miércoles, 23 de diciembre de 2015

Allí, lejos


Ahora andará Alejandra por la huerta comiendo moras bajo el sol de mediodía. Allí, lejos del olor del fango mezclado con sangre. Valentina le gritará con falso tono amenazante desde el balcón, mientras extiende las sábanas almidonadas: “¡Vas a estropear el estómago! Como no comas…”. Pero Alejandra fingirá no oírla, canturreando entre las tomateras, mientras su mandilón blanco se va llenando de manchas rojas. Seguramente llevará colgando del brazo su muñequita de trapo, mil veces recosida. Allí, lejos del picante olor de la pólvora. Se acercará al caño de la fuente a lanzarles piedrecitas a los renacuajos que rebullen en el agua fresca, tan distinta del líquido envenenado del que apenas disponemos nosotros. Con el rumor del chorro a lo mejor se queda dormida contra el muro de piedra musgosa, sus cabellos rubios y lacios cayéndole sobre la pálida cara como hilos de oro. Allí, lejos de los ensordecedores estallidos de las bombas. Luego, a la hora de comer, Valentina la irá a buscar, la aupará, y al despertar de golpe, Alejandra hará pucheros, y Valentina le dirá, riendo: “¡Boba!”, mientras le besa la frente. Allí, lejos de esta maldita guerra a la que la libertad nos condujo.

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