viernes, 31 de mayo de 2013

Nadeem Aslam, "Mapas para amantes perdidos" - LIBRO DEL MES


 
De la contraportada: “Jugnu y su joven amante Chanda han desaparecido. Los rumores recorren la comunidad pakistaní en una ciudad al norte de Inglaterra. Entonces, una nevada mañana de enero, los hermanos de Chanda son arrestados por asesinato. Mapas para amantes perdidos narra las cuatro estaciones siguientes, durante las cuales se abre el corazón de una familia prendida en una encrucijada de culturas, pasiones y religiones”.
El escritor británico de origen pakistaní Nadeem Aslam declara que su padre (un exiliado del régimen de Zia) le dijo en una ocasión, al principio de su carrera literaria que, escribiera lo que escribiese, nunca escribiese de otra cosa que del amor. Y así empieza esta historia. Y solo (¡solo!, como si tal cosa no bastase por sí misma) en eso podría haberse quedado. Sin embargo, acabó siendo mucho más.  
El novelista nos regaló en 2004 (traducida al castellano al año siguiente por Alfaguara) un bellísimo relato, bajo el evocador título de Mapas para amantes perdidos, que, en esencia, y si hubiera que resumirlo en una sola palabra, habría que decir que se trata de una historia sobre el conflicto: los conflictos entre generaciones, entre culturas, entre religiones, entre concepciones políticas y filosóficas, entre amantes y cónyuges, entre amigos y enemigos …
Aslam es un autor nada prolífico, que se demora concienzudamente en la construcción de sus novelas (la presente parece ser que tardó una década entera en completarla), y eso se nota en el resultado final; del cual lo primero que sorprende es la riqueza y a veces casi excesiva profusión de sus originales símiles, que en algún momento nos hacen dudar de si estamos leyendo una novela o un poema en prosa.
Es uno de esos libros sobre la gloriosa grandeza de los fracasos estrepitosos, sobre los convenios “monstruosos” (si es que nos es lícito poner esas dos palabras por junto) a los que inevitablemente tenemos que llegar para poder seguir adelante; uno de esos volúmenes que, sin pretenderlo específicamente, enseñan muchas cosas, sobre todo de uno mismo, de las propias contradicciones, a través de las actitudes, no siempre tan ajenas como cabría esperar, de unos personajes muy bien armados, con entidad real, con respiración, contradictorios, vivos.
Con todo, algún momento hay en que Shamas es tan bondadoso que resulta poco creíble. En cuanto a Kaukab, el personaje femenino “central”, que representa la inflexibilidad de la convicción (hay que tener en cuenta que estamos hablando de alguien que obliga a un bebé a observar el Ramadán) en principio resulta difícil sintonizar con ella, tenerle simpatía incluso a pesar de que sufre y de que no es un ser malintencionado … hasta que, abandonado el libro, es a quien más recuerda el sorprendido lector; de donde cabe deducir, sin lugar a dudas, que un impacto semejante solo puede deberse a la extraordinaria entidad que tiene como personaje. Como contrapunto de ella está su seráfico cuñado Jugnu, tan arrebatado de amor que es completamente ajeno a lo que sucede a su alrededor y que, por tanto, no puede más que hacernos esbozar una compasiva sonrisa.
Como ocurre o suele ocurrir en toda obra, algunos pasajes, o más bien algunas escenas, son irrelevantes para la trama principal (encuentro en el lago de Suraya y Charag, p. e.), e incluso algún episodio hay injustificado o inacabado: quizás el momento más llamativo del libro, por motivos no estrictamente literarios, sea el antepenúltimo capítulo, magistralmente narrado con el ritmo de lo inexorable, pero que, en mi humilde opinión, no debería haberse incluido: hubiera quedado mejor en el misterio, en la suposición de lo que pudo ser y probablemente fue rodeada por la niebla de la incerteza. Sin embargo, Aslam da ahí la impresión de pretender un ajuste de cuentas cultural en toda regla con los personajes implicados (y, por extensión, con la numerosa comunidad pakistaní en Inglaterra), que pretenden dar lecciones de moralidad pero tienen a cada cual más que ocultar.
También es de destacar, por último, un tema crucial en el libro, pero no nombrado de forma expresa más que colateralmente, cuando se saca a la palestra la difícil relación entre Kaubab y su hija: el sometimiento femenino, del que se exploran múltiples caras, y que fructifica en que, en general, las mujeres del libro salgan peor paradas y hayan de afrontar destinos más adversos que sus congéneres masculinos.
En definitiva, una buena novela, una interesante historia sobre seres que, a menudo de forma invisible, habitan nuestro espacio y que, después de todo, sufren y acarrean unas cuitas no tan diferentes de las nuestras.
 
JJJJK

miércoles, 22 de mayo de 2013

El rechazo editorial


Casi puede decirse que estaba esperando para escribir este post. Hoy he recibido mi primer rechazo editorial, y tengo que reconocer que, aunque lógicamente hubiera preferido una respuesta positiva, ni me ha cogido por sorpresa ni me ha sentado mal. De hecho, he recibido la noticia con bastante neutralidad. Sé que, aunque los temas que trato en mi libro son de lo más clásico, el argumento en sí es relativamente arriesgado, y soy plenamente consciente de que algunos aspectos técnicos pueden hacérseles cuesta arriba a muchos lectores. Y, a mayores, dada la reducción de las ventas, no son buenos momentos para experimentar.

La justificación, en mensaje estandarizado, es que mi novela De ocasos y máscaras no encaja en el plan editorial de la casa (más abajo satisfaré vuestra curiosidad y os desvelaré de cuál se trata). Lo cierto es que en alguna ocasión he leído u oído de autores que se toman muy mal el rechazo de los editores, algo que me sorprende sobremanera, porque siempre me ha parecido que lo que tiene que interesar a un autor es escribir buenos libros. La publicación, que es como la guinda del proceso, no es garantía necesaria de ello, como no lo es, a veces, ni siquiera el éxito: por citar solo un ejemplo, entre otros muchos posibles, Herman Melville vio cómo su novela Moby Dick, hoy considerada un clásico de las letras estadounidenses mundialmente conocido, sufría un fracaso estrepitoso, no alcanzando a vender más que unas pocas copias entre amigos. Y menciono el caso de Moby Dick no por casualidad, sino por las trágicas consecuencias que tuvo sobre el carácter de su autor: se volvió un hombre mentalmente inestable, amargado y déspota, que golpeaba a su esposa e incluso pudo impulsar al suicidio de su hijo mayor, incapaz apenas de volver a escribir algo de calidad (aunque algún texto valioso, como el Bartleby, data de esta segunda etapa). Entre las letras patrias, Pío Baroja tuvo que autofinanciarse la edición de sus primeras obras. Así pues, hay que valorar el rechazo en su justa medida, puesto que para una autor novel constituirá la norma.

El oficio de escritor tiene una peculiaridad que no se da en muchos otros oficios, más bien solo en los que podríamos llamar “creativos”: se divide en dos fases, una de creación y otra de distribución. La primera es la que propiamente constituye responsabilidad del escritor, y de ella es dueño y señor absoluto, y es esta la que debe preocuparle sobre todo. En cambio, en la segunda, entra en juego un tercero, o incluso dos: la editorial y, en su caso, el agente.

Hay muchos factores que pueden invitar a una editorial a publicar o incluso a comisionar una obra, desde la calidad de la misma hasta la orientación política, pasando por la moda momentánea. De lo que me interesa hablar aquí, sin embargo, es de esa expresión a la que antes aludí, del “plan editorial”.

Las editoriales, por mucho que se dediquen a la industria de la cultura, no dejan de ser empresas y, como tales, tienen, y no es extraño que tengan, una planificación y una orientación que componen su proyecto empresarial. A veces, sencillamente, no es el momento. Otras, no encaja la propuesta con el ideario. A veces se le escapa el toro al editor. Algunas empresas venden experiencias y aventura. Otras, valores familiares. Algunas son más conservadoras. Otras, más liberales. Y así sucesivamente. Esto viene a que muchos autores y expertos en estas lides, e incluso las propias editoriales, recomiendan informarse primero acerca de esta orientación (que a veces es difícil desentrañar, puesto que la información disponible puede resultar un poco abstracta y genérica), antes de enviar el manuscrito, más que nada porque así ninguna de ambas partes pierde el tiempo aguardando o emitiendo una respuesta que es fácil anticipar.

En el presente caso, yo no seguí este consejo, y, en concreto, de la editorial en cuestión nunca he tenido un libro en mis manos, así que tampoco puedo decir nada sobre cómo trabajan o cuál es su ideario. Aunque no soy capaz de recordar cómo llegué a saber de su existencia, lo primero que me llamó la atención (aunque por lo visto es una opción bastante corriente ahora) fue que admitiesen manuscritos vía electrónica, lo que reduce los costes de envío a cero. Después, la información corporativa me resultó interesante, por el entusiasmo que transmite, así como el hecho de que el lema de su web, de aspecto claro y pulcro, sea “Libros con autenticidad y sentido”, dos términos de lo más atractivo.

Para acabar, como lo prometido es deuda, el nombre: se llama Plataforma, y es una joven editorial con base en Barcelona que publica mucho libro de no ficción que podríamos englobar bajo la etiqueta de “superación”, así como novela (hasta donde he podido ver en su catálogo, no trabajan relato, ni poesía ni teatro). Se comprometen a dar una respuesta, ya sea positiva o negativa, aunque no garantizan plazo. En mi caso, no ha podido ser más rápida: han tardado un mes. También disponen de un servicio de valoración de originales. Aquí dejo su link, por si alguien estuviese interesado:

viernes, 17 de mayo de 2013

2 poemas

Ayer, con ocasión de la celebración del Día das Letras Galegas, un grupo de escritores fuimos invitados por la Asociación de Vecinos de A Gándara (Ferrol) y con la intermediación de Narart a recitar algunos poemas y leer algunos cuentos (abajo pueden leerse mis aportaciones, un cuento y dos poemas). ¡Lo pasamos genial!

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(con las escritoras, de izquierda a derecha, Mariola Hermida, Esther Val
y Mª Jesús Millarengo ... ¡y con la presencia en espíritu de Vidal Bolaño,
homenajeado de este año, en el centro!)
(al concluir el acto, los organizadores tuvieron la amabilidad
de agasajarnos con un recordatorio del evento y unos pinchos)

Dos poemas extraídos de mi poemario inédito Memoria das cousas perdidas (2003)

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en outono eu deixei de pensar en ti
mais en verán ti xa non me querías
e moito antes do bo tempo
xa choraron as nubes
atarefadas de bágoas –
vento zoando nas esquinas dos reloxos
metendo medo nas ansias
envorcando polo chan
as esperanzas da ilusión

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                                  négome a acepta – la burocrática modorra dos imperios
que tinxe toda forza do espírito
dun aséptico sopor –
que aloumiña con man de ferro e luva de seda
o lombo dos seus fieis cans preferidos
négome a acepta – la doméstica esperanza
tan pequena como ela soa
tan avarenta
que esnaquiza e esgaza
os corpos dos meniños
e tira por aí os esquecidos cachos
négome a acepta – lo narcótico transcorrer
dos antipoéticos días
encaixado torpemente entre os átomos
das cousas maiores   que non entendo
négome a acepta – la anticrítica
transposición a min mesmo
de canto me din,
aínda sabendo que a miña voz é
demasiado pequena para ser escoitada –
e para que conste a miña protesta
eu firmo e rubrico   e repito   e berro
que eu
négome


sábado, 11 de mayo de 2013

Relatos premiados en los Lidera 2013

Aquí os dejo el link a los relatos ganadores en los pasados premios Lidera. Aunque me ha sorprendido comprobar que dos de ellos exceden la extensión indicada en las bases, y salvedad hecha de algunas cuestiones menores de estilo, morfosintaxis y puntuación (apreciaciones personales, como se sabe), en general me parecen muy buenos. Así que mis más sinceros parabienes a sus jóvenes autoras. Destaca el dominio del pulso narrativo y la capacidad para salpicar con notas de humor (en el primero y tercero, sobre todo) cuestiones más bien dramáticas; pero, sobre todo, es de resaltar la atención al detalle que hay en todos ellos, pues es en los detalles donde reside el genio. Mi ranking personal no coincide con el del jurado, pero por ahora me lo reservo. Como defecto, citaría en este primer premio que "sobra" relato: la acción se detiene de golpe y porrazo en el "Pero no lo es, y llegas tarde" y el relato, como tal, se desintegra. A partir de ahí, no hay un relato, hay un panfleto. Y no pasa nada con la escritura panfletaria, pero en mi opinión no deben mezclarse unas cosas con las otras. De forma que, o bien debería haber concluido el relato en ese párrafo, sin añadir más (no afecta en absoluto al núcleo del escrito), o bien debería haber intentado, diciendo lo mismo, mantener la escena que hasta entonces ha desarrollado, es decir, revestir la idea con los ropajes de la acción. ¿A vosotros qué os parecen?
 

miércoles, 8 de mayo de 2013

Exposición colectiva de Narart en el Casino Ferrolano

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El pasado viernes día 3, se inauguró en el maravilloso edificio del Casino Ferrolano una nueva exposición colectiva de Narart (más info aquí: http://naronamigosarte.blogspot.com.es/) en la cual tuve el honor de ser invitado a participar, realizando una lectura. Aquí está el texto que leí, partiendo de la idea que daba nombre a la expo: "Buscando en nuestro interior".
 
Trabajar en las minas.
Dicen que el genio está en los detalles. Y en los detalles, el don de las revelaciones. Y el don de las revelaciones es escurridizo; le gusta ocultarse bajo las piedras, bajo tierra, donde resiste el calor del día. Y como no es posible la huida y la única libertad viable es hacia dentro, hace falta excavar túneles entrecruzados para ir a buscarlo, cavar profundo, escarbar arrancándose a veces las uñas y mezclando la sangre de la vida que brota, con el polvo que permite modelar la materia. Uno avanza por esas galerías casi a ciegas, tropezando con las raíces subterráneas, sirviéndose de la incierta luz de una vela o una linterna que apenas ahuyenta la penumbra, formando monstruos sombríos a partir de las formas más conocidas. Recorre los pasillos en los que el eco produce extrañas deformidades en el sonido de las pisadas; los atraviesa una, mil, un millón de veces, hasta que al final ha dirigido el pequeño haz de luz incluso al más mínimo de los rincones en tantas oportunidades que ya ni siquiera precisa de la claridad para ver una imagen completa de lo que le rodea, y avanza ya con certeza incluso en la oscuridad más absoluta. Y sigue picando, incluso a pesar del ominoso tremor de las montañas, que amenazan con sepultar el esfuerzo de la búsqueda y dejarlo en nada. Uno sigue adelante con la esperanza cierta de encontrar el valioso metal, una pequeña pepita de oro, quizás la frialdad mínima de un diamante, con el tamaño de un diente o una lágrima. Y cuando sale de nuevo a la superficie y lo alza a contraluz, sus destellos refulgen cegadores por toda la Tierra, y nadie que se encuentre perdido deja de encontrar su camino siguiendo su guía.
 


miércoles, 1 de mayo de 2013

Cosas de escritor (II): ¿Por dónde empiezo?


“¿Por dónde empiezo?”. Esta es, seguramente, la pregunta más repetida por todos los escritores del mundo. Nunca ha existido, con toda certeza, un escritor que no se la haya formulado. Y, por lo mismo, es una de las preguntas con más respuestas de toda la Historia, a la que más que a ninguna otra puede aplicarse aquello de “cada maestrillo según su librillo”.

En realidad, como se ha dicho en alguna ocasión, empezar a escribir un libro es algo tan complicado que resulta verdaderamente asombroso que alguien haya escrito alguna vez uno. Los métodos que cada autor emplea divergen entre sí en la forma. Sin embargo, todos tienen una idea de fondo común: la planificación y el trabajo.

En primer lugar, lo que conviene decir es que, de la misma forma que el movimiento se demuestra andando, una novela (o un cuento, o un poema) se escribe escribiendo: no hay que ceder al desaliento del bloqueo, porque esa es una dinámica viciosa: es fácil caer en “la seca”, como la llamaba Juan Rulfo; pero, como muy bien él supo, es difícil salir de ella, porque pasado cierto momento, el propio bloqueo se retroalimenta y se sirve de disculpa a sí mismo. Así pues, hay que escribir lo que se pueda, mucho, poco, lo que sea, trozos de cuentos, posibles frases, semblanzas de hipotéticos personajes … hasta meros ejercicios literarios haciendo variaciones sobre obras de otros. Cualquier cosa.

En mi caso, soy un escritor bastante lento: la que considero con propiedad mi primera novela, De ocasos y máscaras, concluida recientemente y que anda rodando por las editoriales en busca de fortuna, me llevó unos siete años de trabajo, desde la escritura de los primeros borradores (en aquel entonces ni siquiera tenía ese título, ni la estructura ni argumento que luego tuvo) hasta la revisión final, hace escasas semanas. Yo suelo empezar con un brainstorming consistente en apuntar ideas variopintas, eventuales ambientaciones, tramas, rasgos de carácter o físicos, títulos, datos sugerentes, nombres de personajes reales o ficticios … y posibles comienzos, pues, como decía Antonio Pereira, “hay que cuidar bien los principios, porque los finales ya se cuidan solos”. Con ello quería denotar el maestro berciano que es fácil buscar un final impactante (siempre se puede echar mano de una muerte, una pelea, un accidente … las posibilidades son muchas); en cambio, el principio tiene que sorprender al lector, porque es lo que va a conseguir que siga leyendo. Ello acaba fructificando en decenas, cuando no centenas, de anotaciones que me sobrevienen de forma repentina en hojas dispersas. Literalmente.

 

Pueden ir desde lo más concreto, como el empleo de cierto adjetivo vinculado a cierto sustantivo (ya decía Valle-Inclán que escribir es tratar de poner juntas dos palabras que nunca antes lo han estado), a lo más críptico (p.e., "pizzería = menú gratis x puente (añagaza = venta curso)": supongo que en su momento me pareció algo muy lógico, pero ahora no tengo la menor idea de lo que pueda significar). Este proceso suele durar en torno a medio año, y acaba cuando encuentro ese título general que me hace pensar que todo el material anterior puede quedar agrupado bajo él, y que me hace querer investigar la historia que se oculta detrás.

Es entonces cuando se impone poner orden a todo lo anterior y empieza el diseño de personajes, tramas y estructuras en serio, así como la recolección de la información histórica que, en su caso, pudiera ser necesaria (si es que se va a emplear una ambientación total o parcial de este tipo). Recuerdo a Rosa Montero contando con gran gracia en una conferencia cómo ella va escribiendo toda esta información en miles de tarjetitas … ¡que finalmente no suelen servirle para nada! Bien. Es cierto. Tiene razón. La historia puede cambiar imprevistamente en cualquier momento. Pero, como ella misma señalaba, le es imposible empezar a escribir si no lo ha hecho antes. Y, aunque a veces todo ese esfuerzo puede resultar un poco frustrante, es necesario (además, nunca se sabe si le podremos sacar partido en otro momento): la mayor parte del trabajo de un escritor es previo a la redacción en sí. Esta fase puede variar en su duración, dependiendo de la información que haya que manejar, pero rara vez es inferior a un año.

Solo cuando se tiene clara y definida la estructura general de la obra, su arquitectura, su “esqueleto”, por así decir, debemos empezar la redacción, sin miedo a hacer todos los cambios en ella que se nos vayan ocurriendo, pero valorando siempre la rentabilidad de los mismos: no parece muy sensato tener que reescribir o incluso descartar doscientas o trescientas páginas de trabajo solo para incluir un cambio menor. Tanto es así que el último premio Nobel, el escritor chino Mo Yan, famoso por escribir sus a veces considerablemente largas obras en un tiempo vertiginoso (uno o dos meses), nunca empieza a escribir una historia hasta que no la conoce de cabo a rabo en su cabeza. Es en ese momento cuando podemos decidir el tono y demás aspectos técnicos: más barroco, más sencillo; más rápido, más pausado; más dramático, más cómico; en primera persona, en tercera … siempre oyendo a la historia, atendiendo a sus necesidades, averiguando qué es lo que le conviene más. A mí suele ayudarme mucho elegir piezas musicales que creo podrían servir de banda sonora a la escena, y trato de traducirlas en términos poéticos.

Por último, hecho el primer borrador, viene la última fase, la de las cuestiones estilísticas. Cambiar este adjetivo por aquel otro. Pulir esta frase. Corregir la cronología. Revisar la coherencia. Añadir una coma … Conviene releer el boceto varias veces, espaciadas entre sí, porque a veces pueden imponerse ampliaciones de pasajes, revisiones en profundidad, etc. Algunos autores incluso recomiendan dejar pasar medio año desde que se acaba la primera versión hasta el comienzo de la revisión, y, después de esta, otro medio año más antes de la siguiente. Y así hasta quedar satisfecho, hasta tener conciencia de que uno ya ha escrito el libro lo mejor que realmente puede.

Sí, en algunas ocasiones puede ser pesado y frustrante. Te va a doler la cabeza de tanto darle vueltas. Te va a doler la espalda de estar encorvado. Te van a doler las manos de tanto teclear. Pero también es un viaje maravilloso, y te va a asombrar lo lejos que puede llevarte.