martes, 15 de agosto de 2017

Jesús Carrasco, "Intemperie" - LIBRO DEL MES

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Autor: Jesús Carrasco   Editorial: Seix Barral   Año: 2013
Lugar: Barcelona   Valoración: 3 / 5


“Abandonar su desesperante lucha contra la naturaleza y los hombres y regresar a casa. No al hogar, sino al simple cobijo”.
—Jesús Carrasco, Intemperie

En enero de 2013 el sello Seix Barral sacó a la luz el debut literario de Jesús Carrasco, que hasta entonces se había dedicado al mundo de la redacción publicitaria. La aparición de Intemperie llegó acompañada de un éxito estratosférico y aclamada por la crítica nacional e internacional, adaptación cinematográfica y cómic incluidos. Todo ello habla no poco sobre los méritos de esta primera novela.

Con un estilo muy “castellano” deudor evidente de Delibes, Carrasco compone una historia sobre la inoperancia de la voluntad ante un medio hostil, derivada de la menesterosidad intrínseca del ser humano en soledad, aislado de las estructuras sociales que le sirven de apoyo para el pleno desarrollo de sus facultades, puesto que la libertad sólo puede ejercitarse en sociedad: de otro modo, uno está sujeto a saciar sus necesidades más perentorias. Pero es también un libro sobre la dignidad, la caridad, la justicia, la lucha y la retribución. E, incluso, sobre el amor: mi madre me contó una vez cómo su recia abuela, con quien se crio de niña, era capaz de mostrar extremo aprecio y afecto a través de los actos, no de los gestos o las palabras, pero aun así haciendo al destinatario de aquellos sentir que era muy valioso y querido. Algo de ello hay en la relación entre el niño y el viejo de este libro, aunque se base, en buena medida, en la mutua necesidad.

La historia en sí no deja de recordar a La carretera de Cormac McCarthy. Transcurre en un lugar desértico que bien podría ser la Extremadura nativa del autor, el desierto de Nuevo México o ninguna parte, con una de esas inacabables planicies incomprensibles como cosa de ficción para los norteños, martilleadas implacablemente por un sol sanguinario. Intemperie está llena de simbolismos como las ovejas (con las resonancias que el cordero inspira en cualquier lector), el camino, la dicotomía entre bien y mal con sendos personajes representándolos, e incluso la tentación demoníaca en forma de posadero. Con todo, hay escenas en las que, sin regodearse en lo escabroso, parece perseguirse más bien un sentido de epatar o desagradar al lector, aunque es cierto que cumplen a la perfección su misión de trasladarle la dureza extrema de las condiciones en que se encuentra el protagonista.

Trabaja Carrasco en su novela con arquetipos, y para no distraer la atención de las ideas que pretende transmitir, no da nombres de ninguna clase, ni  topónimos, ni antropónimos, ni nada. Sólo sustantivos como el niño, el pueblo, o la posada. Lo que contrasta con la enorme especificidad y riqueza del vocabulario relacionado con los aperos, arreos, etc. Tampoco la acción se extiende mucho, en torno a una semana, día arriba, día abajo, en la que no hay un instante de respiro, consiguiendo con ello trasmitir muy bien la sensación de agobio ante tantas contrariedades que no cesan. Y es que en una situación de supervivencia extrema, el más mínimo despiste se puede pagar muy caro.

Con todo, a pesar del estilo trabajado y pulcro del autor, hay algunas anticipaciones tipo “(…) ninguno de los dos presintió la brutalidad de lo que había de suceder poco después” (p. 175) que, sumadas a cierta previsibilidad de la historia, restan interés a lo narrado, por mucho que ambos aspectos se justifiquen en la inexorabilidad de los acontecimientos de la historia que se cuenta.

En definitiva, un cuento que entretiene y se deja leer, pero sin que sorprenda demasiado, ya que no es nada que no hayamos visto en Delibes o McCarthy, como queda dicho.

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