viernes, 22 de marzo de 2013

Exposición - recital

Abajo podéis leer el poema que recité en la inauguración de la exposición colectiva que Narart tiene colgada en el Museo do Humor de Fene (http://naronamigosarte.blogspot.com.es/)

EXPOSICIÓN
Para que yo lea este poema,
para que yo esté aquí, salpicando el silencio con
[palabras,
muchas muertes han tenido que apresurarse por los
[siglos arriba;
mucho amor ha tenido que pudrirse
en los ojos arrobados de los amantes;
mucho hueco ha tenido que hacer la tierra
a las frutas maduras avasalladas en el suelo
como siervos bobos;
muchos cuervos y buitres
han tenido que arriesgarse en su rapiña,
y muchas abejas han tenido que elegir, sin saberlo,
qué plantas nacería y cuáles acabarían su esplendor
en la masa informe y oscura
que cubre el suelo en otoño.
***
Las libélulas rallaban el pan
bajo la sombra adusta
de las arcadas en las que el tiempo
fue inscribiendo sus arañazos con dedo invisible,
mientras el silencio, salpicando palabras,
envolvía el perfume incierto y misterioso
que el limón escupe en el limonero.
Las ancianas dormitaban en sus sillitas
frente a los naranjos florecidos,
y en los patios casi sin luz
vibraba la palpitante argucia de los enamorados,
prometiéndose que no son solo ruinas
lo que alienta al corazón,
ni mucho menos el pecado.
La llanura solitaria
no les miraba con buenos ojos,
ni el cielo se atrevía por completo
a sonreír en el azul denso y profundo
que acompaña el traqueteo atareado
de los trenes nocturnos de mercancías.
Había, en cambio, mucha luz teñida de sombras
descendiendo, pasajera, de las alturas
con la debilidad del acero
que se retuerce en los incendios,
apoyándose en la pared para no derrumbarse
como arena, como un castillo de naipes,
fingiendo no perder el equilibrio,
tapándose los oídos para no caerse
al recibir el peso de la verdad
y continuar con su pantomima centenaria
en la que, en cada recodo del camino,
uno se detiene, mira atrás, contempla la lejanía,
y no ve nada, sino solo la senda
con su quietud de fotografía antigua.
“Quizá sea la oscuridad
de la noche estéril y pacífica”, piensa uno.
Y entonces llega el día,
y uno ve al borde del camino
un sembrado de calabazas
defendido por un hombre, o quizás un
[espantapájaros,
entre las cuales se ocultan los gatos,
siempre al acecho.
Así que para que yo esté aquí,
esta tarde, y ustedes conmigo, atiborrando el silencio
[con palabras,
incomodando al aire con mi aliento,
todas las guerras del mundo han tenido que hacer su
[apuesta;
ha tenido que resonar triunfal, por las tardes,
la risa de los niños manchada de chocolate;
ha tenido que olvidarse el destino por un momento
de su imparable recolección de almas,
y permitir las leyes de la Física que se unieran los
[átomos de mis ojos
para contemplar los cuadros de esta sala,
que nos aguardan expectantes
con su arcano de colores y trazos
en el que habita el don de las revelaciones.

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