miércoles, 13 de enero de 2016

La perfección


 

La perfección.

Poco hemos de fijarnos, y no hace falta ser un observador muy sagaz, para darse cuenta de que la Historia no sucede por suceder, que las cosas no ocurren porque sí. Las cosas suceden para nosotros, como si alguien se preocupase por enviárnoslas para entretenernos, con una intención muy precisa. No estamos predestinados. Todos podemos manipular nuestro destino. Porque ese alguien... somos nosotros. 


      A lo lejos se oía una canción. Sí, alguien cantaba. Era una voz femenina, muy clara, muy aguda, muy precisa. Algún despistado se había dejado la radio del coche encendida, y una música estruendosa resonaba por todas partes, reverberaba contra las paredes del aparcamiento. ¿Quién cantaba? Sí, era la mujer de la limpieza. Llevaba su walk-man a todo volumen, y una bata azul, con una tarjeta identificativa que colgaba de su bolsillo izquierdo. Con movimientos rítmicos manejaba su escoba. No, no era una escoba. Era una mopa. Movía la mopa hacia adelante y hacia atrás. Adelante, atrás, adelante, atrás, adelante, atrás. Ya casi no quedaban coches. El más llamativo era el que tenía la radio encendida. La señora de la limpieza cantaba muy fuerte, y subió aún más el volumen de su walk-man. Pisadas de varias personas resonaron, y dos hombres y una mujer se dirigieron cada uno a su coche. Se marcharon, ante la mirada rencorosa de la interrumpida mujer, que veía cómo los tres coche pisaban todo lo que ella había limpiado.
      Pensó:
     -(La Perfección es patrimonio de unos pocos. Sólo los Elegidos podemos dominarla y utilizarla. Estos estúpidos no saben lo que es. No pueden saberlo. No pueden sentirlo).
     Y con rítmicos movimientos, volvió a manejar diestramente su mopa. ¡Qué elevados eran sus pensamientos! ¡Cuán elevados su sentimientos! Aquel dominio que tenía sobre la Perfección, aquel dominio que creía tener la llevaba, inexorablemente, a menospreciar a los demás.
      Después de todo... ¡qué cruel había sido la vida con ella! ¡Qué cruel, negándole las delicias del conocimiento! Ella, con su mísero sueldo, trataba de paliar su ignorancia comprando libros y más libros, de todas las disciplinas, de todos los géneros, en todos los idiomas que había conseguido dominar con tiempo y esfuerzo...
      Su mente se empapaba de conocimientos, al igual que una esponja se empapa de agua.
      Se oyeron pisadas.
     El hombre del coche que tenía la radio encendida ya se marchaba a su casa. Su pequeña hija y su amorosa mujer esperaban con ansiedad su llegada.
     Entretanto, la señora de la limpieza veía nuevamente destruido su trabajo.
     Un objeto muy contundente golpeó la cabeza del hombre, que cayó, inerte, al suelo.
    La señora de la limpieza pensó: “Esto es la Perfección”, mientras seguía sonando fuertemente la música de la radio y ella fregaba rítmicamente.

1995 - 1998

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