domingo, 15 de diciembre de 2019

Eduardo Mallea, "Todo verdor perecerá" - LIBRO DEL MES

Resultado de imagen de todo verdor perecerá
Título: Todo verdor perecerá    Autor: Eduardo Mallea
 Editorial: Cátedra (col. Letras Hispánicas)
Año publicación original: 1941    Año edición: 2000
Valoración: 5/5



Por una de esas curiosas casualidades que tiene la vida —o a lo mejor la casualidad solo consiste en que un detalle antes desconocido se vuelva relevante y ahora reparemos en él—, hace dos veranos, en una caja de saldos, tropecé con un libro de un tal Eduardo Mallea, argentino, autor de El vínculo. Ni autor ni obra me sonaban lo más mínimo —cosa que tampoco es de extrañar, puesto que parece que desde su muerte en 1982 incluso en su propio país ya no se acuerdan mucho de él—, pero por ese prurito ratonbibliotesco que tengo, siempre a la caza de nuevos títulos y autores, lo traje conmigo a casa —1€ no es motivo suficiente para condenar una novela al abandono— y, como suele pasar con los libros así adquiridos, quedó aparcado en su estante correspondiente hasta la fecha. Como está justo al lado de donde me siento a escribir, estudiar, leer o incluso escuchar música, lo he ido viendo a diario durante todo este año intermedio, así que el nombre de su autor nunca llegó a caerse de mi memoria. O a hundirse en las aguas oscuras de esta sin posibilidad apenas de salir a flote, que es casi lo mismo.

Pues bien. Hace cuestión de mes y medio —bueno, por motivos de la organización de este blog cuando leáis esto más bien serán tres meses—, en una sección inaugurada recientemente en la Biblioteca de Narón bajo la rúbrica “Lo nunca leído” —donde, oh sorpresa, se exponen fondos que nunca han salido de la biblioteca, oportunidad buenísima para conocer obras y voces nuevas y para un fetichista de estas cosas como yo casi el paraíso—, apareció ante mis narices el tan visto a diario nombre de Eduardo Mallea, autor de una novela titulada Todo verdor perecerá. Un título como ese tenía por fuerza que gustarme y atraer mi atención. Y así me adentré en la narrativa de Mallea, para descubrir a un escritor de dotes apabullantes, tanto en el dominio preciso y fastuoso del lenguaje como en la penetración psicológica de sus personajes, singularmente de Ágata, verdadera protagonista de esta historia.

Cuando Mallea publica en 1941 Todo verdor perecerá era ya, a pesar de sus solo treinta y ocho años —en verdad la gente antes aprovechaba mejor el tiempo—, un autor conocido y de trayectoria sólida. Provenía de un ambiente burgués culto —el padre, médico, era un auténtico devorador de libros que consiguió implantar en el hijo su fervorosa pasión—, tenía a sus espaldas una decena de obras en géneros diversos, dirigía un periódico y, por si todo esto y su implicación en la vida cultural y política de su país no fuera poco, contaba en su haber con el improbable superéxito Historia de una pasión argentina, un ensayo sobre la realidad social de aquel país.

Estéticamente Mallea es un autor barroco en la forma de sus textos: frases sintácticamente ampulosas se alternan con sintagmas mínimos pero certeros, a veces de tan solo una palabra. Precisión en el uso del lenguaje combinada con profundidad semántica es la marca de la casa; tanto, de hecho, que por momentos resulta exhaustivo para el lector, que ya cree haber tenido suficiente ración de hondura psicológica y algunos pasajes le suenan a ya leídos, particularmente en la segunda parte. El texto resulta por momentos demasiado sentencioso; el narrador omnisciente se inmiscuye aquí y allá en la historia para insertar reflexiones que no proceden de los propios personajes, sino de sí mismo, hurtando a estos la posibilidad de definirse a través de sus acciones.

Sin embargo, el dominio total de estas herramientas narrativas conjugado con un diseño perspicaz de personajes y la habilidosa construcción de los escenarios —a veces dice tanto de un personaje lo que hace como dónde lo hace—, consiguen trasladar exitosamente al lector la aridez emocional de la existencia de Ágata. Una aridez que, por cierto, podría ser la misma o semejante a la de la Ágato ojo de gato de Caballero Bonald.

Estas características de su estilo pusieron a Mallea en conflicto ya con la generación de vanguardistas que sucedió a la suya. Él, por el contrario, se mantuvo fiel a sus principios estéticos hasta el final de sus días —y muy probablemente esto contribuyó de forma decisiva a su rápido olvido después de su muerte—. Con todo, en esta altura de su producción, el autor estaba obsesionado con abandonar un tanto “la casi poesía”, en sus propias palabras, y conseguir una narrativa que al mismo tiempo fuera definición de las realidades tratadas, integrando funcionalmente lenguaje y materia, y escribiendo en este caso algo así como la versión novelada de lo que en Historia de una pasión argentina había sido objeto de reflexión.

De todo esto es buen ejemplo Todo verdor perecerá, donde se dará una oposición crucial entre materialidad y abstracción; entre acción e imaginación. La novela es la desgarrada historia de un ansia, de una búsqueda determinada por el distanciamiento, la ajenidad, la desolación, el rencor, la devoración, la falta de contacto, la extrañeza, el agobio. Ágata, adusta y seca desde su niñez, busca febrilmente sin saber lo que busca, ansía encontrar otro espíritu que resuene con el suyo, una compañía capaz de rescatar su alma de la intemperie del mundo. En este sentido, no deja de constituir una cruel ironía que sea precisamente con Nicanor, la persona a quien más detesta, con quien llegue a establecer mayores vínculos emocionales. Pero uno no encontrará lo que tanto busca si no lo lleva ya dentro de sí, y esta parece ser la tesis que maneja Mallea.

El individuo en su soledad no es libre, sino que está sujeto a su menesterosidad intrínseca, subyugado a los caprichos de la naturaleza y abandonado a los rigores de la intemperie. “Solo es verdad lo que es capaz de comunión”, dirá; y asentará la idea de que únicamente en la comunicación con los demás podemos lograr una vida plena, productiva. Feliz. De lo contrario, “(…) lo peor es cuando esa gran fatiga interior presta su forma a todo lo exterior; cuando cada árbol, cada animal se presentaba a sus ojos con la figura de una derrota”. Nada escapará a esta maldición, y alcanzará incluso a la forma más pura de la inocencia: los niños.

Resultado de imagen de eduardo mallea