viernes, 22 de marzo de 2013

Günter Grass, El rodaballo - LIBRO DEL MES

 
 
En 1977 se publicó la que para muchos es la más ambiciosa y netamente grassiana de las novelas de Günter Grass, escritor alemán y premio Nobel de Literatura: El rodaballo.

Dada la gran densidad de la obra (no se recomienda a los amantes de las historias breves y/o lineales) y la enorme variedad de ideas y eventos (históricos unos, fantasiosos otros, y aun híbridos de ambos) tratados en el libro, este artículo no pretende ser más que una pequeña recolección de notas que fui tomando durante su lectura, organizadas ahora en beneficio de la claridad expositiva.

En esencia, El rodaballo es un largo cuento (más de 550 páginas) que el autor-narrador cuenta a su esposa Ilsebill durante los nueves meses que dura su embarazo, con cada uno de los cuales se corresponde un capítulo del libro. El cuento de Grass se inspira, para introducir al personaje del pez que da nombre al libro, en el famoso cuento alemán El pez hablador (o, en la versión novelesca, El pescador y su muxer), donde un pez, el rodaballo, promete un deseo al pescador que le ha atrapado si le libera. El pescador se lo cuenta a su mujer, y esta va formulando deseos de creciente ambición.

Partiendo de estos (aparentemente) sencillos mimbres, el autor consigue introducir una salva casi inabarcable de ideas a priori sin relación entre sí (la evolución culinaria, la lucha de clases, las relaciones entre sexos, con la prevalencia del varón y la sumisión de la mujer, que es en realidad quien ha nutrido la Historia, el feminismo, los principios del eterno femenino y eterno masculino …), que van conformando un complejísimo artificio narrativo (“novela torrencial”) con cualidades casi bíblicas o mitológicas, en el sentido de que pretende explicar el mundo entero (“novela total”), apoyándose en las características marca de la casa: los juegos de palabras, la evocación simbólica, los pastiches estilísticos, la alternancia de episodios truculentos con otros más románticos …

Así, Grass formula un recorrido a lo largo de la Historia, desde la Edad de Piedra (época en que se captura al rodaballo que embauca a los hombres para iniciar el patriarcado, que conducirá a “la concepción viril de la historia, hecha de imposición del poder y de sumisión de la realidad a la elucubración que desemboca en el totalitarismo, nutrido por invenciones tales como Dios, el progreso o la revolución”) hasta eventos que eran todavía recientes en el momento de publicarse la novela: la sublevación de los trabajadores de los astilleros de Gdansk. Sin embargo, lo hace en tales términos que se va dando una progresiva fusión entre fantasía e Historia, de modo que los eventos y personajes históricos acaban pareciendo irreales (“La gente quiere oír la verdad. Sin embargo, si se les presenta la verdad, dicen: “Todo eso es pura invención”. O se ríen: “¡Qué cosas tiene!”,en palabras extraídas del propio libro) y, por la contra, los eventos y personajes fantasiosos acaban desarrollando la “consistencia interna de la realidad” (en afortunada expresión de Tolkien).

Este prodigio se consigue por la vía de otorgar el mismo tratamiento literario tanto a unos como a otros, hasta el punto de que el autor se ficcionalizaa sí mismo (se da una superposición de narradores y puntos de vista a través de la figura del escritor-reportero que cubre el juicio al rodaballo y que ha sido otros hombres, todos los hombres, de hecho, por quienes habla y que hablan a través de él), y juega con el factor del tránsito a la madurez desde la infancia, de modo que acabamos teniendo este cuento enorme y maravilloso escrito-narrado por un hombre que afronta el drástico cambio de su vida ante la llegada de su primer hijo, y de cuyo infantilismo y complejo maternal habla en varios puntos, como el episodio de la comida con Griselde e Ilsebill, que súbitamente (fantasía) se ve atestada con el resto de mujeres integrantes del Feminal, que no son, cada una y todas ellas, más que copias de otras antecesoras y las unas de las otras, y todas ellas de una misma (principio del eterno femenino-divino), la diosa Aya, la madre primigenia permanentemente añorada (lo que en un looping narrativo nos devuelve al asunto del complejo maternal con el que se inicia el citado episodio).

Uno de los puntos que más me ha fascinado de El rodaballo, es cómo asume la tradición narrativa oral, por un lado mediante la “actualización narrativa”, explicada con sencillez en la página 308 (“contaban (…) historias de tiempos pasados, pero siempre como si hubieran estado presentes”), y, por otro, con historias que comienzan siendo fragmentarias y se van rehaciendo en cada reaparición, lo que establece un hermoso paralelo, pues, a medida que avanza la gestación de la mujer (escribir no deja de ser también una gestación y un parto), las historias se van desarrollando y ampliando, pero también cambiando: “Los cuentos de hadas solo se interrumpen temporalmente o comienzan de nuevo cuando terminan. Son la verdad, contada cada vez de un modo distinto”,leemos a solo una página del final, en uno de los mejores capítulos del libro.

En definitiva, un gran libro que lo tiene todo para convertirse en un clásico (de esos que nadie lee), y que nos permite reflexionar y aprender al mismo tiempo que nos entretiene y nos imparte una lección magistral de alta literatura, aunque siempre con la densidad (se diría que inevitable) propia de la literatura de Grass, pero también de los grandes empeños.


JJJJJ

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