miércoles, 10 de abril de 2013

¿Cuándo escribí esto?

Revisando un antiguo manuscrito. Prometo solemnemente no volver a decir que no soy mucho de reescribir, y no volver a tener la sensación de que me curro poco las historias.
 
 
 
Se trata de una carpeta que contiene 175 folios de distintos tipos, la mayoría escritos a mano y por ambas caras, con diversos tipos y colores de tinta, llenos de dibujitos, anotaciones marginales, correcciones, añadidos ... Además, se contienen dos versiones impresas del primer capítulo, muy distintas estas y la original entre sí y ambas llenas de nuevas correcciones y anotaciones marginales, una versión alternativa del prólogo y los capítulos dos y tres, y un anexo a este último, también lleno de correcciones y anotaciones. Aparte de ello, tengo escritos, en un cuaderno, los dos primeros capítulos del segundo volumen, y varios folios de anotaciones sobre la estrutura de la historia completa.
 
Es el primer volumen de un tetralogía que proyecté hace años, una historia dirigida al público adolescente, que decidí dejar de lado para madurarla más y liberarla de ciertos parecidos que tenía con la ubicua saga de Harry Potter (ojo, no es una crítica, porque me encanta JK Rowling). Recientemente se me ha ocurrido introducir ciertos elementos que la transformarán radicalmente y, además, me he dicho que sería una pena desaprovechar todo este material. Originalmente había pensado jugar un poco con él e incluirlo en otro proyecto que todavía se está gestando como supuesta obra de un personaje, para mostrar las dificultades de la creación artística. El problema mayor con el que me encuentro, y con el que ya me encontré en su día, es el lenguaje que debo emplear: no quiero resultar paternalista ni moralista, pero tampoco pueril, en el sentido de escribirla como si fuera dirigida a niños de cinco años. Bueno, a ver por dónde empiezo ... ¡ya os iré contando!

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