lunes, 11 de enero de 2016

El autobús


(Voz: Clara Montes / Poema: Antonio Gala)

El autobús.


Estaba cansado. Se dejó caer sobre el asiento del autobús. Estaba cansado de caminar por todo el centro comercial. Su amigo se sentó a su lado. Hacía calor. Hacía mucho calor. Cerró la cortina para no le diese el sol. Abrió el aire acondicionado y lo dirigió hacia su cara, hacia su cabeza. Estaba puesta la radio; sonaba una musicación de una famosa artista de unos poemas de un famoso escritor. Le estaba gustando la canción. Él conocía esos versos del poeta y la musicación era muy buena. Una anciana entró gritando, hablando a saber con quién. ¡Ahhh! La habría estrangulado allí mismo. ¿No oía la belleza de la música y del poema? Seguro que no. Era demasiado egocéntrica como para oírlo. Era demasiado egocéntrica como para escuchar nada que no fuese ella misma. La vieja continuó gritando:
      -¡Qué calor! ¡No se mueve ni una hoja! ¡Qué calor! Voy a abrir el aire acondicionado.
      Extendió la mano y, como iba sola, dirigió hacia sí las dos salidas del aire. Luego se levantó en su sitio y abrió también las del asiento de delante; los pasajeros que ocupaban esos puestos, indignados, le dijeron que tenían frío, que ya las abrirían si le parecía. Y la vieja, con tono despectivo, dijo dando voces:
      -¡Pues las cerramos! ¡Qué calor! ¡No se mueve una hoja!
       Después de estar parados un buen rato, el autobús arrancó al fin. Su amigo estaba un poco pesado ahora. Quería hablar, pero a él no le apetecía, aunque... “¡Todo por la amistad!”, pensó.
      -Lee la introducción de este libro —le dijo su amigo, tendiéndole un libro bastante grueso—.
      Él la leyó lo más atentamente que pudo, y al acabar le dijo lacónicamente:
      -Muy interesante.
    Su amigo le pidió el libro que él había comprado. Se lo puso en las manos. (“¡Qué sueño!”, pensaba). Su amigo lo hojeó decididamente y le dijo:
      -Muy interesante.
      (“Parece que el laconismo se pega”, rió para sus adentros).
     Su amigo quería hablar. Estaba decididamente pesado después de las compras que había hecho. Él le dijo:
  -Estoy cansado —y añadió, mintiendo—: he dormido mal esta noche. Además, el aire acondicionado me da sueño y hace demasiado calor como para apagarlo.
     Giró la cabeza y miró por la ventana. La apoyó entre el respaldo del asiento y el cristal. Le dijo a su amigo:
     -Voy a dormir.
    Volvió la cabeza a la misma postura y cerró los ojos.

1995 - 1998



No hay comentarios:

Publicar un comentario