miércoles, 23 de abril de 2014

Marie-Aude Murail - RESEÑA ESPECIAL DÍA DEL LIBRO


 
 
Los niños Morlevent se quedan huérfanos y están solos en el mundo. ¿Cuál es la solución más conveniente a su situación? ¿Hay alguien dispuesto a velar por ellos? ¿Quién sería el más indicado para hacerlo? Estas son las cuestiones a las que Marie-Aude Murail, una prolífica autora bien conocida del público galo, pretende dar respuesta en este delicioso libro de doscientas páginas que se leen como un cuento, aparecido en el año 2000 y traído al castellano por Noguer en 2012 bajo el título No somos los únicos que llevamos este estúpido apellido.

Si hubiera que definir con una sola palabra todos los aspectos que componen esta historia obviamente dirigida a un público juvenil, yo elegiría «sencillez». La modestia de los recursos empleados, sin embargo, no merma ni la calidad del texto ni su efectividad, y no evita, tampoco, las consideraciones políticas, sociales o morales, aquí centradas en la naturaleza de la familia y su composición, así como algunas pinceladas de las relaciones interpersonales y de pareja cuando están transidas por los prejuicios o la violencia.

Su aire naif me ha recordado al ensayado por Alessandro Baricco en Seda. Los personajes no son un prodigio de desarrollo, pero están bien y efectivamente diseñados, con definiciones en pinceladas rápidas acerca de sus actitudes, sin que la autora consiga ni se preocupe por ocultar sus favoritismos.

Estructural y estilísticamente no hay nada llamativo o novedoso ni en el texto ni en la trama, pero es una historia amable (y, a pesar de ello, decididamente militante, como señaló la propia autora) que se deja leer sin dificultad ni exigencia alguna, adecuada para una tarde o noche en que se quiera descansar de la literatura de altos vuelos. Por una vez se agradece, además, que los milagros de la traducción hayan dotado a esta novela de un mejor título en castellano que en el original (Oh, boy!  se titula en francés, a partir de una recurrente exclamación de uno de los personajes, en nuestro caso transformada en otra de uso común más reconocible para el público hispano).

Quizás lo más destacable aquí sea un aspecto extraliterario (aunque, como señalé en mi reseña anterior, en realidad todas las decisiones de un autor son siempre literarias): la apertura a las nuevas realidades sociales y familiares, con intención de incitar cierta reflexión en el público más joven, temática cada día más frecuente en la literatura a ellos dirigida. Lo mejor de todo, la conclusión, especialmente la imagen final, con la poderosa simbología del techo o tejado.
 
 



JJLLL
 
 

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