lunes, 1 de abril de 2013

Craig Thompson, Habibi – LIBRO DEL MES


 

El libro que en la sección de este mes (aunque lo publico hoy me refiero a marzo) traigo se sale un poco de lo habitual entre mis lecturas y recomendaciones. Después de ver críticas muy positivas y de comprobar el muy económico precio de la obra en idioma original, decidí retornar a mis orígenes como lector, hace muchos años abandonados, en la novela gráfica / banda diseñada / libro ilustrado. Trataré, en la medida de lo posible, de no hacer spoilers.

Tras seis años de sin duda arduo trabajo, el ilustrador – narrador estadounidense Craig Thompson dio a la estampa, en 2011, un extenso volumen de más de 650 páginas titulado Habibi. Hasta donde he podido leer, las críticas han sido unánimes en considerarla inferior al hasta ahora gran éxito de Thompson, Blankets, pero, no obstante, de primer orden. Como no he leído la citada obra, soy libre de dar mi parecer sin incurrir en las siempre odiosas comparaciones.

Extendiéndose su acción durante unos dieciséis años, Habibi nos arrastra (más que lleva) por una variedad de escenarios (desierto, ciudad, palacios, …) que parecen sacados de Las mil y una noches (el poder explicativo y religioso, en el sentido etimológico del término, de las historias y los mitos es central en el libro), con costumbres y una galería de personajes memorables considerablemente profusa que parecen por completo ajenos a nosotros y en los cuales, sin embargo, podemos reconocer cualidades, virtudes, actitudes y defectos universales. Hace falta tener toda la perspicacia, ternura y refinamiento de Thompson para no caer en los tópicos ni en los prejuicios (este es uno de los grandes aciertos del libro: cuenta, pero no juzga; antes bien al contrario: se muestra tremendamente comprensivo y compasivo en el sentido humanista más amplio de esas palabras).

Los protagonistas son Dodola y Zam, dos niños huérfanos y esclavos que, a través de mil y una peripecias y contrariedades, se esfuerzan siempre por permanecer juntos pero, sobre todo, por no comprometer su libertad (que quizás sea, más que nada, no la que experimentamos hacia fuera, sino la que conquistamos hacia dentro). Esencialmente es una historia de amor, entendido en su extensión más noble (y, en este aspecto, es muy de agradecer la valentía de Thompson de no presentar una historia de amor convencional, sino una que incluye poderosos elementos espirituales, diferencias de raza y edad, y bordea con gran elegancia el complejo edípico y algo que, en términos subjetivos, podría resultar incestuoso [no se asusten los bienpensantes: ninguna relación de sangre o parentesco hay entre los protagonistas, sino algo que va mucho más allá: un parentesco anímico]). Pero también, tal vez sobre todo, es un firme alegato contra el estado de la mujer ¿en los países orientales?, contra el industrialismo y sus abusos, y contra la injusticia; un canto a la libertad, en definitiva, cuyo final abre una puerta a la esperanza.

Una de las críticas que se han hecho a Thompson por este libro es la amalgama de elementos dispersos que en él conjuga, que lo dotan de una densidad filosófica e ideológica rara de ver incluso en volúmenes no ilustrados. Para muchos dicha combinación, sin ser torpe o chapucera, no acaba de cuajar. A mí me parece muy bien resuelta. Con enorme calidad de página, el autor presenta una reflexión sobre el papel de las historias como transmisoras de verdades universales superiores (construyendo una historia que contiene muchas otras, y que empieza, precisamente, con el acto de creación ¿divino?, que también puede ser el artístico; a través del personaje de Zam, se adentra asimismo en la impotencia para la creación, estableciéndose un paralelismo entre la esterilidad biológica y la artística), sobre la capacidad para la creación humana, sobre la pugna entre el amor divino y el amor profano, que es tanto como decir entre el amor casto y el amor lujurioso; sobre el sacrificio, el cinismo y la hipocresía; y, en última instancia, sobre el poder salvífico del amor.

Sin caer en autocensuras, pero ingeniándoselas en todo momento para mantener la elegancia del relato y una sutil percepción, Thompson va echando mano de un trasfondo religioso para construir simbolismos y paralelismos maravillosos, como el del árbol que nace en la alcantarilla ( “¿Qué clase de árbol plantaría sus raíces en un lugar como este?”, se pregunta Dodola, para responderse de inmediato, “Quizás uno al que no le quede más remedio”, … pero, ¿está hablando del árbol? ¿O está hablando de las personas?); o el que establece entre Hyacinth y Nadidah, cuidadores de Dodola, respecto a los ángeles que velan por Mahoma y le acompañan en su subida al cielo; o el que establece entre la noción de aprendizaje y el ascenso por una escalera al paraíso (aquella antiquísima idea del gradus ad parnassum). Pero tal vez la imagen más potente de todas sea la del barco varado en mitad del desierto (no original ni nueva pero explotada hasta sus últimas consecuencias), que tan crucial importancia tiene en la vida de los protagonistas, remite de inmediato al arca de Noé (que también juega su papel) y que plantea, en primer lugar, la cuestión de cómo llegó ahí (¡qué desazonador!), pero, sobre todo, la constatación de que los barcos varados se ven privados de su función natural, a saber, navegar, de la misma forma que los personajes del libro, y más que ninguno, sus protagonistas, se ven privados de su ser natural por diversas circunstancias que no explicitaré para preservar el misterio. De ahí que se trate, también, de una historia sobre la maduración y la búsqueda, y conquista, del propio yo, que se concentra simbólicamente en el retorno al barco, que encuentran tan cambiado.

En definitiva, pues, se trata de un relato ejecutado con gran virtuosismo técnico, no solo en el dibujo, sino en la estructuración de la historia (con numerosos saltos adelante y atrás, sobre todo en los primeros capítulos); un cuento impactante, por momentos incómodo, nada fácil de olvidar y que conmociona (que es mucho más que emocionar), mayor de los elogios que, según creo, pueden hacérsele a un artista.

Por último, recomiendo la edición inglesa (en Faber&Faber) antes que la española (en Astiberri), ya que es mejor en edición (tapa dura), idéntica en ilustración (lógicamente), el inglés que emplea es muy asequible y, sin embargo, cuesta (en Amazon) un tercio de la traducción castellana (13,30 €, frente a 37,06 €).
 
JJJJJ

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