viernes, 22 de marzo de 2013

JK Rowling, The casual vacancy - LIBRO DEL MES


El pasado septiembre, la que probablemente sea la escritora más exitosa de todos los tiempos, la británica JK Rowling, publicó su octava novela, The casual vacancy (Una vacante imprevista, en la traducción castellana), la primera al margen de la archiconocida saga de Harry Potter. El listón, al menos desde el punto de vista de las ventas, estaba muy alto, incluso para ella misma, por lo que no sorprende que, en ese aspecto, las ventas, aunque millonarias, hayan sido más discretas. Las críticas, por su parte, han sido mixtas (como era previsible; incluso podía augurarse una tendencia negativa), yendo desde lo peor (“Lamentablemente, el mundo real que ella describe en estas páginas es tan deliberadamente banal, tan deprimentemente estereotipado, que The Casual Vacancy no es solo decepcionante, es aburrido”,Michiko Kakutani, The New York Times) hasta lo encomiástico (“es una gran novela de la Inglaterra contemporánea, ambiciosa, brillante, irreverente, divertida, profundamente triste y magníficamente expresiva", Lev Grossman, Time). En todas ellas hay aciertos y errores, como no podía ser menos.

No es este el lugar ni el momento para embarcarnos en una discusión sobre el gusto, el estilo, el valor de la crítica profesional, etc. Sin embargo, si hubiéramos de juzgar un libro meramente por su éxito mercantil o de crítica, jamás habríamos oído hablar de Kafka, ni de Cumbres borrascosas, ni de Movie Dick, ni de Emily Dickinson, ni de tantos otros autores geniales y obras maestras. Es más: parece existir una idea extendida, sobre todo entre los más sesudos, de que es conditio sine qua non para ser una obra maestra la falta de aprecio en ambos terrenos.

Ahora bien; ha habido un par de calificativos repetidos en varias críticas que han captado mi atención, y han sido estos los de “inteligente” y “divertida”, que así, puestos por junto, siempre me han parecido una forma políticamente correcta de decir que el libro no te ha gustado demasiado. En cuanto al primer epíteto, no cabe duda de la agudeza de las observaciones de Rowling, ni de su habilidad para la descripción realista (aunque ingeniándoselas para no caer en lo escabroso, a pesar de ciertas escenas y ambientes). En cambio, calificar de “divertida” (aunque el primer centenar aproximadamente de páginas está, en efecto, regado con observaciones ingeniosas, sobre todo a cuenta de los integrantes del clan Mollison) una novela que trata, entre otros asuntos, la enfermedad mental, el bullying, las conductas autolesivas, los pensamientos suicidas y el sexo durante la adolescencia, la disfuncionalidad familiar provocada por la drogadicción parental o el maltrato físico y psíquico en el seno de la familia; me parece, como poco, superficial.

En realidad, da la impresión de que toda la animadversión, si es que puede calificarse así, que concita el libro, tiene que ver con que no trata de niños mago que vuelan en escoba, ni de sádicos traumados que le dan la del pulpo a sus recatadas e inexpertas amantes, ni de hombres lobo de torso musculado con tendencia a perder la camisa, ni, peor aún, de vampiros embadurnados de purpurina que practican cesáreas a dentelladas.

Por el contrario, se trata de una novela clásica, de estructura lineal (con bastantes pequeños flashbacks entre paréntesis), que entronca con la gran tradición inglesa de “narrar pueblos”, en la que sigue a tantas ilustres antecesoras suyas (Austen, Eliot, Gaskell, …), de las que es evidentemente deudora, contada con fluidez y ritmo constantes en un inglés accesible para cualquiera con un grado medio, buen pulso narrativo a lo largo de sus quinientas páginas (seiscientas en la traducción castellana), cuyo punto “de ignición” es la repentina e inesperada muerte de un apreciado conciudadano, uno de esos aunadores de voluntades que hay en todos los grupos sociales. La subsiguiente lucha por el escaño que ocupaba el finado en el consejo parroquial abre la esclusa de una corriente subterránea de iras, frustraciones, enemistades y engaños que sale a la luz en tromba y que solo puede acabar con otra catástrofe como la que le da inicio. Versa, en definitiva, sobre lo que ocurre en una pequeña comunidad (o, si se quiere, en un pequeño grupo de personas) cuando desaparece el “pegamento” que les mantenía unidos y les daba cohesión y equilibrio.

Como digo, pues, y como han señalado algunos críticos, al igual que la mayoría de best-sellers, no se trata de una obra maestra, ni falta que le hace, pues sus méritos son más que sobrados para convertirla en una novela que se lee con gran interés y placer, algunos de los cuales he mencionado ya. Uno de los aciertos es hacer de Barry Fairbrother (el interfecto, que hace una aparición “estelar” en el primer capítulo, pero cuyo óbito tantas consecuencias desencadena) una buena persona, pero no un santo (aunque sus “culpas”,puestas de manifiesto por su viuda, sean en comparación con las de algunos de los otros personajes, tan insignificantes que resultan casi risibles). Otro de los aciertos es que a pesar de que [casi] todos los personajes tienen comportamientos reprochables, considerados objetivamente desde la omnisciencia de la voz narradora (aunque no cae en la tentación de juzgarles, lo que solo podría haber resultado torpemente moralizante, en detrimento de la historia), desde la perspectiva de cada uno de ellos, se vuelven comprensibles. La gran premisa de la que parte el libro es la hipocresía social, que provoca que quienes están en posiciones desesperadas a menudo no puedan hacer nada por salir de ellas y, en cambio, quienes pueden hacer algo, o bien desaparecen sin conseguir nada, o bien toman la decisión de no hacer nada. La propia autora señaló, muy significativamente, que le interesaba tratar el asunto de lo que se ha dado en llamar “la pobreza”, con las siguientes palabras: "Se habla de los pobres como esta masa homogénea, como gachas. La idea de que podrían ser individuos, y estar donde están por razones muy diferentes y diversas, (…) parece escapársele a algunas personas". El libro, pues, puede incluso leerse como una pequeña crónica (burguesa) de la lucha de clases (en ese sentido, es muy simbólica la constante pugna en torno a quién debe hacerse cargo de la depauperada región denominada “the Fields”, “los Campos”). Y es este uno de los puntos donde más flojea la historia: las posiciones resultan un tanto estereotipadas y previsibles, hay cierto conformismo, y la autora pierde la oportunidad de investigar en las intenciones y procesos que han llevado a cada uno a ser como es y pensar como piensa (en este sentido, puede consignarse en la narrativa de JK Rowling, como ya resultaba obvio en HP, una cierta frialdad o distanciamiento respecto a los personajes, cierta prevención a adentrarse demasiado en las motivaciones de cada uno, como si temiese cavar demasiado hondo, por así decir). Otra de sus oportunidades perdidas tiene lugar en la extensa escena de la fiesta de cumpleaños, donde podría haber cargado mucho más las tintas con observaciones agudas y más o menos maliciosas. Quizás lo mejor del libro, sea su acertado retrato de los personajes adolescentes, en los que lleva camino de convertirse en una experta, pero sobre todo la capacidad de generar intensas emociones, perturbadoras en su mayoría.

En cuanto a la edición, salvo algún salto esporádico en alguna línea, está muy bien hecha, y contiene una tabla activa de contenidos, así como un link a la misma en el número de cada capítulo.
The Casual Vacancy
JJJJL

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