miércoles, 23 de diciembre de 2015

La fiesta


Grillos-serrucho entremezclados con el machacón pachangueo de los altavoces. En la cabecera de la mesa, la abuela se abanica con una revista a medias enrollada. Bajo la sombra del peral, circundada por motas de polvo que giran lentas, se bambolea la piñata. Por la pata de la mesa, una hilera hitleriana de hormigas sube imparable, destino a los snacks. Un niño solitario se entretiene cortando su avance con una ramita. Mientras, los demás se salpican con el agua de la pequeña piscina hinchable, y sus chillidos perforan la tarde como agujas. Mamá sale con la tarta de velas chisporroteantes, pero en el último escalón, se pisa la larga falda y cae. La tarta se despanzurra en el suelo. Tensión. Pucheros. Mamá se levanta, gritando: “¡Guerra de comida!”. La explosión de carcajadas reverbera en la quietud de la tarde, y hace que algunos pajarillos oscuros salgan volando de entre las ramas.

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