jueves, 20 de junio de 2013

Algunas adquisiciones recientes

Me encanta coleccionar libros. Es, creo, una consecuencia natural de que te apasione la literatura. Y, por ello, una de las cosas que más me gusta es ir a tiendas de segunda mano, mercadillos, despieces, etc., que es una excelente forma de encontrar auténticos tesoros (incluidos libros difíciles de encontrar o directamente descatalogados) a precios irrisorios y a veces en muy buen estado (o incluso, en alguna ocasión, sin tan siquiera haber sido desembalado). Aquí os dejo algunos de los hallazgos que he hecho durante los últimos meses.
 
 
 
Los cuatro volúmenes de la derecha, que obviamente pertenecen a la misma colección, contienen obras de premios Nobel que no requieren presentación, excepto quizás la distinguida en 1938, la autora estadounidense Pearl S. Buck (que, no obstante, vivió buena parte de su vida en China), que, a pesar de tener en aquel momento una carrera todavía breve (había empezado a publicar "solo" diez años antes), había ya dado a la estampa unas cuantas obras. El volumen a ella dedicado contiene las novelas Viento del este, Viento del oeste, La buena tierra y Peonía. Quienes me conocen, saben que hay tres categorías de libros con las que tengo un "fetiche" literario: obras póstumas o últimas obras (sobre todo cuando han quedado inconclusas), obras escritas por mujeres (sobre todo cuando se trata de autoras anteriores al s.XX, cuanto más desconocidas, mejor), y obras "exóticas", raras o escritas por autores pertenecientes a minorías o colectivos marginados (p. e., puesto a escoger entre dos libros de un mismo autor, invariablemente adquiriré primero el más desconocido). Si, además, dos o más de esas condiciones se unen en un solo volumen, entonces eso ya es una fiesta. También me gustan mucho, como es el presente caso, los volúmenes que aúnan varias obras (los cuales, no obstante, tienen la desventaja de que a veces pueden resultar físicamente bastante pesados).
 
Los otros tres libros recogen novelas de Thomas Mann (La muerte en Venecia, Las tablas de la ley, Doktor Faustus), Heinrich Böll (Billar a las nueve y media, Opiniones de un payaso, la archiconocida Retrato de grupo con señora y El honor perdido de Katharina Blum), y Hermann Hesse (Bajo la rueda, Gertrudis, Rosshalde, Demian y Historia de las mocedades de Emil Sinclair).
 
En la primera fila pueden verse, también, El primer amor, de Ivan Turgueniev; Abajo las armas, de Bertha von Suttner; y El 93, de Victor Hugo. Asimismo, está la nueva novela, de reciente aparición, de Manuel José Díaz Vázquez, Apuntes y memorias del peor estudiante del mundo, cuya lectura estoy finalizando y de la que espero en breve escribir una reseña más extensa, aunque la recomiendo sin ambages.
 
En la fila intermedia pueden apreciarse las Poesías completas, de Antonio Machado (un poeta de una hondura que no requiere de artificios [su poesía cuenta apenas con recursos estilísticos notables] y de un ascetismo hipnótico, casi asiático] que leí mucho durante mi adolescencia, y que he aprovechado ahora para adquirir en edición mucho mejor que la que tenía, puede decirse que gratuitamente, ya que la cambié por otro libro), así como El doctor Zhivago, de Boris Pasternak (otro premio Nobel), no en la pionera traducción directa de reciente aparición, la cual, no obstante, tengo intención de comprar también en el futuro, por la curiosidad bibliográfica de comparar los dos resultados finales.
 
Atrás, por último, pueden verse Purga, de Sofi Oksanen, una joven autora finlandesa que ha recibido críticas muy positivas por este libro; así como Olvidado rey Gudú, de la veterana española Ana Mª Matute, un enorme cuento de mil páginas por el cual debería recibir el Nobel aunque nunca hubiera escrito ni una página más, y que compone una de las historias más trágicas y emotivas que he leído nunca. [En este caso, aunque ya tenía el libro, aproveché para comprar esta edición grande en tapa dura en condiciones óptimas, que me costó solo 3 €, frente a los 26 que me costaría en tienda, con el aliciente de que todos los libros aquí presentes, excepto Apuntes, fueron adquiridos en un mercadillo solidario cuya recaudación íntegra iba destinada a un refugio de animales].
 
 
 
Aquí maté dos pájaros de un tiro, aunque los libros están bastante trallados (y el precio acorde): para practicar mi inglés y que no se me oxide, adquirí algo de literatura africana (fundamentalmente de Zimbabwe, pero también nigeriana, ghanesa, keniata o senegalesa), en la cual estaba interesado en adentrarme (ahora mismo estoy leyendo una excelente novela de la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie, Medio sol amarillo). Tres pájaros si tenemos en cuenta que, a excepción del recientemente desaparecido Chinua Achebe (primero por la derecha, No longer at ease), se trata de autores inéditos, o casi, en castellano: Our sister Killjoy, de Ama Ata Aidoo; Tales of Amadou Koumba, de Birago Diop; Shadows on the horizon, de Stephen Mpofu; The house of hunger, de Dambudzo Marechera; A grain of wheat y The river between, de Ngûgî wo Thiong'o; y A son of the soil, de Wilson Katiyo.
 
 
 
 

Algo de literatura estadounidense: de Ernest Hemingway, la póstuma e inconclusa Islands in the stream; de Norman Mailer, la icónica The naked and the dead; y de Ralph Ellison, la no menos crucial Invisible man. Ya en traducción, dos tochitos, uno de Carson McCullers, conteniendo La balada del café triste, Reflejos en un ojo dorado y Frankie y la boda; el otro, de John Dos Passos con su obra principal Manhattan Transfer, así como Primer encuentro y Calles de la noche.
 
 
 
Y la contraparte británica: The grass is singing y African stories, de Doris Lessing (se acumulan los Nobel); los sonetos de Shakespeare, que, seguramente con poco o ningún aprovechamiento, leí traducidos hace bastantes años (unos quince); A passage to India, de E. M. Forster, autor de enorme sensibilidad y perspicacia; Animal farm, de George Orwell, la cual, aunque la leí dos veces, una en original y otra traducida, no tenía en mi biblioteca; y Sons and lovers, de D. H. Lawrence.
 
  

Un irlándés que vivió la mayor parte de su vida en EE.UU.; un ex-nazi alemán traducido al inglés y un ruso expatriado que escribía en la lengua de Shakespeare tenían, por fuerza, que acabar en este cajón de sastre: el otro día me dormí con la súbita urgencia de encontrar una copia de Las cenizas de Ángela, el best-seller autobiográfico que catapultó a la fama a Frank McCourt, lo cual me ocurrió al día siguiente por 1 €. The night of the generals, de Hans Hellmut Kirst, también muy conocida, sobre todo por su adaptación cinematográfica, fue un regalo de Esther Val, a la cual le doy las gracias desde aquí. Lolita, por último, parece un principio lógico para alguien que nunca ha leído a Nabokov.

 

 
Aquí dos compatriotas: por un lado, la escritora del s. XVII, María de Zayas, de la que apenas se sabe nada excepto que existió y que dejó escritas unas cuantas "novelas" en el formato y estilo de las ejemplares de Cervantes; y, por otro, el que probablemente fue el mejor escritor español de su tiempo, aunque lamentablemente descuidado por la crítica y el público hasta una época bastante tardía: nunca ganó el Nobel, pero pienso que el que le dieron a Camilo José Cela llevaba escrito su nombre. Se trata de Gonzalo Torrente Ballester, con Off-side, una novela más o menos experimental en la que elimina la acción.
 
 
Para desoxidar mi francés un texto clásico, La princesse de Clèves, de Mme. de Lafayette; así como otro de Rousseau más informal y ligero que otros suyos, Les rêveries du promeneur solitaire. Bai Juyi, por su parte (aquí en amplia selección de su obra poética traducida al inglés), poeta chino de los ss.VIII - IX, solo ha sido editado una vez en castellano, según creo.

 
Y, para acabar, como no podía ser menos, otro premio Nobel, en este caso el más reciente: el chino Mo Yan, a cuya novela La vida y la muerte me están desgastando, que cuenta las desventuras de un hombre que sufre sucesivas reencarnaciones, a cada cual más degradante, tenía ganas de incarle el diente desde hace tiempo.


 

1 comentario:

  1. Ya veo que has aumentado tu biblioteca considerablemente. Genial. ¿Pero vas a tener tiempo para leer tanto?
    Yo estoy con el de Manuel aunque voy a poquitos; el tiempo no da para más.

    biquiños,

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