.:
Trad.:
Aquellos
que tienen fama de honrados en la villa
me
robaron tanta blancura que yo tenía;
me
echaron estiércol en las galas de un día,
la
ropa buena me la hicieron trizas.
Ni
piedra dejaron en donde yo vivía;
sin
lar, sin abrigo, moré en las fincas;
al
raso con las liebres dormí en las campiñas;
mis
hijos... ¡mis ángeles!... que tanto yo quería,
¡murieron,
murieron con el hambre que tenían!
Quedé
deshonrada, marchitaron mi vida,
me
hicieron un lecho de tojos y silvas;
y
en tanto, los zorros de sangre maldita,
tranquilos
en un lecho de rosas dormían.
—Salvadme
¡oh, jueces!, grité... ¡Locura!
De
mí se mofaron, me vendió la justicia.
—Buen
Dios, ayudadme, grité, grité todavía...
tan
alto que estaba, buen Dios, no me oía.
Entonces,
cual loba rabiosa o herida,
de
un salto con rabia cogí la hoz,
rondé
despacio... (ni las hierbas sentían)
y
la luna se escondía, y la fiera dormía
con
sus compañeros en cama mullida.
Los
miré con calma, y las manos extendidas,
de
un golpe ¡de uno solo! los dejé sin vida.
Y
al lado, contenta, me senté de las víctimas,
tranquila,
esperando por el alba del día.
Y
entonces... entonces se cumplió la justicia:
yo,
en ellos; y las leyes, en la mano que los hería.
Como
sucede con todos los poemas de Follas novas
(Hojas nuevas), 1880,
no está claro el momento de composición de esta pieza. Al
momento de aparecer el libro, la autora llevaba en un misterioso
silencio editorial nada menos que trece años; a pesar de lo cual,
parece que debía gozar de cierta reputación, pues fueron
“viejos compromisos”
los que la obligaron a dar la obra a la estampa,
a petición de la Sociedad de
Beneficencia de los Naturales de Galicia en La Habana, de
la cual era socia honoraria, a
pesar de que, como indica en el prólogo, no tenía intención de
publicar más, ni de volver a escribir en gallego después de esta
obra. Además, poco después de su aparición tuvo lugar un escándalo
relacionado con la inminente publicación —que nunca llegó a tener
lugar, ni se conserva el texto de la discordia— de un artículo de
Rosalía que desató una viva polémica y acabó saldándose con el
destrozo de la editorial; episodio
que, muy probablemnte, no habría tenido lugar de no haberse tratado
de una escritora conocida.
En
relación a esto
último, es
importante tener en cuenta que Rosalía manifestó siempre una clara
conciencia de ser mujer —obvio—, de ser una mujer casada y madre
—con todo lo que ello implicaba en su época—, de ser una mujer
casada que escribía, y del papel que, como mujer, esposa, madre y
escritora le cabía esperar. En concreto, Rosalía tenía un idea
exacta de cuál era el tratamiento que los artistas reciben, y cuál
debería ser este en
su opinión. Este factor constituye una constante de su obra, desde
sus primeros escritos —el panfletario Lieders—,
pasando por muchos de sus poemas o artículos —Las
literatas o los prólogos de sus
obras—, hasta llegar a su correspondencia privada. El
artista gozaba de proyección política y social.
Lo que pensaba al respecto podemos leerlo en una
carta a Murguía 1
—quien, dicho sea de paso,
no sé si fue el mejor esposo, no me compete a mí decidirlo, pero
indudablemente fue el mejor mánager—
fechada en Lestrove, el 26 de
julio de 1881, un año después de la aparición de Follas
Novas.
“A
xusticia pola man” es una de las piezas más salvajes de Rosalía.
Describe una escena tan tremenda que incluso hoy —¡y sigue
teniendo vigencia!— pone los pelos como escarpias, y permite
evaluar el alcance del irónico epigrama que abre Follas
novas:
De aquellas que cantan las palomas y las
flores
todos dicen que tienen alma de mujer,
pues yo que no las canto, Virgen de la
Paloma,
¡ay!, ¿de
qué la tendré?
Como
es bien sabido, el poemario, insualmente extenso, tiene una peculiar
estructura en cinco libros que transita gradualmente desde el
intimismo subjetivo del primero hasta la reivindicación social del
último. Pues bien; lo peculiar de “A xusticia pola man” es que
se inserta en el segundo libro, títulado “¡Do íntimo!” (“¡De
lo íntimo!”), un compendio de poemas donde, en principio, cabría
identificar la voz lírica con la de la propia Rosalía. Sin embargo,
o poco conocemos la biografía de la escritora, por muchos puntos
oscuros que tenga, o lo que en el poema se cuenta dista mucho de ser
autobiográfico. Por ello nuestro poema es un buen ejemplo de esa
identificación con el dolor del mundo de la que era capaz la poeta.
La
primera cuestión que cabe plantearse, pues, sería, ¿quién es la
mujer que habla en el poema? Obviamente, no se trata de ponerle
nombres y apellidos, sino de definir las circunstancias personales y
sociales de la misma. Para ello, la autora ha dejado pistas en su
texto. Sabemos,
para empezar, que la mujer vive en una aldea.
El
uso de la expresión “a roupa de cote” nos permite suponer que se
trata de un campesina pobre: la “roupa de cote” era una dádiva
que los patrones campesinos
daban a sus trabajadores
fuera del jornal ordinario; impresión
que parece reforzada por el arranque, “aqués que tén fama de
honrados”, que
sin duda alude a una posición social ventajosa de los atacantes.
Sin embargo, ¿es posible que se oculte más información analizando
esos dos versos y
los que le siguen? ¿Cuál es la situación personal de la
protagonista? ¿Está casada? ¿Quién es el padre de sus hijos?
¿Tiene parientes? En mi opinión, es muy posible que los abusos a
los que la mujer es sometida hayan sido reiterados en el tiempo.
Cuando busca ayuda, sólo recurre a los jueces y a Dios. Por tanto,
no creo descabellado suponer que la mujer es soltera y
sin familia,
y su progenie, el fruto de reiteradas violaciones. La,
a mi parecer deliberada, ambigüedad en ese punto, permite ampliar
las interpretaciones posibles.
El
siguiente
rasgo que llama la atención de “A xusticia” es su métrica. La
poesía rosaliana se caracteriza por la variedad en este campo —sus
detractores la acusaron a menudo de falta de armonía—,
con frecuentes combinaciones inusuales de versos cortos
y largos. Sin embargo, aquí se decanta por mantener una férrea
estructura de versos dodecasílabos. Para acentuar esta estructura,
añade una machacona rima asonante no alternada
a
versos pares, como suele, sino en todos y cada uno de ellos, lo que
imprime al texto un pesante ritmo de marcha.
Ya adentrándonos en el contenido, destaca la
contraposición entre el individuo y la sociedad, y, más
concretamente, los poderosos: en este poema relativamente breve, el
pronombre “eu” (“yo”) se repite nada menos que cuatro veces,
en fuerte contraste con el “Aqués” (“Aquellos”) que abre el
poema.
Es
difícil saber qué le ha pasado exactamente a la protagonista de “A
xusticia pola man”. Por lo referido en la primera estrofa, parece
haber sufrido una violación (“roubáronme
tanta brancura”, “a roupa decote puñéronma en tiras”, “quedei
deshonrada”). Siempre me llamó la atención la potencia de la
imagen “botáronme estrume”: no es nada frecuente la referencia a
algo tan prosaico como el estiércol en la poesía, en general, y
menos en la escrita por mujeres, así que aquí nuestra autora se
aproxima tanto cuanto le era posible a decir “mierda”. Pero es
que, por si esta agresión no fuera poco,
sorprende la inquina con que la mujer es tratada:
la segunda estrofa se abre con la afirmación de que destruyeron su
casa —tal vez en un caso de lo que hoy podría ser un desahucio, o
bien especulación urbanística—. La agredida
se ve forzada a dormir al raso y, momento más terrorífico del
poema, sus hijos mueren de hambre.
La
tercera estrofa contiene dos elementos
importantes: primero, opone el metafórico
lecho
de tojos y silvas de la protagonista con el lecho de rosas de sus
agresores; segundo, “aqués que tén fama de honrados” se
transforman en “os raposos de sangre maldita”. Esta animalización
se va a mantener durante el resto del poema.
El
recurso de la protagonista es acudir a los jueces en primer término.
Pero la justicia no sólo es inoperante, sino que se representa como
corrupta. Es interesante resaltar que, sacado el título, el término
aparece dos veces en el poema, manteniendo una vez más la dualidad
que ya hemos visto respecto a otros elementos. En este caso, la
justicia oficial es una charada: será la justicia indivual, la ley
del talión ejecutada
por la
propia
ofendida
(“as
leises na man que os ferira”, que concluye el poema),
la que redima la afrenta. Como curiosidad, también puede destacarse
que la única vez que emplea el vocablo “víctima” es para aludir
al sangriento destino de los agresores, pero
nunca referida a sí misma.
Abandonada por los jueces, la mujer recurre
entonces a Dios, es decir, a la religión, pero aquel no la oye
porque se encuentra “tan alto”. El zascazo en toda la cara de
Rosalía es importante: su posición respecto a la religión siempre
fue muy ambivalente, y más bien tendía al ateísmo que a la fe.
Pero aquí parece censurar el hecho de que la Iglesia, ocupada en
menesteres encumbrados, no se cuida de las cuestiones terrenales.
Abandonada por todos, el recurso final de la
protagonista es la venganza. No son pocas las escenas de la obra
rosaliana que debieron de escandalizar a sus contemporáneos; pero
entre todas, quizás la de la sexta estrofa de “A xusticia pola
man” es la que se lleva la palma: la mujer, armada con una hoz,
entra sigilosamente en la casa de sus agresores —que, curiosamente,
parecen dormir juntos o próximos— y los mata. Es interesante que
la luna se haya ocultado: acostumbra ser esta una presencia benéfica
en los poemas de nuestra autora, que a menudo la mira y le habla,
como podemos ver en fragmento III de “Campanas de Bastabales”:
(...)
Y sentada estoy mirando
cómo la luna va saliendo,
cómo el sol se va acostando.
Cual se acuesta, cual se esconde,
mientras tanto corre la luna
sin saberse para dónde.
Para dónde va tan sola,
sin que a los tristes que la miramos
ni nos hable ni nos oiga.
Que si oyera y nos hablara,
muchas cosas le dijera,
muchas cosas le contara.
Así que no es raro que, a punto de perpetrar
una sangrienta matanza, la luna desaparezca (final de la quinta
estrofa).
Una vez cumplida la justicia, la auténtica
justicia en la concepción que de la misma en el poema se maneja, y
que requiere una expiación para poder restaurar el orden
quebrantado, sobrevienen a la ultrajada dos sentimientos: contento y
tranquilidad. En la óptica que del mundo tiene Rosalía, la vida se
conceptúa, a grandes rasgos, como algo enojoso, lleno de obstáculos
y penurias, que no obstante se ven relativizados por la inconstancia
humana y por el descanso que la muerte representa. Para la autora hay
cosas mucho peores que la muerte, la mezquindad y la ambición entre
ellas. Por tanto, no sorprende que, ante tamaña concatenación de
desmanes, la poeta considere el asesinato un castigo no sólo
merecido, sino proporcionado y justo.
1“Mi
querido Manolo: Te he escrito ayer, pero vuelvo a hacerlo hoy
deprisa para decirte únicamente que me extraña que insistas
todavía en que escriba un nuevo tomo de versos en dialecto gallego.
No siendo porque lo apurado de las circunstancias me obliguen
imperiosamente a ello, dado caso que el editor aceptase las
condiciones que te dije, ni por tres, ni por seis, ni por nueve mil
reales volveré a escribir nada en nuestro dialecto, ni acaso
tampoco a ocuparme de nada que a nuestro país concierna. Con lo
cual no perderá nada, pero yo perderé mucho menos todavía.
Se atreven a decir que es
fuerza que me rehabilite ante Galicia. ¿Rehabilitarme de qué? ¿De
haber hecho todo lo que en mí cupo por su engrandecimiento?
El país sí que es el que
tiene que rehabilitarse para con los escritores, a quienes, aun
cuando no sea más que por la buena fe, y entusiasmo con que por él
han trabajado, les deben una estimación y respeto que no saben
darles y que guardan para lo que no quiero ahora mentar. ¿Qué
algarada ha sido ésa que en contra mía han levantado, cuando es
notorio el amor que a mi tierra profeso? Aun dado el caso (que
niego) de que yo hubiese realmente pecado, por lo que toca al
artículo en cuestión, ¿era aquello suficiente para arrojar un
sambenito sobre la reputación literaria grande o pequeña de
cualquier escritor que hubiese dado siempre probadas muestras de
amor patrio, como creo yo haberlas dado? No; esto puede decirse
sencillamente mala fe, o falta absoluta no sólo de consideración y
gratitud, sino también de criterio. Pues bien: el país que así
trata a los suyos no merece que aquellos que tales ofensas reciben
vuelvan a herir la susceptibilidad de sus compatriotas con sus
escritos malos o buenos. Y en tanto, ya que tan dañada intención
han encontrado en lo que narré, para dar a conocer (y no para
alabarla ni censurarla) una costumbre antiquísima, y de la cual aún
quedaba algún resto en nuestro país, pueden consolarse leyendo la
estadística por lo que toca a cierta cuestión que han sacado a
relucir ciertos periódicos escandalizados con mi artículo. Si así
arremetiesen contra la estadística sería mejor, a ver si así
lograban borrar lo que es peor mil veces que lo que en mí han
censurado tan bravamente.
Hazle, pues, presente al
editor que, pese a la mala opinión de que al presente gozo, ha
tenido a bien acordarse de mí, lo cual le agradezco, mi resolución
de no volver a coger la pluma para nada que pertenezca a este país,
ni menos escribir en gallego, una vez que a él no le conviene
aceptar las condiciones que le he propuesto. No quiero volver a
escandalizar a mis paisanos.”
¡Qué maravilla el texto de “A xusticia pola man”!
ResponderEliminarSi me hubiesen explicado así a Rosalía en el instituto seguro que me habría interesado por su obra :)
Caray, ¡gracias! ☺☺ Me alegra conseguir ese efecto. Pues te invito a que la leas, sobre todo sus dos últimos libros de poemas, te sorprenderá. Eso sí, mejor en días que no estés de bajón, jeje
EliminarHoy, la justicia sigue siendo un desafío político y ético.
ResponderEliminarUna belleza continuar leyéndola.
Muchas gracias.
https://www.youtube.com/watch?v=X1UTtohxQFQ