viernes, 2 de junio de 2017

Ismael Ramos, "Hábitat" y "Os fillos da fame" - RESEÑA EXTRA DE JUNIO


“A promesa nunca debera xogar co recordo”
—Ismael Ramos, Os fillos da fame—

Dice la poeta Juana Corsina —ya lo he dicho en este blog varias veces, pero merece la pena repetirlo e insistir en ello— que un buen poema no necesita más de dieciséis versos, pero que, a pesar de ello, en él se contiene toda una novela. Pues eso es lo que sucede con la poesía de Ismael Ramos: que uno tiene la vívida impresión no sólo de leer sino de presenciar lo descrito en los poemas.

Pocas cosas hay que me den más repelús que las reseñas de libros [de poemas] que son más “poéticas” ellas mismas que el propio libro reseñado, así que intentaré por todos los medios mantener a raya las metáforas.

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Autor: Ismael Ramos   Editorial: Concello de Outes (edición no venal)
Año: 2013   Lugar: Santiago
Valoración: 4 / 5

El poeta, nacido en Mazaricos (A Coruña) en 1994, se estrenó editorialmente en 2013 con Hábitat / Interferencias, una plaquette merecedora del XVI Premio Francisco Añón de Poesía. En ese texto se prefiguran ya algunas obsesiones del autor, como la casa, la incomunicación o la muerte, y también algunos rasgos estilísticos, como la aparente desarticulación entre versos y estrofas, que a menudo se construyen con una estructura más o menos cíclica y que, tras una primera impresión de divagación, introducen una escena analógica intermedia, casi a modo de parábola, para regresar a continuación a la inicial, pero con sutiles matices en ella; así como la tendencia a la repetición léxica y estructural, de tal forma que encontramos versos leit-motiv que aparecen y reaparecen dotando a las piezas de un sentido ondulante pero muy coherente.

En Hábitat / Interferencias topamos, como su título indica, con una voz lírica asfixiada dentro de los confines de la casa
“(…) A casa
come metralla. A casa
come. (…)”

y que trata de adueñarse del medio. El yo poético muestra a cada instante su extrañeza ante lo que le rodea y ante la inoperancia de sus esfuerzos, ejecutando la taxidermia de un entorno hostil donde la muerte impera (referencias a pájaros en formol, el luto, cadáveres sujetos con alfileres, etc.).

Aunque Ramos trabaja con símbolos de todo tipo, la presencia simbólica de animales, que también se repetirá en su siguiente obra, es otro de los elementos que destacan en este primer poemario, a menudo como presencias más bien inquietantes (ovejas que invaden la habitación y se ponen a comer pan, pájaros que mueren en el jardín, insectos que caminan sobre el cuerpo, …) que representan ese entorno brutal en el que el yo apenas logra respirar.

El otro eje que vertebra Hábitat es la incomunicación, simbolizada por el teléfono roto, que acaba de componer el retablo oscuro en que se desenvuelve la voz lírica, que no en vano (ex)clama con insistencia “Óelo? Óesme? Óesnos?”. La casa, así, está muda, y esa mudez se contagia al yo poético, que no tiene más alternativa que el silencio.

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Autor: Ismael Ramos   Editorial: Xerais
Año: 2016   Lugar: Vigo
Valoración5 / 5

Tras su debut, pasarían tres años —lo que ya da prueba de la poca prisa y la concienzuda labor creativa de Ramos— hasta que apareciese, en 2016, el novedoso poemario del autor, Os fillos da fame, preludiado por su victoria en el XVIII Premio Johán Carballeira.

Respecto a la obra anterior, aquí encontramos varias novedades, aunque se mantengan ciertas “marcas de la casa”. El primer elemento novedoso que salta a la vista, es la mutación en la forma poética: la disposición versal más o menos “clásica” de Hábitat se ve sustituida aquí por una extensión de la línea hasta rozar en algún momento la frontera —formal— entre poesía y narrativa.

Así, materia y forma poéticas se amalgaman aquí, con momentos que están a caballo entre la poesía y la narración —si es que, en el fondo, una y otra cosa son distintas—, en una feliz combinación que extiende el verso hasta casi diluirlo, pero sin que llegue a ser prosa del todo.

El aspecto escénico —la narratividad, si se quiere— del contenido del poema, que ya estaba en el volumen anterior, alcanza pleno desarrollo en Os fillos da fame, donde se contagia a la estructura global de la obra. Así, podemos seguir perfectamente, a través de los mini retablos propuestos por Ramos (la espera en el puerto por la llegada del padre, la compra de ropa nueva, la interpelación al mar, e incluso una noche de S. Juan), la historia de una familia marinera en un pueblo costero, con singular incidencia en los efectos de la lejanía del padre en la dinámica familiar. Los diversos estadios de la maduración vital y emocional de los personajes implicados (el padre-marinero, la esposa-madre-viuda, los hijos en diversas edades y experiencias) que van asumiendo por turnos la voz lírica y que, en sucesivas pasadas, informan de la desolación con que su disfuncionalidad les embarga. O, en las palabras del poeta, “o territorio da ferida”. El yo poético —en una técnica muy faulkneriana al estilo de Mientras agonizo— asume muchas formas, aunque todas habladas en primera persona.

Temáticamente las cuestiones elegidas por el poeta no están muy distantes de las de su primer libro, destacando la muerte, la incomunicación, o la revisión crítica de la familia como institución. Pero en esta segunda entrega se instila en las piezas una cierta aspiración épica, como de epopeya coral, que no estaba en los versos primeros del autor.  

A nivel simbólico, el mar —aunque no se trata en absoluto de un poemario sobre el mar— le gana aquí terreno a los animales y reina soberano en ese aspecto, condicionando ominosamente, como siempre lo hace la naturaleza, la existencia de las personas, que parecen ancladas en una suerte de repetición obsesiva de los mismos rituales —las estructuras cíclicas y paralelismos de que ya hablamos son cruciales para conseguir ese efecto—, tal cual las olas se repiten incesantemente, yendo a morir a la playa —como la esperanza, quizás—, pero nunca son del todo iguales.

Otra novedad de Os fillos da fame es la introducción del tema del amor, que apenas estaba presente en Hábitat. Y hay que decir que el retrato del amor que se opera entre estas páginas no es demasiado halagüeño: encontramos una fuerza desfalleciente, devoradora y estéril:

“(…) Decátaste, nunca terei fillo con que enche ese
cuarto. Nunca sangue dabondo para volver pintar
as paredes”.

Por lo que toca a la adjetivación, es muy parca, y sobre todo, caracterizada por ciertos rasgos abstractos que raramente se concretan (los colores aparecen mencionados varias veces, pero normalmente no se especifican, salvo en el recurrente blanco). En cambio, sí encontramos, sin excesos, metáforas trabajadas (como “a potencia que encerra calado o cereal”, “como se fabrica a morte no interior dos pulmóns do pan”, etc.).

Aunque quizás lo que más sorprenda de este volumen sea un dato biográfico, ya que, a diferencia de quien esto escribe, Ismael Ramos no es hijo de marinero, ni se crio junto al mar, sino tierra adentro, aunque nadie podría decirlo a partir de estas páginas: su habilidad y su “fame” —ese sustantivo omnipresente y tan relevante en el libro— le condujeron a explorar algo para él desconocido, para descubrir finalmente que el ansia —de todo, cualquier ansia— es lo mismo en un sitio que otro.

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