martes, 20 de enero de 2015

Una reclamación de la noche


Una reclamación de la noche

me ha llegado;

un impuesto que tendré que pagar contigo,

aunque al pagarte

pierda cuanto tengo,

la dignidad, el amor, la desdicha,

también todos los bienes materiales.


Desde entonces, desde que te hallé

sin buscarte,

o buscándote quizá sin saberlo,

o por el cielo me fuiste entregado,

y viniste a mí,

desde entonces,

mi moneda de cambio has sido tú,

con la que pagué deudas a la belleza,

la prenda que con dolor se entrega

para recuperarla después con felicidad,

la cual repudia la alegría

cuando una entrega nueva

nos arrastra con sus hojas delicadas,

como aquella mendiga

que recordaba mi rostro vacío

porque entregué cierta moneda que eras tú,

aunque una moneda no pague

el recuerdo,

pero quizás aquel día comieron

sus hijos gracias a ti,

que te vas ahora por mí entregado,

aunque no sé qué pudieron comer

en un mundo que en su opulencia

no es capaz de dar alimento:

las cosas que compras tú, y que vendes,

no son para el cuerpo,

sino para la mente de la hierba,

o del sueño,

o de los mares y la niebla,

o quizás no seas tampoco

nada concreto,

aunque me acompañes cerca,

precioso y eterno,

tú.


Otoño de 1999 - Primavera de 2004

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