lunes, 26 de enero de 2015

Hago tu retrato


Miseria es tu nombre,

y, aunque tienes rostro propio,

no lo muestras nunca,

pues no te es posible quitarte

la careta que llevas,

conocida como tristeza.


Ir o volver, una puerta o la otra,

ya no te importan estas decisiones:

el clavo del dolor

tan hundido en tu carne llevas

que has preferido ocultarte en un paraíso perdido

que observas con la mirada eterna

hija de tus enormes ojos.


¡Ah, sí, la soledad; cómo olvidarla!

Compañera tuya es de tantos años,

que ya te has acostumbrado a su rostro

de gesto terrible.


Sentiste como si te despertasen de un sueño,

mas ya te sentías despierto antes,

o lo que es lo mismo:

aunque creíste despertar,

en realidad continuabas durmiendo.


Dónde estás ahora

y cómo fue tu vida desde que nos separamos,

lo desconozco,

y probablemente no te vuelva

a ver ya nunca

y la pena y el remordimiento

que ello provoca en mi alma culpable,

es diferente a cualquier otra pena

y a cualquier otro remordimiento

sentido antes.


Mi intención de ahora, sin embargo,

no es tan mezquina como parece,

y andado el tiempo,

y si todo sale según lo previsto,

iré a buscarte por los caminos

que hayas andado,

y si te encontrase,

no esperaré de ti ni aprobación

ni palabras:

tan sólo que aceptes el regalo que te llevaré,

y esperaré que de él

sepas hacer buen uso.


Mas si no te encontrase,

entonces rezaré una oración por tu alma,

para su salvación eterna,

y portaré para siempre

esta pena y este remordimiento

nunca antes sentidos,

bajo los caminos que alumbra

la noche con ojos atónitos.


Otoño de 1999 - Primavera de 2004

No hay comentarios:

Publicar un comentario