sábado, 9 de enero de 2016

El secreto de confesión




El secreto de confesión.

La noche extendía su manto misterioso sobre el pueblo. La beata caminaba deprisa, algo alborotada. Creía sentir pasos tras ella. Cuando se volvía, no había nadie; seguía caminando y le parecía oír pasos de nuevo; pasos misteriosos que nadie daba. Y la noche continuaba cerniendo una negra espesura sobre las casas. Ya estaba subiendo la cuesta que conducía a la iglesia. La farola que iluminaba aquel punto estaba rota y no funcionaba, dejando completamente oscuro el callejón que desembocaba allí. Al pasar justo por delante, miró hacia la negra profundidad del callejón sin distinguir nada y aceleró el paso.
Por fin, llegó a la iglesia, que estaba totalmente iluminada. El organista ensayaba unas piezas de relativa dificultad con el coro y el órgano. En los solos del órgano, los ecos se perdían misteriosamente por las naves laterales del edificio. La idea de que hubiese gente la tranquilizó.
Se dirigió al confesionario, murmuró y escupió sus pecados, se le impuso una penitencia y fue absuelta.
Se arrodilló la beata en un reclinatorio cerca del altar y allí despachó, en un periquete la penitencia como quien tiene práctica. Casi corriendo, se dirigió a su casa.
Alguien salió del oscuro callejón embozado. Le tapó la boca y la arrastró hacia el callejón.
La violó.
La beata intentaba gritar y desasirse de él, pero no lo consiguió. Cuando el criminal estuvo saciado le propinó un tremendo bofetón que la dejó inconsciente y se marchó corriendo.
Tres días más tarde, encontraron a la beata en su casa, dentro de la bañera, con el agua corriendo y las venas de las muñecas cortadas, muerta. ¿No sabía, acaso, que el suicidio es un pecado?

*********

El eco del órgano se hundía en las profundidades de las oscuras naves laterales. Las pisadas de aquel hombre con botas resonaban misteriosamente en todo el edificio.
Se quitó el sombrero y la capa y se arrodilló en un reclinatorio para orar. Estuvo rezando cerca de media hora. Luego, se levantó y se dirigió al confesionario.
-Ave María purísima.
-Sin pecado concebida.
-Dime, hijo, ¿cuáles son tus pecados?
-He violado a una mujer, padre.
-¡Jesús! ¡Jesús! ¡El cielo nos asista!
-Y estoy muy arrepentido, padre.
-... siendo así, reza veinte Avemarías y quince Padrenuestros, y reza ahora el Acto de Contrición mientras yo te absuelvo.
El criminal rezó toda su penitencia. Cuando salió del templo, iban tras él el organista y el sacerdote, que cerraron las enormes puertas del edificio. Todo estaba en silencio, y no había nadie por la calle; todo sumido en una oscuridad sepulcral.
El criminal bajaba la cuesta de vuelta de la iglesia. Se oyó el sonido de un coche que pasaba. De pronto, el coche lo arroyó, tan brutalmente que lo partió por la mitad. Tres días después aún encontraron una mano presa en un seto, a medio kilómetro de donde había ocurrido el accidente.

1995 - 1998

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